Jesica Mancilla: “La CTA Autónoma me ha brindado inmensas oportunidades”

Por Camila Petenatti

Artista plástica, tatuadora y Secretaria de Cultura Provincial de la CTA Autónoma. Apasionada y con una gran personalidad, la “Chechu” lleva el compromiso social y el arte como bandera. 

“Creo que la CTA-A a mí me partió la cabeza en el sentido de que no pretende intelectualizar la lucha, sino que es como bueno esto es lo que somos, somos felices así, la peleamos así y creo que eso fue lo que me conquistó y por lo que me quedé” sentencia Jesica Mancilla o “Chechu” para todos los que la conocen.

Cabello rapado y corto, a veces teñido en colores extravagantes. Doble piercing en la nariz y un tatuaje en el antebrazo, entre tantos, del que se lee: “Ardo sin preguntar al igual que lo hace el fuego”.

“Pienso que acá en Río Cuarto la CTA-A es la organización que le da de comer a una bocha de gente y eso es porque compañeros como Silvia (Alcoba) o como Fede (Giuliani) se rompen dejando a sus familias, yendo y viniendo. Y esa realidad se replica en otros lugares de la provincia. No creo encontrar otra organización a la altura de eso” afirma Mancilla.

Hace diez años que milita en la Central pero Jesica empezó a reflexionar sobre la realidad desde el secundario, cuando un profesor de una materia llamada Comunicación les hacía analizar noticias. “Como que ese loco me hizo un quiebre en la cabeza de que bueno no todo es lo mismo, me hizo prestar atención de cosas que a mí antes ni se me hubieran ocurrido y me quedé con la pica de que estaba todo podrido y que capaz se podía hacer algo pero ¿dónde? pero ¿cómo?. Termine el secundario con esa inquietud”.

“Empecé la Universidad, no me encontré yo misma en la Universidad, no era mi espacio. Yo soy la primera de mi familia que terminó el secundario, pisar la Universidad era algo loco” dice Chechu.

Al tiempo, se anota en la Escuela Superior de Bellas Artes Líbero Pierini, donde conoce a Nazareno Mazzara, que en ese momento militaba en la CTA Río Cuarto. “Empecé a dar apoyo escolar en el Barrio Quena en la casa de María. La CTA lo que a mi me permitió, que me lo había robado un poco el secundario, fue amigarme con un montón de cuestiones de mi historia familiar, que tiene que ver con amigarte con las características de los barrios. Mi familia es de los barrios” explica Mancilla.

“Fui a un secundario privado seis años, que mi viejo sea remisero, que mi familia hablara mal, era como toda una cosa que a mí me generaba como un choque y cuando entro a la CTA y empiezo el apoyo escolar, fue como encontrarme con eso y decir ‘che está todo bien con esto, está todo más que bien’. Fue como revalorizar esas cosas que en algún momento medio quise tapar” cuenta Chechu.

Junto con Josefina Miscoff dieron en la Central dos años seguidos un Taller Experimental de Artes Visuales y en paralelo otro en el Barrio Obrero: “La idea era que los pibes experimenten y aprendan divirtiéndose antes que nada”, afirma Jesica.

Chechu recuerda la anécdota cuando una de las ideas que surgen del taller era pintar un mural en la copa de leche sobre el barrio, “pintemos el paisaje del barrio”.

“¿Qué hicieron los pibes? montañas con nieve porque eso era el paisaje para ellos. Entonces lo que hicimos fue salir con una cámara de fotos, recorrer el barrio y sacar fotos a lo que hacía que su barrio sea único y que cuando van al centro no lo van a encontrar”, explica Mancilla.

-¿Cómo fue la experiencia del taller?

A partir de las producciones de los pibes, surgió una muestra fotográfica. Ahí hablamos con el Fede y  nosotros queríamos que los pibes de este barrio particularmente conozcan lo que era una muestra de arte. Montamos una muestra, con el nombre de la obra, la técnica, con unos catálogos que le dimos a cada uno de los pibes, con sándwich de miga, con vino. Los compañeros pusieron sus camionetas y sus autos para buscar a todas las familias del barrio. Fue re loco, lo hicimos en conjunto con el taller de la CTA-A, donde los pibes que lo hacían eran hijos de docentes universitarios, entonces fue como una cosa re loca que se terminó dando de choque y que salió muy bien. Fue una experiencia muy hermosa.

“La CTA-A me ha brindado inmensas oportunidades. Como dar mi taller de arte en el local de la Central sin pagar alquiler, conocer compañeros que tienen otro nivel de acceso económico que me mandaban sus pibes a mi taller. Me permitió empezar a relacionarme con gente de otro nivel económico, de otro nivel de formación y eso me abrió un montón de puertas” afirma Jesica.

Con respecto a las artes visuales, Chechu cuenta que empezó tarde pero que encontró en eso su modo de militar y de decir las cosas. “Soy una mina muy inconstante en un montón de cosas y lo único que no pude dejar de hacer fue dibujar, rayar, pintar, grabar”.

“Yo no entré al arte desde el punto de vista de lo bonito, lo colorido, lo prolijo, lo estético sino que tenía que ver con lo expresivo y con un rol social, de denuncia. Entonces en la militancia encontré como la forma de darle camino eso” cuenta Chechu.

Además, aclara que es importante para ella la “función social” en la práctica: “Intento que el tatuaje que yo hago no sea el más caro, sino que sea para los compañeros que yo sé que no pueden pagar una locura, que sea en un ámbito que se sientan cómodos por ejemplo”.

“En los destinatarios, nunca pienso en hacer cosas que mi familia no pudiese acceder”, sentencia Chechu.