No nos gusta lo que hay y tememos lo que viene

Por Juan Guahán

Los argentinos, insatisfechos con la realidad y temerosos del futuro. Ucrania: Riesgos y perspectivas. El Mundial de Fútbol y una foto de esta Argentina. Con el Fondo seguiremos rumbo al fondo. 

Argentina y lxs argentinxs transitamos entre el disgusto por lo que tenemos y el temor a lo que pueda venir.

Allí tenemos una posible explicación al actual y permanente malestar que caracteriza a nuestra sociedad. Si bien esa situación no es ajena a la crisis de toda nuestra civilización, en nuestro país adquiere un nivel de gravedad que está más allá de los problemas que atraviesa la mayoría de las sociedades occidentales.

Lo prueban las reiteradas y crecientes oleadas de migraciones de nuestros  jóvenes. En el último año estamos asistiendo a una nueva migración en la que  se fueron unos 100 mil jóvenes, algo más que en el 2001/2002. La mayoría parte hacia Europa, su “Madre Patria”, con la esperanza de que ésta los vuelva  a acoger luego de una frustrada excursión a tierras lejanas, para ¡Hacerse la América! que intentaron -y por momentos lograron- algunos de sus antecesores.

El tango, una de las expresiones valederas de una parte importante de nuestra cultura, lo cuenta de un modo recurrente.

Antes de considerar esa visión de nuestra tradición vale la pena recordar que nuestra música ciudadana alcanza su apogeo cuando comienza  – en las primeras décadas del Siglo XX – la crisis de la Argentina portuaria, la misma que se desplegó con la “Generación del 80”.

Allí, los padecimientos personales que van de la mano de la crisis social son una expresión del inicio de una decadencia que – salvo en la experiencia peronista del 45 al 55 – viene marcando nuestro horizonte.

Lo grave es que esa cultura, que no representa a la totalidad del país, es la que tiene la manija y la va transmitiendo al resto de la sociedad, que no estuvo entre lxs privilegiadxs de aquel modelo y que quedó instalada como lxs sometidxs y subordinadxs de nuestra historia. Es por ello que ese “interior”, lxs indios y lxs “descartables” que rodean a la Gran Capital son lxs grandes olvidadxs (o castigadxs) de ese modelo.

“Cuesta Abajo” es un tango que sintetiza ese dolor individual y colectivo por “la vergüenza de haber sido / y el dolor de ya no ser”. Fue escrito en 1934. Su letra y música pertenecen a dos ilustres “porteños”: Alfredo Le Pera y Carlos Gardel; el primero nacido en San Pablo (Brasil) y el segundo en Toulouse (Francia)

La parte de Argentina, dominante en la cultura, nunca pudo superar aquellos versos: “Ahora, cuesta abajo en mi rodada, / las ilusiones pasadas / no me las puedo arrancar…  Sueño con el pasado que añoro, / el tiempo viejo que lloro / y que nunca volverá”.

Esa es la Argentina agotada. Pero hay otra, más amplia, que clama por un camino distinto que no se consuma en la melancólica tristeza de los tiempos pasados. Construir ese nuevo camino es imprescindible porque se necesita expresar a esta sociedad que guarda grandes diferencias con aquella de la que habla el tango. Primero, hay que interpretar a una sociedad mucho más grande que la portuaria, cuyos diseñadores continúan beneficiándose con las injusticias del modelo impuesto; en segundo lugar, aquella sociedad no existe más; y tercero, el peso de la Europa en la que se referenciaba ya es un sueño que poco pesa en la realidad actual.

Pero esa insatisfacción respecto del pasado se transforma en miedo cuando tal  perspectiva se proyecta sobre el posible futuro.

Ese temor se sustenta sobre un par de elementos.

Uno de ellos es que los sectores dominantes han logrado instalar en la sociedad que su modelo es el único existente y que todo intento por negarlo es un negro e infinito abismo.

