El primer diputado socialista de América

Por Mario Mazzitelli*
Este 13 de marzo se cumplen 120 años del gran triunfo de Alfredo Palacios como candidato a Diputado Nacional por el barrio obrero de La Boca.
Aquella Argentina injusta de 1904 es la que aún añora la oligarquía nativa. Javier Milei es su mejor representante. Un país con ricos inmensamente ricos y las mayorías hundidas en la miseria y sin derechos. Todo el poder político concentrado en pocas manos. Las luchas obreras no lograban representación en los estamentos del Estado. Hasta aquel 13 de marzo, cuando un enérgico abogado socialista de 25 años, ganaba un lugar en la Cámara de Diputados. Comenzaba así la defensa de los derechos del pueblo trabajador. El principio de Justicia Social entraba a las instituciones de la República.

La coherencia de su lucha

El joven Palacios llegó a viejo, sin apartarse jamás de ésa lucha. El descanso dominical, la jornada de 8 horas, la ley de la silla, la protección de la madre obrera y su hijo, etc. dan cuenta de un compromiso social inquebrantable. Millones de trabajadores podrían agradecer (junto a otros argentinos que bregaron por los mismos principios) haber mejorado su calidad de vida y la de su familia.

Una labor admirable

La tarea de investigación, legislativa, académica y política, desde que presentó su tesis doctoral en 1900 “La miseria en la República Argentina”, en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, hasta su muerte el 20 de abril de 1965; pasando por la defensa de la soberanía argentina en Malvinas, la nacionalización del petróleo, los ferrocarriles, etc. fue inmensa. Hay multitud de material bibliográfico al respecto. Destaco dos libros: “Alfredo Palacios: entre el clavel y la espada”, de Víctor García Costa y “Alfredo Palacios, el socialismo criollo”, de Juan Carlos Coral.
Para esta nota me limito a reproducir unos pocos párrafos de una conferencia, cuyo texto no encuentro en Internet.

Paleoliberalismo

En 1959, visitó nuestro país (invitado por el gobierno de entonces) el economista (referente de la Escuela Austríaca, a la que adhiere el actual Presidente de Argentina)  Ludwig von Mises. Éste, junto a Friedrich von Hayeck y más adelante Milton Friedman, proclamaban principios nostálgicos del pensamiento económico liberal que, para ese entonces, ya resultaban totalmente atrasados (y deshumanizados).
Le cabe a Alfredo Palacios el mérito de no dejar pasar por alto las bravuconadas de este señor que solo repetía los prejuicios de las clases dominantes en torno a la situación del capital, el mercado, el estado y los trabajadores. Va a contestarle en la Academia de Ciencias Económicas, el 28 de agosto de aquel año. Yo  selecciono un porcentaje mínimo de aquella extensa conferencia.

Una visión sesgada 

Dice Palacios _”…Marshal, profesor en Cambrige…explica la función del capitalista, quien elige en cada caso, los factores productivos mejores para sus propósitos: la suma de los precios que paga por los factores que emplea será, por regla general, menos que la suma de los precios que tendrá que pagar por cualquier otro juego de factores, con que pudiese sustituirlos. Dice Marshal: “La mano del hombre será mejor, por ejemplo, para carpir una plantación valiosa, de crecimiento irregular, mientras que para limpiar un sembrado de maíz, será más ventajoso emplear la fuerza del caballo; y la aplicación de cada una de estas fuerzas –dice desaprensivamente-, se extenderá en uno y otro caso, hasta que todo uso mayor de ella, no aporte ventaja neta alguna. En el margen de indiferencia entre el trabajo manual y el del caballo, sus precios tienen que ser proporcionales a su eficiencia, y así la ley de sustitución habrá establecido, directamente, una relación entre los salarios del trabajo y el precio que hay que pagar por la fuerza del caballo”, cierra la cita.
Sigue: “Como se ve, con la más absoluta despreocupación por la persona humana, esta economía política hace entrar como factores de la producción –indistintamente-, materias primas, máquinas, hombres y caballos. De ahí, que Juan B. Justo haya hecho notar, la obscuridad de sus conceptos y lo ininteligible de su jerga, pues asimila el producto manual al instrumento animado o inanimado; confunde al obrero con los animales y las cosas, y no puede -por consiguiente-, distinguir las relaciones de los hombres a los fines de la técnica o la división del trabajo, de la técnica misma, o sea la “acción intencional de los hombres sobre los animales y las cosas”.

*Una nueva pedagogía

“En esta Academia, donde se respira el oxígeno de la contradicción, en debates de evidente utilidad para el país, pretendo que se enseñe una ciencia que respete la dignidad humana….”.

