La peor parte de este modelo está por venir

Por Luis Campos*

En la reciente cadena nacional el presidente de la Nación afirmó que “lo peor ya pasó”. Fue una forma indirecta de asumir que su programa económico afectó las condiciones de vida de los habitantes de nuestro país. Sin embargo, nada indica que esa promesa vaya a cumplirse en el futuro cercano. Al menos en materia de ocupación e ingresos el modelo ya dio todo lo que tenía para dar. En el mejor de los casos el gobierno podrá estabilizar la situación actual, y no le va a resultar sencillo

En materia de empleo formal los últimos datos oficiales corresponden a junio, antes del tembladeral de las últimas semanas. Para entonces, los asalariados formales en el sector privado acumulaban nueve meses de estancamiento y el sector público seguía expulsando trabajadores. Es un modelo que no crea empleo.

Los salarios presentan un comportamiento similar. Desde octubre están estabilizados en niveles muy deprimidos. Más allá de los debates metodológicos acerca de la forma de medición del IPC, lo cierto es que la inflación desaceleró pero la actualización salarial también. Con este modelo los salarios no van a crecer. En el mejor de los casos se mantendrán en los valores actuales, los más bajos en décadas.

Por su parte, la promesa de aumentar las jubilaciones también se choca con la realidad y el marco normativo vigente. Actualmente los haberes jubilatorios están atados por ley a la variación pasada de los precios. Si no se modifica la ley de movilidad seguirán congeladas en los niveles actuales, dentro de los más bajos de las últimas décadas.

Los datos oficiales en materia de ocupación e ingresos llegan a junio, pero nada indica que podamos esperar buenas noticias del tercer trimestre, más bien todo lo contrario. Las perspectivas para el último trimestre del año son más sombrías aún, dada la incertidumbre que las propias inconsistencias del programa económico del gobierno han generado sobre su sustentabilidad. La estabilidad macroeconómica es una condición necesaria para posibilitar un crecimiento sostenido de la económica, sin el cual no habrá una recuperación del empleo y los salarios, pero con eso solo no alcanza. Más aún, difícilmente pueda afirmarse en la actualidad que esa estabilidad existe.

La situación en el futuro cercano está lejos de invitar a afirmar que “lo peor ya pasó”. Pero aun en el caso de que el gobierno pudiera volver a equilibrar las variables macroeconómicas, de ello no se desprenderá un proceso de crecimiento de la ocupación y los salarios. Los sectores ganadores del actual modelo económico no tienen por si mismos un impacto significativo en el mercado de fuerza de trabajo. Sin una política industrial activa, la energía, la minería y la agroindustria a gran escala no derraman al resto de las actividades.

El ejemplo reciente de la provincia de Neuquén es muy ilustrativo. En la última década los asalariados registrados en el sector privado crecieron allí un 30,8%, mientras que en el resto del país cayeron un 0,4%. Los efectos directos de Vaca Muerta solo se sintieron a nivel local.

Un análisis similar podría realizarse con la contribución en el empleo de la minería y la agroindustria a gran escala. Su impacto queda acotado sectorial y geográficamente, y no se proyecta automáticamente a otros sectores. Se trata de un modelo al que le sobran muchas personas.

En este contexto, y luego de la derrota electoral en la provincia de Buenos Aires, la apuesta del gobierno es volver a ofrecer un futuro que justifique seguir padeciendo este presente, pero en el mejor de los casos solo va a poder mostrar una estabilización de la situación actual. En el mientras, seguirán insistiendo con medidas que no harán más que profundizar el deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores y trabajadoras. Lo peor todavía no pasó.

*Coordinador del Monitor de Indicadores Sociales, del IEF- CTA

Fuente: www.ctaa.org.ar