Por Carlos Rang*
Génesis del ALCA y expansión del neoliberalismo hemisférico (1990–2001)
El proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), concebido en la I Cumbre de las Américas (Miami, 1994), constituyó un intento de consolidar la hegemonía neoliberal estadounidense sobre el hemisferio occidental. Su finalidad declarada fue la integración comercial y la liberalización económica de 34 países del continente, excluyendo a Cuba. El ALCA se gestó en el contexto del Consenso de Washington, tras el fin de la Guerra Fría, cuando Estados Unidos consolidó su condición de potencia unipolar.
Inspirado en el acuerdo llamado NAFTA (1994) entre Estados Unidos, Canadá y México, el ALCA proponía la eliminación de aranceles, liberalización de servicios y protección de la inversión extranjera, bajo la supervisión de mecanismos jurídicos favorables a corporaciones transnacionales, con asiento en Norteamérica. El ALCA no fue un simple intento de acuerdo comercial, si no que constituyó un instrumento de dominación estructural diseñado para subordinar los procesos de desarrollo de América Latina a los intereses del capital transnacional estadounidense: una recolonización comercial moderna, donde la subordinación económica se presentaba como integración y modernización
Si bien el ALCA fracasó políticamente en 2005, la estrategia de control imperial no se detuvo, sino que se transformó, desplazándose hacia nuevas formas de subordinación basadas en el nuevo formato de guerra híbrida que incluye deuda, fondos de inversión, aranceles, sanciones, militarización y el despliegue del capitalismo de plataforma. En este marco, los recursos estratégicos como el litio, las tierras raras, la energía el agua, el control de los pasos bioceánicos, se convierten en ejes centrales de la disputa entre el Imperialismo Continental de Estados Unidos, el Global multimodal Anglosajón y el emergente nuevo orden multipolar, liderado por China y los BRICS.
Los países del Mercosur, especialmente Argentina, Brasil y en menor medida Uruguay y Paraguay, advirtieron tempranamente que el acuerdo implicaba potenciar las asimetrías estructurales donde los Estados Suramericanos continuarían especializándose en economías exportadoras de materias primas e importando manufacturas, contrayendo deuda y consolidando su papel subordinado en la economía mundial.
La integración hemisférica promovida por EEUU era subordinar a la lógica del capital del imperialis-mo unipolar; donde la soberanía económica de los países latinoamericanos y caribeños no constituía su prioridad.
Las crisis financieras como la del Tequila, 1995, Asia 1997, Brasil 1999 y Argentina 2001 evidenciaron los problemas sociales del neoliberalismo y el libre mercado. La derogación de la Ley Glass-Steagall en 1999 por la Ley Gramm-Leach-Bliley. La guerra en Irak y Afganistán generó condiciones para nuevas las alianzas internacionales y un reacomodo geopolítico internacional con la pérdida de hegemonía del G7 en favor de un espacio multilateral más amplio como el G20.
Estos hechos se produjeron por cambios estructurales en la forma del capital y su forma valorización, con la aparición de un nuevo actor el globalismo financiero y la consolidación del capital trasnacional. Su forma de operar a través de la tercerización y la deslocalización productiva donde se utilizó a China como plataforma de producción global; un socio estratégico y, a la vez, un competidor geopolítico.
Esto debilitó al capital multinacional norteamericano, permitiendo la emergencia de nuevos Bloques económicos y polos de poder, con proyectos estratégicos como el de la Unión Europea con el proyec-to EURO (1999), el resurgir de China, Rusia y los proyectos progresistas posneoliberales en América latina y el Caribe, que en gran parte fueron apalancados económicamente por el precio de los commodities (principalmente la soja) y la diversificación de socios en el mercado mundial generándole margen político para plantear nuevos esquemas de integración más autónomos.
Crisis de legitimidad y derrota en Mar del Plata (2005)

Por las condiciones anteriormente presentadas, el fracaso político del ALCA se cristalizó en la III Cumbre de las Américas en Mar del Plata (2005). La coalición de gobiernos progresistas de Chávez (Venezuela), Kirchner (Argentina) y Lula (Brasil) pudieron articular un rechazo frontal al proyecto estadounidense.
Esto fue acompañado por la movilización social de los sindicatos obreros, movimientos sociales y organizaciones populares que se congregaron en la Cumbre de los Pueblos, bajo la consigna “ALCA, ALCA… ¡al carajo!”. La derrota del ALCA mostró que la guerra interimperialista no es sólo militar o económica; también se da en el plano político y social, donde la movilización de los pueblos constituye un contrapeso estratégico que, en este caso, permitió el fracaso político del proyecto evidenciando la crisis de legitimidad de la hegemonía neoliberal, pero no su desaparición.
Guerras Híbridas y retorno del control imperial (2012–2025)
Nuestra hipótesis central es que el territorio de América Latina y el Caribe continúa siendo un espacio estratégico, en donde el poder imperial se ejerce mediante la combinación de guerras híbridas con el uso de instrumentos financieros, tecnológicos y geopolíticos que ponen en disputa a la soberanía regional.