La mayor riqueza es la vida humana

Palacios va a contraponer el pensamiento de John Ruskin. “Para este escritor que desconcierta a los economistas, no hay más riquezas que la vida. La comarca más rica es la que nutre el mayor número de seres humanos nobles y dichosos. Las verdaderas venas de la riqueza, son de púrpura y están en la carne. Los economistas *voceros de los grandes consorcios*, que ocupan las cátedras en algunas universidades, consideran, en cambio, a la gran masa de los humanos, como útiles, que contribuyen a crear riqueza material, y que van marchando con el pecho encogido y los ojos sin luz.”
Por razones de brevedad paso el 90% de la conferencia por alto y voy a los últimos párrafos que transcribo textualmente.
Dice Palacios: “Yo he denunciado, en los comienzos del siglo (XX), la situación dolorosa de los obreros de nuestro país, y por su liberación luché, iniciando el Nuevo Derecho de los trabajadores, que hoy von Mises -aplaudido por los expoliadores-, considera un instrumento de la política destruccionista, en la patria de Esteban Echeverría -albacea del pensamiento libertador y justiciero de la Revolución-. Suya es la definición -no superada- de Democracia, que ignora el economista austríaco: “La democracia es el régimen de la libertad basado en la igualdad de clases”. Palabras magníficas escritas en el Dogma Socialista de Mayo, en 1837, 10 años antes que hablaran los grandes doctrinarios del socialismo”.
“El autor del Dogma aspiraba a la emancipación del obrero y antes que se dieran los fundamentos científicos del socialismo, planteaba la cuestión de la ética del trabajo, al que consideraba como algo más que un fenómeno material. Exigía, por eso, la subordinación de la vida económica a la vida espiritual, afirmando que el régimen del salariado era la forma postrera de la esclavitud. Más de un siglo después, el cristiano Berdiaeff decía que “la transformación del hombre en objeto, la transmutación del trabajo en mercancía, el egoísmo implacable de la competencia, deben ser intolerables a la conciencia cristiana”.

Odio al socialismo

Sigue Palacios: “Von Mises destila su odio al socialismo, y con razón, pues el socialismo es, primordialmente, una aspiración ideal hacia un orden jurídico más justo, que reemplazará al capitalismo, mediante condiciones económicas, pero sobre la base de postulados éticos. Reclama una honda transformación orientada por la idea de libertad y de justicia, valores absolutos superiores a todo valor económico, y aún a la vida. El socialismo parte de un juicio moral sobre la injusticia del régimen capitalista, y considera a la justicia un imperativo ético. La injusticia está en la explotación del régimen…y fue demostrada científicamente en la famosa obra El Capital, de Carlos Marx, quien hizo la crítica de la economía política, cambiando la faz de la historia con su interpretación económica; cuyo determinismo no comparto, pues admito los fines humanos al lado del mero conocer causal, aspirando a que los trabajadores desarrollen un querer consciente de sus finalidades. Así se resolverá la contradicción aparente, entre las normas superhistóricas constantes y su realización histórica variable”.
“Cuando contemplamos el actual régimen económico, frente a la miseria y el dolor, y pensamos en el acumulado acervo cultural de normas morales y sentimientos de justicia, surge la idea socialista con la misma fuerza…,que en un naufragio la idea de salvación…”.

“Contra el interés privado, proclamamos el interés colectivo”

“Voy a terminar esta larga exposición –que espero me será perdonada-. Quiero solo expresar que en América, el liberalismo económico en hora de la emancipación abrió los mercados al comercio internacional y permitió la expansión de la producción rural; facilitó la inmigración y la inversión de capital, realizando con los ferrocarriles la visión de Alberdi. Pero destruyó la economía rudimentaria del interior de la República, como lo había anunciado el representante de los comerciantes de Cádiz, en 1809, cuando discutió con Moreno. Las manufacturas inglesas arruinarán las industrias locales. El país se incorporó al régimen capitalista y progreso materialmente. Yo he explicado en mi libro ‘La Justicia Social’, como se desarrolla el proceso económico con la invasión del capital extranjero y como el liberalismo económico hace crisis a fines del siglo pasado, poco después de pronunciado el mensaje del presidente Juárez Celman, en 1890, y de su acción concordante con la doctrina, spenceriana, que en esa época triunfaba en las universidades argentinas.  Entonces una necesidad histórica impuso la superación de las viejas teorías, que se pretende hacer resurgir”.
“Y termino: aboguemos por la democratización del poder económico, con un sistema de planificación que no roce siquiera los derechos individuales, y mantenga intacta la estructura democrática. La planificación de la vida económica, transformando determinados conjuntos capitalistas en propiedad, no estatal sino administrada por representantes de todas las fuerzas sociales, sustituirá los fines lucrativos del empresario, con un móvil de interés común y de defensa del valor humano. Reemplazará una economía que considera al obrero una mercancía…por una democracia industrial que lo convierta en auténtico ciudadano respetado en su dignidad de hombre”.
“Los discípulos de Burke, orientador del liberalismo económico, y considerado como el manantial de la filosofía económica inglesa, afirman con su maestro, que los trabajadores no pueden reclamar nada en nombre de los principios y las reglas de la justicia, pues toda injerencia del magistrado sería una violación de la propiedad, razón por la cual es inútil hablar de un derecho del trabajo; mas creen, “generosamente”, con el maestro, que se puede y hasta se debe ayudarles por caridad, lo que no es asunto del Estado, pues pertenece a la jurisdicción de la piedad. ¡Habrá que reconocer que los que tal cosa piensan son dignos de misericordia, por su estupidez!”.
“Invocando, señores académicos, el principio de igualdad del valor de la persona, y marchando por senderos espirituales, hemos de combatir sin tregua el crudo materialismo, que viniendo de afuera, irrumpe en nuestra tierra sagrada. Pero antes advertiremos a los hombres públicos, sobre quienes gravita la responsabilidad de dirigir los destinos de la Nación, que la economía debe estar basada en principios éticos, y que según la expresión lapidaria y ardiente de la Escritura, quien siembra corrupción recoge podredumbre”.
Vaya el recuerdo de estas líneas, tan actuales, como parte de un humilde homenaje al 120 aniversario de la elección del primer diputado socialista de América.
*Dirigente del Partido Socialista Auténtico