Si esta consideración es difícil de superar, más grave aún es la consideración acerca de que toda alternativa se construye con los mismos instrumentos que están haciendo posible la reproducción del actual sistema y sus instituciones. Salirse de ese “molde” es presentado como una aventura de incierta  efectividad e imposible de alcanzar. Esto alimenta el “posibilismo”, la respuesta clave que supone que nada realmente distinto se puede plantear. Los actuales debates y la mayor parte de las posiciones que sostienen que no hay más alternativa que firmar con el FMI son la prueba más contundente de esta metodología que ata las manos e intoxica el pensamiento.

Da la impresión de que gobiernos posibilistas de diferente origen, objetivos y naturaleza están ganando la batalla de nuestra conciencia y paralizando el cuerpo, evitando que podamos tomar otros caminos.

Ucrania: Nueva “Guerra Fría”, riesgos y perspectivas 

Terminada la Segunda Guerra Mundial (1945) – con la caída del nazismo y el triunfo de los aliados – las diferencias entre los triunfadores, EEUU y Europa por un lado y la URSS con sus alianzas por el otro, hicieron estallar la llamada Guerra Fría que por décadas tuvo en ascuas al mundo.

La implosión de la URSS (diciembre 1991) y el restablecimiento de la autonomía de los 15 Estados que la integraban (Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Estonia, Georgia, Kazajistán, Kirguistán, Letonia, Lituania, Moldavia, Rusia, Tayikistán, Turkmenistán, Ucrania y Uzbekistán) dejaron a los EEUU como indiscutible primera potencia mundial.

Con el paso de los años, Rusia fue resolviendo sus diferencias con China y recuperando parte del potencial que tenía antes de aquella implosión de la URSS. Ese hecho junto al avasallador avance económico, militar y científico de China fueron generando una nueva situación mundial. Pero, más allá de que la URSS (sostén del comunismo) se había disgregado y que China se iba acercando a la economía de mercado, la lucha por la hegemonía mundial nunca dejó de estar presente.

Bajo las nuevas condiciones, EEUU tiene enfrente a China y Rusia, que van profundizando sus vínculos y acuerdos. En ese marco hay dos grandes conflictos que, como delgados hilos, mantienen en vilo la tensión en Ucrania y Taiwán.

Mientras China procura seguir avanzando, esquivando los riesgos de una guerra de consecuencias impredecibles, Rusia reitera su política de mantener a la Alianza Occidental (OTAN) lejos de sus fronteras, luego de que en el año 2000 se le negó el ingreso a esa estructura.

Ucrania, uno de los países de la antigua URSS, geográficamente más cercanos a Occidente, fue un objetivo de EEUU para llevar su poderío militar a la frontera con Rusia. Ese interés tenía dos fundamentos de peso: Su vecindad y el hecho de que, visto desde lo étnico y lingüístico, Ucrania contiene una contradicción entre el Oeste más cercano al resto de Europa y el Este más próximo a Rusia, que es también el país que hoy provee a Ucrania con más del 70% del gas que consume.

La situación actual pone a los poderes mundiales ante el desafío de resolver una cuestión que ya ha ido demasiado lejos. Si Rusia cede, con Ucrania integrándose plenamente a la Unión Europea y la OTAN, su “esfera de influencia” queda fuertemente debilitada; sería como una especie de continuación del desmembramiento del viejo imperio. Si EEUU permite el regreso de Ucrania a la alianza con Rusia, seguirá perdiendo fuerza en Europa, creciendo los intereses y peso de Rusia.

Si hay guerra, ambos beligerantes saben cómo empezar, pero nadie sabe cómo concluirá.

En Ucrania conviven dos culturas, la del Oeste y la del Este. Allí puede estar el hilo que conduzca a alguna forma de salida, con o sin  enfrentamiento militar. Por ahí puede andar el “colchón amortiguador” de estas dos civilizaciones que confrontan desde tiempos inmemoriales.