Tras la derrota del ALCA, y en medio de la disputa intercapitalista, el sector continentalista de Estados Unidos reconfiguró su estrategia de dominación en la región con la reactivación de la IV Flota, el Comando Sur y la presencia en bases estratégicas en Suramérica, el Caribe y Centroamérica, más ejercicios militares conjuntos con países aliados.
La combinación de estos instrumentos mantiene la subordinación estructural de los Estados latinoamericanos y el Caribe, incluso cuando existen gobiernos progresistas. La consolidación de los grandes Fondos de inversión globales (BlackRock, Vanguard, State Street, PIMCO) actúan como instrumentos de dominación imperialista sobre territorios y recursos estratégicos. Su poder excede al Estado Nacional y actúan como poder estructural sobre economías nacionales. Empresas como Amazon, Google, Meta, –que algunos conceptualizan como capitalismo de plataformas– ejercen un control de infraestructura, datos y comunicaciones, consolidando la dependencia tecnológica y cognitiva de la región.
La coerción financiera, la deuda, la imposición de políticas económicas mediante el FMI y el control de flujos comerciales por el control del mercado de dinero, guarda relación con la capacidad de control de los resortes estratégicos, como el patrón monetario para la apropiación de plusvalía y esta se asienta en la capacidad de producción de la fuerza social productiva que, a su vez, en la forma de la cooperación de los trabajadores que los medios de trabajo imponen, determinan los ritmos del colectivo de trabajo e impone la escala de producción.
Al mismo tiempo, la importancia de controlar las tecnologías de los medios de producción (Sector 1.1) y garantizar el suministro de los medios de consumo (Sector 2) para sostener la acumulación ampliada, la plusvalía relativa y aumentar la tasa de beneficios y dar un nuevo salto en la concentración y centralización.
Por eso podríamos definir que la gran disputa de la llamada Unipolaridad versus Multipolaridad se expresa en la lucha por la soberanía monetaria y el control de Sector 1, sector de la producción estratégico que se vuelve cada vez más central. Este control otorga el poder y la capacidad de definir la guerra por la apropiación de plusvalía social mundial y, por otro lado, la industria de la defensa que sostiene las condiciones de la coacción física o guerra militar también es Sector 1, por eso el aumento del presupuesto mundial en este sector con el llamado armamentismo.
Geoeconomía de los recursos estratégicos clave
Existen una disputa global de diferentes intereses como la del sector Continentalista y nacionalista norteamericano con cabecera en los grandes bancos como el J.P Morgan y compañías petroleras Exxon Movil, que luchan contra el poder los grandes fondos financiero globalista y sus plataformas.
La disputa central es la monetaria y el control del sistema financiero global. El dólar estadounidense sigue siendo la moneda de reserva global. Pero existe una desdolarización impulsada por el multipolarismo donde China y los BRICS (yuan digital, sistema CIPS) y el aumento de las reservas de oro re-presentan un desafío directo. Estados Unidos utiliza sanciones, control del sistema SWIFT y presión sobre países que comercian fuera del dólar.
En este marco América Latina y el Caribe han ingresado de lleno en el epicentro de la disputa geopolítica global entre distintos proyectos estratégicos. Donde la región vuelve a ser un territorio estratégico en disputa y codiciado por su riqueza en recursos naturales (minerales, agua, alimentos, energía, biodiversidad), su ubicación geopolítica y su rol en el reordenamiento de los flujos financieros y del poder monetario mundial.
Hoy, los centros del poder imperial disputan tanto en el plano de la guerra de movimiento (expansión militar, injerencia directa, golpes blandos o judiciales) como en el plano de la guerra de posición (me-dios, cultura, organismos financieros, lawfare). La ofensiva del capital globalizado sobre América Latina busca reinstalar y apalancar gobiernos subordinados a la lógica del ajuste, la deuda, la reprimarización y el extractivismo.
El endeudamiento con el FMI y la intervención del Tesoro Norteamericano y los grandes bancos norteamericanos como JP Morgan, Citi en Argentina buscan una rentabilidad financiera inmediata y se ha convertido en un mecanismo directo de control político y toma de decisiones para sus intereses y para el ajuste estructural con la imposición de reformas claves.
En Argentina intentan obtener el control del uranio y desplazar a China del control de litio y tierras raras, en el contexto de un acuerdo de cooperación de minerales críticos. Esto como moneda de cambio por el rescate financiero, donde se especula que el acceso a los recursos argentinos sería una garantía, aunque la propiedad de estos recursos pertenece a las provincias y no al Gobierno nacional por eso la necesidad del acuerdo con los gobernadores.
En materia de energía Venezuela cuenta con las reservas más grandes del planeta por eso hoy se encuentra amenazada de invasión para el cambio de gobierno con la narrativa del narcoestado. Argentina también pone en juego los yacimientos de Vaca Muerta y otra situación es el agua dulce con los glaciares andinos y las cuencas amazónicas.
