Recuperar la savia de la militancia

Por Juan Carlos Giuliani*

El 17 de noviembre de 1972 -hace 49 años- se produjo uno de los hechos más trascendentes en la historia argentina del Siglo XX: El regreso de Juan Domingo Perón tras 17 años de exilio y proscripción. El acontecimiento, que se caracterizó por una masiva participación de la juventud, es recordado como el “Día del Militante”.

Esa juventud protagonizó la campaña del “Luche y Vuelve” que será decisiva para concretar el regreso de Perón. Una generación de militantes, que se convertiría en el blanco preferido del terrorismo de Estado, había participado en el “Cordobazo” y otras puebladas que incendiaron la Patria.

Después vino la noche, la represión y la muerte. La lucha por sobrevivir al horror. La militancia popular -sus mejores cuadros- fue diezmada por la tiranía oligárquico-militar. Requisito indispensable para aniquilar la justicia social e imponer el neoliberalismo en la Argentina.

El retorno del sistema institucional enhebró una cadena de frustraciones que tornaron en ilusoria la vigencia de una democracia social y participativa si no se modifica de raíz la injusta matriz productiva y distributiva en la Argentina.

La militancia de la tiza y el carbón, abnegada, capaz de dar la vida por una causa justa, fue reemplazada por los manipuladores de encuestas, los asesores de imagen y los operadores políticos, gerentes inescrupulosos dispuestos a realizar la tarea que sea menester para seguir trepando en la escalera de la fama. El puntero y su inmensa red de clientelismo político suplantó la pasión de militar por un proyecto nuevo de sociedad. La degradación del sistema aún perdura. La impúdica capacidad de la mayoría de la dirigencia política y social para reciclarse detrás del poder de turno resulta altamente demostrativa de que el perro sigue siendo el mismo. Sólo ha cambiado de collar.

Ya se sabe, no hay proyecto de transformación social sin la clase trabajadora organizada y sin el concurso de los otros sectores que abonan el campo popular. Hemos aprendido lo suficiente como para tener claro que ningún cambio profundo puede encararse sin esa poderosa herramienta que se llama organización. Es necesario cerrar el capítulo en el que cada uno tira para su lado y apostar a la construcción colectiva.

Resulta imperioso volver a cumplir un papel transformador. Porque otro no nos interesa y dejaríamos de ser lo que somos. Sabemos que no es una sola cuestión la que debemos revisar, debatir, repensar. Pero tenemos que señalar una en especial: La impostergable necesidad de la formación de cuadros, activistas y dirigentes. En otras palabras: La construcción de una militancia organizada. A ello, hay que sumar la articulación de todas las experiencias actualmente en marcha que nos permitan fortalecer una amplia red con nuestros propios medios de comunicación.

La disputa cuerpo a cuerpo con la ideología dominante se da en el territorio. De allí la importancia de robustecer la presencia de las organizaciones territoriales y los movimientos sociales para compartir con las organizaciones sindicales, de jubilados, ambientales, pueblos originarios, derechos humanos, culturales, feministas, juveniles, etcétera, el desafío de sostener una alternativa de poder real y viable a los grupos hegemónicos.

En esta etapa crucial que atraviesa nuestra Nación, acosada por la ofensiva desembozada del FMI y la oligarquía, es imprescindible recuperar la savia de la militancia, la mística de ser parte de un proyecto colectivo, la cultura de la solidaridad y la identidad histórica que nos emparenta con las mejores tradiciones de lucha de nuestro pueblo.

Será el camino para construir la fuerza política y social necesaria que permita contrarrestar los embates de los adalides del neoliberalismo.

*Vocal de la Comisión Ejecutiva Regional de la CTA Autónoma Río Cuarto. Congresal Nacional de la CTA-A en representación de la provincia de Córdoba