Un grupo de tareas a cargo del genocida Alfredo Astiz, el ‘Ángel Rubio’, que llevaba tiempo infiltrado entre los familiares de detenidos-desaparecidos que se reunían en la Iglesia de la Santa Cruz, el 8 de diciembre de 1977 los interceptó al salir de la iglesia donde estuvieron ultimando los detalles y recolectando dinero para una solicitada que saldría en el diario La Nación dos días después.
Se llevaron a nueve personas: La religiosa francesa Alice Domon, Ángela Aguad, Raquel Bullit, Eduardo Horane, José Fondevilla, Patricia Oviedo, Horacio Elbert, y las Madres de Plaza de Mayo Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce de Bianco. Ese mismo día desapareció de su atelier Remo Berardo, quien también participaba de las reuniones de la Santa Cruz. Dos días después, cuando iba a comprar el diario para ver la solicitada, fue secuestrada Azucena Villaflor y al mediodía se produjo la detención de la compañera de Domon, Leonie Duquet.
Los Doce de la Santa Cruz fueron arrojados vivos al mar desde ‘vuelos de la muerte’ y enterrados como NN en el cementerio de General Lavalle al ser devueltos a la costa. 28 años más tarde de sus secuestros –entre julio y agosto de 2005– cinco de esos 12 cuerpos fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).
El ex oficial de la Armada Alfredo Astiz fue condenado a cadena perpetua por delitos de lesa humanidad en la megacausa de la principal cárcel clandestina de la dictadura, la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). “Nunca voy a pedir perdón por defender a mi Patria”, fueron las “úlitmas palabras” del alegato de quien se rindió ante los ingleses sin disparar un tiro en la Guerra de Malvinas.