Vacunas: La disputa económica sobre el cuerpo del pueblo argentino

Por Carlos E. Martínez*

Cuando la pandemia desembarcó en Argentina el gobierno nacional definió como acto reflejo, expresión de lo sabido y conocido de los dos más grandes sanitaristas argentinos como fueron los doctores Ramón Carrillo y Floreal Ferrara, un seudo abordaje comunitario con un déficit conceptual e ideológico de su grupo de asesores epidemiólogos que no vienen de la práctica sanitarista. El resultado; esas políticas en pocas semanas pasaron a ser una caricatura en sí mismas. Terminaron aceptando la importación de medidas de repetición y copia, de lo que se hacían en los países centrales.

Se escuchó y leyó insistentemente que si aprendíamos de los logros y errores de Europa podíamos evitar contagios masivos, olvidando que no somos Alemania, Inglaterra, ni Italia, en el desarrollo económico, sanitario, tampoco culturalmente. Precisamente la particularidad cultural nos obliga a definir políticas de salud específicas a nuestras necesidades, con un lenguaje sanitario que transforme subjetividades y facilite el aprendizaje popular y comunitario, o nos somete al saber médico-científico mercantilizado. Esta última opción abandona las mejores tradiciones del pensamiento sanitarista latinoamericano, que prioriza la organización y la gestión de salud colectiva en sociedades inequitativas con sujetos y comunidades depredadas resultado de la democracia “representativa”.

En Argentina elegimos la mercantilización del abordaje sanitario de la pandemia, en esa instancia el capitalismo internacional encontró, ante la ausencia de respuestas, desde la atención primaria de la salud, un territorio para disputar la lucha economía y geopolítica, en el cuerpo de los y las argentinas.

Desde el comienzo de la pandemia los grupos de poder económico sabían de la importancia estratégica con la que contaban determinados países, que por su desarrollo científico podían encontrar la vacuna para el covid 19 y otros que podían estar en condiciones de elaborarlas, con la certeza que por lo menos serian dos por habitantes del planeta en la primera fase y continuarían por varios años.

El desarrollo científico del país, sumado a la capacidad de desarrollo y producción de la industria farmacéutica local, le daba sentido a que Argentina para ser un jugador importante en el seno de américa del sur. En ese contexto las multinacionales comenzaron a dar una disputa económica y geopolítica por la importación y elaboración de vacunas.

En Argentina se sabía de la capacidad existente, está en desarrollo la vacuna argentina ARVAC Cecilia Grierson, que se encuentra en etapa de desarrollo preclínica. Resultado del trabajo entre un equipo del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad de San Martín y de CONICET. El laboratorio mAbxience de Hugo Sigman, en el mes de abril ya fabricó 60 millones de dosis de la vacuna AstraZeneca, el laboratorio Richmond de Marcelo Figueiras cerró un acuerdo para producir la Sputnik V y ya envió más de 20.000 vacunas para su control de calidad, y por último Israel está en tratativas con un laboratorio argentino para el desarrollo de la fase clínica de investigación y eventualmente en la cadena de producción de una vacuna que el Ministerio de Defensa de Israel está desarrollando contra el coronavirus.

Mientras tanto por una parte estamos recibiendo vacunas de Sputnik V, Sinopharm, y AstraZeneca, hasta ahora llegaron más de nueve millones de dosis que son insuficientes.

Simultáneamente el gobierno está siendo presionado pese a que lo oculta, por los enviados de EE.UU, por lo que se denomina “diplomacia de las vacunas”, de los únicos países que hasta ahora están enviándolas. Declarando: “nosotros no vamos a culpar al gobierno argentino por conseguir vacunas para vacunar a su población” (sic), y si no son ellos quien lo culpará. O “Vamos a ser el líder global en la respuesta a la pandemia. Que quede bien claro: cuando nosotros demos vacunas no lo vamos a hacer a cambio de acuerdos políticos. Lo haremos porque está en el interés nacional de los Estados Unidos en que la Argentina y los países de la región se recuperen porque si ellos se recuperan, nosotros nos recuperamos”.

La “chino y ruso fobia” de EEUU y sus socios nativos está relacionada con el riesgo de pérdida de hegemonía, los proyectos de instalación de una base científico-militar rusa como la que ya tiene China en la Patagonia, la venta de un buque polar para la campaña antártica, la construcción de una central nuclear financiada totalmente. Respecto a China, nuestra ubicación geográfica les permite contar con un sitio para apoyar el programa espacial chino en el seguimiento de las naves espaciales, la construcción del cuarto reactor nuclear en el complejo Atucha, la instalación de las redes de  5G a instalar en el 2022. Lo enunciado es un campo propicio para que la Argentina negocie el acceso a las vacunas a cambio de mutuos beneficios, siempre y cuando se priorice la salud del pueblo a la opinión de la embajada yanqui.

Está naturalizada la idea que la falta de vacunas es resultado de la demanda mundial, esta afirmación no deja de ser una parte sesgada de una “verdad”, lo que no está dicho es que no todos los países pueden ser productores de vacunas y que esa cualidad que Argentina tiene como un valor diferencial, es un componente clave en una negociación Por ejemplo con el laboratorio que produce en nuestro territorio la vacuna de AstraZeneca, siempre que el gobierno argentino negocie desde una posición soberana y no solo obedezca.

Por otra parte, otras voces como la de Carlos Ferreyra, epidemiólogo argentino, afirmó “… yo quiero enfrentar a la mala información. Aquí se instaló una noticia falsa, que es la que sostiene que no hay vacunas. Yo personalmente, sé que hay vacunas en el mercado global, sí hay disponibilidad”. La pregunta que se impone enseguida es: ¿otros epidemiólogos no lo saben o priorizan sus relaciones con la industria farmacéutica?

A toda necesidad humana el capitalismo la convierte en un negocio, en este sentido el desplazamiento de la vacuna de Pfizer, desoculta la lucha por la hegemonía comercial. Paradójicamente, ocurre con el mismo gobierno que en julio pasado afirmó que se contarían con millones de dosis a fines de año, donde participaron cinco mil voluntarios para su experimentación, votándose una ley para deslindar responsabilidad empresarial y presentando documentación al ANMAT para su aprobación. Repentinamente, pasó a ser una empresa que “…se portó mal con el gobierno” sin dar otras explicaciones, mientras otras multinacionales van negociando para fabricar vacunas en nuestro país. Unas multinacionales pierden y otras ganan en un juego macabro y oculto.

Hoy la mayoría del pueblo no tiene acceso a las vacunas, los trabajadores que en las grandes ciudades viajan hacinados esperan no contagiarse ya que el escenario posible es no tener cama u oxigeno si lo necesitan. Quienes tuvieron la “suerte” de recibir la primera dosis no saben cómo sigue la lotería del reparto, se avecinan tiempos de restricciones para viajar y trabajar, con un 50 % de los argentinos sin posibilidad de acceder a un salario digno. Si faltara algo para confirmar el sin sentido de la “justicia social” gubernamental, los aumentos del salario básico o lo planes sociales serán del 35% de aumento en siete cuotas que llegan hasta febrero del 2022.

Con Menem solíamos decir “cuando se vaya el último argentino que apague la luz”. Hoy afirmamos cuando se vaya el ultimo gerente político del poder económico, saldrá el sol para el pueblo.

*Psicólogo social. Integrante de la OLP-Resistir y Luchar

Fuente: www.resumenlatinoamericano.org