Vino nuevo en odres viejos

Una porción de las relaciones de trabajo se está transformando sustancialmente.

Por César Arese*

Las calles céntricas se han poblado de ciclistas con grandes mochilas. Distribuyen todo tipo de productos ocupados por una plataforma que se encarga de intermediar entre comercios e industrias y los consumidores. Trabajan a tiempo parcial, intermitente, por entrega, aportando vehículo, celular, seguro y condición tributaria monotributista. Es el costado más pedestre de las nuevas formas de ocupación a través de sitios digitales y son algoritmos los que le indican su destino callejero. Hay ocupaciones sofisticadas que se identifican como “smart working”, el trabajo inteligente, o el “lavoro agile” italiano, desarrollados a distancia, mediante recursos tecnológicos y en ocupaciones profesionalizadas y más complejas.

La modernidad se instala en condiciones de infinita movilidad, ubicuidad y disponibilidad de nuevas tecnologías informatizadas que parecen de-construir lo conocido: la identidad laboral del trabajador subordinado orgánica y jerárquicamente, con jornada y lugar físico de prestación de servicios. Al frente, se despliega una fantasmal e inasible plataforma digital sin cuerpo, sin tiempos y sin establecimiento. Es un algoritmo sólo visible en un espejo virtual, la pantalla que organiza, ordena y paga lo que proveen y reciben terceros. Una porción de las relaciones de trabajo se está transformando sustancialmente y con ello varios paradigmas laborales tradicionales como la relación de dependencia, la cultura del trabajo por vida, la protección legal, el sistema de agremiación y negociación colectiva.
Frente a esta volatilidad laboral, todos parecen coincidir en la necesidad de protección de los más desvalidos en las relaciones interpersonales de trabajo.
La Organización Internacional del Trabajo en sus estudios actuales sobre el futuro del trabajo, el Foro Económico Mundial, los expertos y los sindicatos coinciden en la necesidad de protección de estos trabajadores. ¿Pero cuál? ¿Un amparo social? ¿El contrato de trabajo? ¿Acuerdos individuales o colectivos o ambos a la vez? ¿Dejar hacer, dejar pasar o intervención estatal reequilibradora?
El mayor poder de quienes diseñan y gestionan los algoritmos de las plataformas digitales dadoras de trabajo, es evidente. No sólo pueden disponer de quién, cómo, adónde y cuando se trabaja, sino cuánto y cómo se gana. Tómalo o déjelo; es así. ¿Es así? Un trabajador que opera un ordenador en solitario, desde su casa, en un lugar público o en una oficina en forma indistinta y sin horarios fijos; un distribuidor que operara un móvil, se sube a la bicicleta en solitario con un objetivo efímero (la entrega) por un pago, en ambos casos sin controles médicos, condiciones de trabajo ni cobertura frente a accidentes y enfermedades, reproduce con nuevas formas los mismos desequilibrios y necesidades que obligaron a la existencia del primer Derecho del Trabajo.
Las pautas de subordinación jurídica y económica son las tradiciones y, en todo caso, frente a la discontinuidad, es aplicable aquí la tradicional figura del trabajo eventual o una forma de protección análoga, cambiando lo que se tenga que cambiar, posiblemente desde o con otra aplicación o aplicación informática de control. No se puede dejar a trabajadores dependientes, librados a ser atropellados en la estrecha calle de una falsa modernidad.
Lo nuevo salvaje, pedaleado por plataformas, no asegura un progreso social tangible sino en forma sólo aparente. Quién aporta actividad productora y creadora de obras o servicios, no puede quedar a la intemperie, sin posibilidad del ejercicio de derechos laborales, sindicales y de negociación colectiva, como cualquier otro. Sería el regreso, no el progreso. En suma, se está colocando un vino nuevo en odres viejos. Se podrá modificar algo, pero no se cambia la esencia la esencia de las cosas. El vino seguirá siendo vino.
*Doctor en Derecho y Ciencias Sociales. Profesor de Derecho del Trabajo de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Ex Camarista de la Justicia del Trabajo de la Provincia de Córdoba
Fuente: www.lavoz.com.ar