“La Perra” Castro, militante integral del Peronismo Revolucionario

Héctor Castro, “La Perra”, “La Picha”, en Córdoba fue delegado de Industrias Mecánicas del Estado (IME), espacio laboral que en su mejor momento tuvo entre 12 y 15 mil operarios. Allí entró a trabajar en los talleres de pintura gracias a los contactos de su padre, Eusebio Nemesio Castro, operario en la Fábrica Militar de Aviones desde el inicio de la misma. Caído Perón en 1955 por un golpe “gorila”, Castro hijo, será perseguido y detenido. No será la última vez.
A Castro se lo vincula en un principio con una primera militancia en la Resistencia Peronista a partir de 1955, desde las filas de la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN), liderada en Córdoba por Carlos Pedrotti –autor intelectual, afirmaban- el 16 de febrero de 1960, de un atentado contra los depósitos nafteros de Shell-Mex en esa provincia que originaron perdidas millonarias y varios muertos. Castro conjuntamente con Atilio López y Carlos “Serrucho” Dreizik, dirigente del Sindicato de Empleados Públicos (SEP) serán destacados referentes de la CGT Regional denominada “legalista” por entonces.
En 1968 resultó electo Secretario General de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) en Córdoba y reelecto en 1971. Como muchos otros compañeros que llegaron en otros sindicatos al mismo cargo, constituyeron una camada dirigente obrera, que no se vio a sí misma como irreemplazable o única, ni utilizaron las estructuras sindicales para enriquecerse o hacer negocios particulares. Se hicieron cargo de la conducción sindical por mandato de sus representados (obreros como ellos) y asumieron sus intereses de clase.
A instancias de su hermana Mirta, el consultorio odontológico del gremio fue dirigido en forma brillante por el Dr. Ricardo Obregón Cano, senador peronista en 1951. Castro, que apoyó la CGT de los Argentinos (1968), participó del Cordobazo (1969) y del Viborazo (1971) desde un lugar secundario pero no por eso menos importante. Al respecto Luis “Vitín” Baronetto, ex militante Montonero en la Docta, recuerda que: “Cuando la historia se limita a ensalzar a los líderes que más se destacaron es porque se quiere negar el carácter colectivo de su construcción; o porque colocando en el pedestal a los más brillantes se transmite el mensaje de que esa realidad pertenece a un pasado que debe quedar allá y que no puede repetirse nunca. Así la historia es pasado y no memoria que movilice en el presente”.
Su acción militante lo llevó a manejarse en la clandestinidad. Siempre puso el cuerpo, nunca esquivó el bulto y resistió en todos los frentes posibles: Sindical, partidario, territorial, etc. A comienzos de 1972, un Plenario de Gremios y Agrupaciones Peronistas Combativas dan a conocer una declaración donde expresan desde el título: “Obediencia a Perón hacia arriba y a las Bases hacia abajo”; entre los firmantes se encuentra “La Perra” Castro y otros sindicalistas de la talla de Avelino Fernández, Mario Aguirre, Ricardo De Luca, Roberto Digón y Héctor Quagliaro. Entre los párrafos del documento, puede leerse esta declaración de principios: “Permanecer con la mirada puesta en las tres banderas peronistas, a través de la construcción del socialismo nacional, mediante el cumplimiento del programa de Huerta Grande y del 1° de Mayo de 1968, exigiendo como incondicional, el regreso de Perón como conductor del proceso de liberación nacional”.
Las elecciones del 11 de marzo de 1973 llevan a una segunda vuelta en Córdoba (15 de abril del mismo año), donde triunfa la fórmula peronista Ricardo Obregón Cano-Atilio López a nivel provincial, para gobernador y vice respectivamente. Héctor Castro es elegido por el voto soberano y como representante del movimiento obrero, diputado provincial del Frente Justicialista de Liberación Nacional (FREJULI). Luego del golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976, pierde todo sus fueros sindicales y legislativos.
Opta por la clandestinidad y sigue resistiendo como puede. Para 1978 un contacto sindical resistente de ATE Buenos Aires (“Cacho” Mengarelli) se llega a la provincia mediterránea y lo contacta en un taller de chapa y pintura del barrio de Alta Córdoba donde sobrevive gracias a ese trabajo mecánico junto a su amigo, el “Serrucho” Dreizik.
“Después de una amena conversación y de explicar que ANUSATE sostenía las mejores tradiciones de la clase, nos pusimos de acuerdo, y en los años 79’ y 80’, ‘La Perra’ participó de los primeros encuentros nacionales de la Agrupación. Lamentablemente, él murió, a los 53 años de edad, el 1° de mayo de 1983 y Carlos Dreizik en julio de ese mismo año”.
Fuente: Roberto Baschetti