La compra de entradas para el Mundial de Fútbol: Una foto de esta Argentina

Entre el 21 de noviembre y el 18 de diciembre del corriente año se realizará en Qatar el Mundial de Fútbol. El escándalo desatado por la designación de esa sede, que los africanos le birlaron a Inglaterra, no va a la zaga del interés despertado por ese evento, posiblemente – después de los riesgos de guerra – el hecho mundial que más atracción despierta en esta humanidad globalizada.

El Comité Organizador abrió las solicitudes de entradas para esas actividades. Hay varias etapas hasta terminar de definir quiénes podrán asistir. De todos modos la convocatoria inicial deja algunos datos relevantes, uno de ellos involucra a los argentinos. En ese acto se asignó a esta etapa 1,2 millones de entradas.

Los aficionados locales resultaron ser quienes más entradas solicitaron. Ese hecho es absolutamente normal. Pero llamó la atención el país al cual pertenecen los extranjeros más interesados por dichas entradas.

La nómina de solicitantes extranjeros fue encabezada por los argentinos, seguidos por simpatizantes de México, Estados Unidos, Emiratos Árabes Unidos, Inglaterra, India, Arabia Saudita, Brasil y Francia.

Esa información contiene dos cuestiones llamativas. La primera, que Argentina tiene menor población que la mayoría de los países de la cual provienen los “hinchas” que la siguen en número de solicitantes. Pero aún más sorprendente es el hecho de que en estos días la prensa mundial recoge los problemas que atraviesan los argentinos por la situación económico-social de nuestro país y las dificultades que tiene la economía para hacerse de los dólares necesarios para mantenerse viva.

Todo lo anterior es particularmente interesante cuando consideramos los costos, en miles de dólares, que significa viajar a ese país, hacerse de tales entradas y resolver los gastos diarios en esa sociedad, una de las capitales mundiales de los petrodólares.

Se puede decir que esta es una fotografía de la Argentina de hoy porque refleja, sin lugar a dudas, la profundidad del fenómeno de la desigualdad y decadencia que se construyó a lo largo de estos años.

La casta dirigente hizo un país a su gusto y paladar. Este sector puede satisfacer sus antojos mientras gran parte de la sociedad sobrevive en medio de padecimientos.

La anécdota de los argentinos ávidos de entradas para asistir a la fase final de un Mundial de Fútbol a realizarse en un lejano (y caro) paraíso petrolero es otra muestra de esta sociedad inviable donde solo unos pocos gozan de la potencialidad y trabajo del conjunto.

El acuerdo con el Fondo nos manda al fondo

Finalmente llegó el acuerdo con el FMI. La fecha la pusieron los vencimientos del viernes pasado y de la semana entrante que decidimos cumplir y seguir pagando.

Desde 1956 Argentina firmó 21 acuerdos con el FMI. En todos ellos se habla de “sentar las bases para un desarrollo sostenido”, en ninguno se cumplió. ¿Por qué esta vez va a ser la excepción?

Más allá de las cuestiones técnicas que poco a poco se irán desmenuzando, este acuerdo supone cuestiones políticas de suma importancia:

Una: Este acuerdo, como tantos otros, será incumplido a poco de andar. Más allá de algunas ventajas transitorias, el programa surgido del tutelaje del FMI correrá la misma suerte que los 21 anteriores.

Dos: Ignorando nuestra larga historia al respecto, sus efectos se harán sentir sobre las espaldas de nuestro pueblo y marcarán el destino del actual gobierno.

Tres: El acuerdo de los “blandos”, encabezados por el Presidente, está acompañado por los “duros” que se referencian en la Vicepresidenta y la mayor parte de la oposición parlamentaria. Sus diferencias y las “grietas” no alcanzan a estos temas realmente importantes.

Cuatro: Los sindicatos y organizaciones sociales oficialistas corren el riesgo de hipotecar su futuro apoyando este acuerdo.

Se impuso la idea de “¡Siga, siga, siga el baile…!”. 

Fuente: www.olp-resistir-y-luchar.blogspot.com