La mejor defensa: Vacunación y Salario Social Universal

Por Eduardo Balán*
Como ya se sabe, sólo en el conurbano bonaerense son más de 6 millones de personas las que viven en la pobreza. Después del “uno-dos” que significaron cuatro años de macrismo y uno de pandemia, resulta que 1.850.000 personas directamente pasan hambre. Y un tercio del total de ese cuadro terrible de pobreza e indigencia tiene cara de niño y niña: Son 2 millones de pibes y pibas menores de 14 años. El paisaje ya excede a los asentamientos y grandes macizos de segundo y el tercer cordón del conurbano: La clase media baja, los comerciantes de barrio y los talleres ya miran a la desesperación a los ojos.
Las imágenes del deterioro social saltan a la vista de quien camine los barrios. Junto al alivio y la alegría de los que empiezan a vacunarse, se mantiene esa incertidumbre angustiante de no saber cómo va a desenvolverse el final de la pandemia, y de empezar a temer que no tenga final.
A todo esto, el espectáculo que nos ofrece la política institucional y los medios está absurda y diariamente teñida por la guerra que los grandes grupos de poder económico de la Argentina (con TN y La Nación a la cabeza, cimentando obscenamente la campaña de Juntos por el Cambio) le plantan al Gobierno todos los días, en tapas que aprovechan cada traspié del Gobierno y usan la cifra de contagiados como si se tratara de ofertas en un remate.
Nuestro Pueblo es testigo de esa irresponsabilidad diaria de quienes tienen la posibilidad de ofrecer esperanzas racionales y eligen sembrar el miedo. Pero, del otro lado, nuestras autoridades gubernamentales lamentablemente no echan mano con decisión de una potencialidad que está a la vista y que efectivamente nos ayudaría no sólo a sanarnos, sino a dibujar el horizonte de un país distinto.
Junto a la victoria que significa poner en marcha el Plan de Vacunación en todo el territorio nacional, la propuesta del Salario Social Universal y el reconocimiento salarial de las y los trabajadores esenciales que se desempeñan en comedores y ollas populares, junto con un empuje decidido a la Economía Popular, pondría en marcha intensa a una ingeniería social que ya demostró con creces que se puede poner al hombro a este país: Ésa que formamos las y los millones de compatriotas asqueados de especular y amigos de la acción solidaria, en las clases populares pero también en la clase media baja. Somos muchos millones.
El Salario Social Universal, o la continuidad de un IFE que mueva un poquito el amperímetro de la economía hogareña y barrial, de la mano de una iniciativa integral de promoción de la participación popular, podría poner la base de un sinnúmero de acciones que la población misma podría desatar en sus contextos de proximidad en la organización solidaria, la prevención, la asistencia educativa a los niños y niñas que permanecen en los hogares, la atención a vecinos y vecinas adultos mayores, las actividades culturales barriales por vías virtuales y presenciales y otras alternativas que, a tientas, nuestro Pueblo va inventando para caminar en la niebla.
Sólo haría falta esa decisión política, una lista de diez acciones, y la Argentina del día siguiente estaría movilizada con una esperanza cierta. Los costos de esa decisión son muy preferibles a las arenas movedizas en las que nos quieren meter los grupos económicos concentrados de este país.
Mi humilde consejo (o pedido desesperado) sería que no perdamos de vista que nuestro mayor poder siempre fuimos nosotras y nosotros mismos. Plan de Vacunación, Salario Social Universal, Reconocimiento de las y los Trabajadores Esenciales y una estrategia nítida que ponga al Pueblo como protagonista del modelo de desarrollo post-pandemia, serían señales que vamos a recordar dentro de años como el día que vimos la luz al final de túnel, cuando por una vez nos iluminamos (y nos vimos) entre nosotros y nosotras.
*Músico. Dibujante. Comunicador Popular. Integrante de El Culebrón Timbal. Militante de Cultura Viva Comunitaria. Secretario de Cultura de Unidad Popular (UP)