Paladines de una “grieta” artificial

Por Juan Carlos Giuliani*

Cuando Rodolfo Walsh nombra entre las cosas que quiere “el trabajo oscuro que hago, los que no obedecen, los que no se rinden, los que piensan y forjan y planean, los que actúan, el análisis claro, la revelación de lo escondido”, describe el deber ser de los hombres y mujeres que abrazamos este noble y bastardeado oficio de contar lo que pasa y opinar sobre el mundo, las cosas, la gente, hasta que la dignidad sea costumbre.

Lejos de servirse de las nuevas tecnologías para ahondar en su formación, hurgar en la búsqueda de la verdad, frenar la desinformación y democratizar la información, el sujeto de esta actividad -víctima de la precarización, los magros salarios y el pluriempleo- opta por incursionar -salvo honrosas excepciones- en el laberinto artificial que ha construido la “grieta”. Parte de nuestra tarea consiste en desenmascarar a los paladines de esta antinomia engañosa.

La única grieta que nosotros, los trabajadores, reconocemos es entre explotadores y explotados, entre los que siguen concentrado riqueza y los que se hunden en la pobreza. El resto es verso. Pura alcahuetería. Vociferan para sacar ventaja, sumar más confusión y pescar a río revuelto. Nada dicen sobre lo que realmente importa: Que los imaginarios polos opuestos de esa “grieta” prefabricada coinciden en mantener invicto el Modelo Extractivista-Dependiente regido por el Agronegocio y el Capital Financiero que saquea nuestros bienes comunes, seguir pagando la ilegítima e ilegal Deuda Externa y sostener tasas de pobreza que desde 1983 hasta acá se mantienen por las nubes, convirtiendo en intolerable la coexistencia pacífica entre ganadores y perdedores del Modelo en esta democracia neocolonial. Con semejantes índices de desigualdad social no sólo el futuro es incierto para la mayoría de nuestro pueblo, sino que el sistema demoliberal vigente se torna inviable.

En lugar de utilizar las nuevas herramientas para comunicar de manera simple, breve, didáctica, nos aburren con su adscripción sin fisuras a uno u otro lado de una “grieta” ficticia, funcional al negocio del poder. Al fin y al cabo, todos tributan en mayor o menor medida a medios de comunicación que tienen como norte el apotegma rector del capitalismo: Maximizar las ganancias que engordan con la pauta publicitaria oficial utilizada arbitrariamente según los servicios que preste al gobierno de turno –en el Municipio, la Provincia o la Nación- el beneficiario de esos jugosos fondos públicos.

La propagación de la crisis entre un pueblo atribulado por la incertidumbre requiere de una comunicación que informe con verosimilitud, no se prenda en las operaciones de prensa, ni contribuya al desconocimiento, responda las preguntas con fundamentos, acabe con las noticias falsas y no distribuya a diestra y siniestra versiones cargadas de mala intención. En cambio, asistimos a un coro histérico de desinformadores seriales que profana los espacios de los medios privados y, lo que es más grave, públicos, haciendo todo lo que no se tiene que hacer con una mediocridad que espanta.

La necesaria actualización de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual sancionada en 2009 para adecuarla al universo digital no tiene eco en el Gobierno. La norma, que fue descuartizada durante el Gobierno de Macri, es de fundamental importancia para tener polifonía de voces y protagonismo de los sectores populares. Aunque nunca se puso en marcha el 33 por ciento asignado a las organizaciones sin fines de lucro porque no se hizo el relevamiento del espacio radioeléctrico para determinar la asignación de frecuencias, la Ley de Medios está vigente. Falta voluntad política para reactivarla en modo digital y ponerla en marcha para frenar el monopolio informativo. No parece ser ese el criterio del Gobierno. Antes de asumir como Presidente, Alberto Fernández anunció que consideraba que el problema de los medios es un problema comercial. Así las cosas, el Proyecto Popular no tiene voz.

Este 7 de junio justo es reivindicar la vigencia del Estatuto del Periodista Profesional, aprobado en 1946 durante el primer gobierno peronista, que sigue siendo una poderosa herramienta de lucha y organización en defensa de los derechos laborales y profesionales de los trabajadores de prensa y comunicación que saben y predican que nadie se salva solo, que la salida es colectiva.

*Periodista. Congresal Nacional de la CTA Autónoma en representación de la provincia de Córdoba