Villa María: Educación Municipal, 1938

Por Jesús Chirino*

A una semana del inicio del ciclo lectivo 2022, repasamos datos acerca de la política educativa municipal en la década del 30 del siglo XX. Tiempos en los cuales el accionar desde la Administración municipal llegaba a las aulas y la construcción de saberes por parte de los niños y las niñas de Villa María. No solo se asistía con lo necesario para que las familias de escasos recursos económicos pudieran cumplir con la obligación de mandar sus hijos a la escuela, también existían establecimientos educativos dependientes del municipio. Un caso era el de la Escuela Municipal Nº 1, aquí aportamos datos de ese establecimiento durante un ciclo escolar cuando ejercía la intendencia municipal Emilio Seydell.

Asistencia escolar

En el Boletín Municipal de Villa María, del mes de mayo de 1938, se publicó que la escuela municipal de nivel primario del barrio La Rural atendía entonces a 115 alumnos pertenecientes “a un vecindario de gente menesterosa, en su mayor parte. De ahí que -aclaraba el escrito oficial- la acción del establecimiento tenga un carácter especial, con directa e íntima intervención del ambiente social en cuyo seno desarrolla sus actividades”.

El documento escrito por la administración liderada por Emilio Seydell, en relación a la población escolar de esa escuela municipal, se dice que se trataba de “niños pertenecientes a hogares pobres” quienes formaban “la mesa del cuerpo escolar”.

Para esa Administración municipal el tema educativo no era menor y de allí que actuó de manera decidida, gestionando edificios escolares, atendiendo la formación de adultos y, también, como notamos por estos datos lo referente a la escuela primaria.

En el documento referido se  deja entrever que la intendencia no pudo mantenerse al margen sintiéndose con el deber de “concurrir a solucionar pequeños problemas hogareños, tales como la apariencia del niño, para su asistencia a clase”. Esto, se traducía en la entrega a los chicos y chicas de “tricotas, guardapolvos y alpargatas” con lo cual, según el mismo gobierno, “se había subvenido a uno de los renglones de la economía casera, que, de otro modo, no habría sido resuelto. Fue así, que los niños pudieron aparecer decorosamente en el desfile del 9 de julio”. Desde el Estado local se entendía que más allá de la obligación y el deseo alrededor de la escolaridad, no siempre las familias poseen los recursos para que sus hijos cuenten con lo necesario para la asistencia a clase. Esta es una problemática que existía en 1884 cuando se dictó la Ley 1.420 de educación común, gratuita y obligatoria, pero que también continuó siendo un problema en algunos sectores, incluso en la actualidad.

De los datos estadísticos de la época puede deducirse que aquellos niños mantenían un alto índice de asistencia a clase y escasa deserción. Por ejemplo, en los 23 días hábiles del mes de mayo, sobre un total de 115 niños inscriptos, la asistencia promedio arrojó una cifra de 107 bancos ocupados. La importancia que se le otorgaba a lo educativo se reflejaba en esas cifras.

Si bien la cantidad de alumnos que asistían a la escuela no mostraba gran variación durante el año, los números señalan que todos los meses se producían “salidas” y “entradas” de uno o dos pequeños. Cuestión que puede relacionarse con las actividades laborales de los padres y la necesidad de trasladarse a diferentes puntos de la zona rural.

Escuela municipal de La Rural

Es claro que si bien los cuadernos, lápices y ropa son importantes para la experiencia educativa de los niños, también lo son los libros. Así lo entendía la Administración municipal de entonces que también realizaba, al iniciar el ciclo lectivo, la compra de libros. En el año que nos ocupa, al inicio del ciclo lectivo, el Estado local compró, para la escuela municipal, cuatro libros Rayito de Sol, 12 del titulado Pimpollitos y seis textos que llevaban el nombre de Batir las alas.

En diciembre del año siguiente, la Administración local adquirió, a Carlos N. Andrés, 10 ejemplares del libro de su autoría Geografía de la Provincia de Córdoba.

En el presupuesto de 1939, el municipio previó 9.650 pesos para la compra de materiales escolares. Para tener una idea, podemos comparar este monto con los 3360 pesos o los 12.620 previstos para el Tribunal de Cuentas y el Honorable Concejo Deliberante, respectivamente. Por aquellos tiempos y en relación a la escuela municipal, la administración local abonaba el sueldo de la directora, dos maestras y el de una portera a la que se le proporcionaba la casa. También pagaba el alquiler del local en que funcionaba la escuela en el barrio La Rural y que, según Bernardino Calvo en su Historia de la Educación, funcionó hasta el año 1952 cuando, a pocas cuadras, abrió sus puertas la escuela 26 de Julio.

Municipio parte de la Cooperativa de Pan Ltda.

Las autoridades locales también se ocupaban de la compra de la leche y el pan que consumían los niños en aquella escuela municipal. Es así, que encontramos que, mediante el decreto 443 de 1939, el intendente Seydell compró una acción de 10 pesos a la Cooperativa de Pan Ltda. El intendente decidió que el municipio se convirtiera en socio de la cooperativa para dar cumplimiento a una disposición estatutaria de la misma y poder comprar allí, al mejor precio de la ciudad, el pan para la escuela al igual que aquel que se entregaba a los pobres.

Los registros municipales denuncian la compra de 120 kilogramos de pan por mes, y 220 litros de leche para ser ingeridos en los jarrones enlozados que también había comprado el Estado local.

En relación a la copa de leche en las escuelas locales, y la decidida intervención municipal en esa práctica solidaria, podemos observar que era bastante extendida. Por ejemplo, en el mes de agosto de 1938 el municipio resuelve de manera favorable lo solicitado mediante el expediente 9.997. Allí la voz oficial dijo: “Vista la nota elevada por la Asociación Cooperadora de la Escuela Villa Emilia, solicitando un subsidio de 20 pesos m/nacional ($ 20 c/l) mensuales, para asegurar el servicio que se presta en el establecimiento, consistente en un vaso de leche diario a todos los alumnos, pedido que fundamenta la pobreza general del barrio en que actúa” se otorga.

En las cuentas municipales también se registra la adquisición de los materiales necesarios para “labores”. Por ejemplo, en el inicio del ciclo lectivo de 1938 se asentó la compra de arpillera, lana, hilo de bordar, “hilo lonero” y “mansuk”.

La política educativa municipal era activa y podemos suponer que los docentes municipales deben haber sentido ese apoyo. Entre los nombres de algunas de las personas que cumplieron con esa noble actividad podemos recordar a Lucrecia Caballero de Centeno, Felipe Haynes e Itala Campagna.

Confederación de Maestros

A todas estas acciones tendientes al desarrollo de experiencias positivas en el cursado dentro de las instituciones educativas municipales, debe sumarse la gestión municipal para la radicación de escuelas provinciales y el apoyo a la concreción de los jardines de infantes en la ciudad. También existía espacio para escuchar  las reivindicaciones de los docentes en general. En este sentido se dictó el decreto Nº 304 “C” mediante el cual, subvencionó, a partir de julio de 1938, el alquiler de un local para el funcionamiento de la seccional local de la Confederación de Maestros. Se registra la renovación, en 1939, de ese beneficio para el colectivo docente.

Resulta interesante la diversidad de acciones municipales, hace más de ochenta años,  en torno a la educación primaria, el apoyo a la organización del gremio docente y la participación directa en la economía social.

*Docente. Periodista. Secretario General de la Unión de Trabajadores de Estados Municipales (UTEM-CTA). Delegado Normalizador de la CTA Autónoma Regional Villa María

Fuente: www.eldiariocba.com.ar