Río Cuarto: “No podemos cambiar la vida de todos, pero algo vamos a hacer”

Ante el aumento de la demanda social, un merendero del sur riocuartense cocina la cena para unos 120 chicos y ancianos en necesidad. Una triste realidad para muchos ciudadanos, apenas coloreada por quienes entienden la importancia de estar para el otro.

Por Gabriel Marclé

“Estrellitas del Sur” fue fundado en 2018 por Miguel Quevedo y su mujer, Fernanda, quienes desde el primer día se levantan con el desafío más duro de todos: el dedicarse al otro. Este lugar nació como parte de la promesa que Miguel le hizo a su madre, otra de las mujeres que ven en el trabajo comunitario el futuro de la ciudad. Fue justamente un verano el que acogió a los primeros comensales, en tiempos donde el Paicor se toma vacaciones pero la necesidad trabaja 24/7. Sin embargo, la fuerza de ese “laburar por el otro” no cesa, también gracias al apoyo que brindan agrupaciones como el Movimiento de Acción Popular.

“No podemos cambiar la vida de todos, pero algo vamos a hacer”, relataba a Retruco Miguel, mientras dejaba todo listo para abrir las puertas del comedor, a eso de las seis de la tarde. Hasta las diez de la noche, las puertas del galpón en Pasaje Drago 3229 permanecen abiertas. Allí, gente de todas las edades, aunque principalmente niños, buscan el sustento que les permita irse a dormir con la panza llena.

 

 

“Pensamos en hacer un comedor, pero se nos ocurrió también dar la cena. Ahora que empiezan las clases, muchos chicos almuerzan o meriendan en el colegio. Pero a la noche hay chicos que no tienen”, contó Miguel, dejando en evidencia un cambio de época para la necesidad y que llevó a realizar un cambio en la modalidad de trabajo que llevaban. Lo que antes eran merenderos, deben suplir la demanda que se observa a la hora de la última comida del día, en un lugar al que también asisten ancianos golpeados por una realidad que los mantiene al margen de las soluciones y una buena calidad de vida. Lo más revelador sobre esto es que “Estrellitas del Sur” inauguró la nueva modalidad de cena el pasado viernes con 80 platos, y para la noche del lunes ya tenía a más de 120 personas anotadas.

“Tenemos guiso de fideo y vamos a hacer también de arroz. Estamos pidiendo platos y tenedores, principalmente para los chicos que son la prioridad. Si sobra, le damos a la gente grande”, describió el menú Miguel, los platos más económicos para las cantidades que se distribuyen, “lo más barato”. Pero detrás de cada plato hay una historia, aunque parece estar tejida con la misma madeja que la de quien se sienta al lado a compartir ese plato, duras realidades marcadas por los tiempos de la economía actual.

“La mayoría de los que vienen están sin trabajo, y a los que tienen un trabajo digno sienten los están por echar. No les alcanza ni para ellos mismos. Mucha gente viene con la boleta de la luz para pedirnos ayuda. Nos piden comida y una mano para retirar medicamentos. Hay necesidades chiquitas, pero también las hay muy grandes. Acá siempre tratamos de hacer algo porque es mucha la necesidad que tenemos en el barrio”, se lamenta Quevedo.

El matrimonio de los Quevedo juntó a gente de dos barrios colindantes del sur, el Ciudad Nueva -también conocido como “las 400 viviendas”- y Casasnovas. Las diferencias barriales, eventuales enfrentamientos violentos y otros males no son lo suficientemente fuertes como para derrumbar la voluntad de este grupo de gente. Conscientes de esas diferencias, la necesidad y las mismas búsquedas los unen, aunque dentro de un lugar al que la mayoría de la población ignora o elige ignorar. “Le decís a un remis que te lleve a las 400 -barrio Ciudad Nueva- y no te quiere llevar. Por esas cosas, la zona sur ha sido prácticamente olvidada”, reconoció Miguel, quien cada día eleva un mensaje a los representantes políticos de la ciudad: “Hemos escuchado promesas y tenemos alguna ayuda, pero hoy están y mañana se van, pero el hambre siempre va a existir”.

Fuente: www.retruco.com.ar