La urgencia de estos sectores en disputa es el control de las logísticas y rutas marítimas bioceánicas como el canal de Panamá, el puerto de Chancay (Perú) asociado al corredor ferroviario bioceánico proyecto que busca unir el océano Pacifico con el Atlántico, a través de puertos brasileños como Santos o Ilhéus, o el control sobre rutas como la Hidrovía del Paraná a través de las bases militares que se encuentran en Paraguay conducidas por el Comando Sur.
La narrativa de la guerra híbrida del narcoterrorismo o los narcos estados en los recientes procesos que se dan en Venezuela, Colombia, Brasil o en el mismo Ecuador, o el conflicto en Perú, muestran cómo las oligarquías locales, en alianza con intereses externos, fragmentan y destruyen al controlar los territorios y de esta manera sofocan cualquier intento de organización para un camino de construcción de fuerza popular y soberanía estratégica.
Hoy, con la consolidación del multipolarismo, se ha reconfigurado la geopolítica regional ya que China con la ruta de la Seda, invierten en infraestructura estratégica y por el acceso a recursos naturales. Esta disputa redefine la inserción a en el orden global de América Latina y el Caribe generando una encrucijada geopolítica y una ventana de oportunidad.
Nuestra tarea es construir fuerza social de masas organizada
La estrategia de los pueblos consiste en reconocer los proyectos estratégicos en disputa y las nuevas formas de dominación, para construir poder y soberanía popular regional, para cambiar radicalmente las correlaciones de fuerzas, para poder controlar los resortes estratégicos, para integrar recursos claves, tecnología, moneda y políticas de integración autónoma y soberana a nivel regional.
Hoy la tesis central es que el capitalismo ha perdido la capacidad de renovarse históricamente, producto de su lógica que genera sobreacumulación y estancamiento global, donde la riqueza excedente no encuentra salidas productivas. Crisis de reproducción social, con miles de millones de expulsados de las condiciones mínimas de vida. El capitalismo tiene contradicciones en su mismo motor de supervivencia que es la expansión, que va chocando contra los límites biofísicos del planeta. Debemos percibir y tener muy claro que en estos momentos de la historia el capital y su democracia liberal burguesa, está vaciando cada vez más de contenido al Estado nación como resultado de la transnacionalización del mismo. Esto está produciendo una crisis de representatividad que va desintegrando el modo político y social de reproducción de la sociedad.
Nuestra tarea es construir fuerza organizada, con arraigo en el movimiento popular, con el conjunto de la clase trabajadora, en los sindicatos, en los territorios, poner en movimientos a los estudiantes, para recuperar la alianza básicas estratégicas.
Esto es recuperar el horizonte estratégico, donde la tarea es formar cuadros con conciencia histórica y con fuerte disposición e iniciativa militante para disputar la hegemonía y desarrollar un nuevo bloque histórico desde una perspectiva emancipadora.
Tratar de elaborar estrategia, tratar de producir táctica y sus maniobras con una concepción del poder y de la política con las anteojeras del poder dominante, es repetir esa política en un campo de visitante, con sus reglas impuestas y sin posibilidad nunca de cumplir el objetivo real que nos propusimos.
En el caso de la perspectiva de transformación, de la perspectiva revolucionaria, sencillamente, debemos dar vuelta el orden de cosas y esto implica entonces construir una fuerza social, un actor histórico que no está dado en la situación de la cual se parte.
Pretender transformar requiere cumplir dos tareas simultáneas para lograr el camino, las maniobras destinadas a dar vuelta la situación, pero también producir el actor sujeto, es decir la fuerza social que va a realizar esa tarea, porque no está dada, a diferencia de lo que pueden plantearse otras clases u otras estrategias que están bajo conducción burguesa.
La situación es hostil y la contrainsurgencia busca evitar que se constituya esa fuerza para poder seguir reproduciendo su orden de dominación y mantenerlo bajo el mando e identidad del capital y del estado capitalista.
El capital es sujeto orgánico de la fuerza social porque organiza el proceso social. Pero esta reproducción está limitada por las crisis, las cuales abren la posibilidad de que los trabajadores, organizados socialmente bajo este proceso, desarrollen una estrategia para que tomemos el control de las fuerzas productivas.
Esa fuerza social tiene que alterar las formas en que se constituyen los sujetos, produciendo un nuevo actor que no cabe en el escenario de la situación presente y que por lo tanto busca producir una nueva situación, un nuevo orden.
Todo este movimiento histórico surge de las entrañas de la sociedad, y se desarrolla en el fragor de las luchas y en los enfrentamientos para construir relaciones sociales.
Frente a este escenario, las organizaciones políticas con vocación transformadora, ligadas a los intere-ses de la clase trabajadora, no podemos limitar solo nuestra acción a la resistencia parcial ni a la táctica electoral. Nos enfrentamos a un momento histórico que exige iniciativa política, claridad estratégica, acumulación de fuerza moral y material, y capacidad de lectura sobre el lugar que ocupa nuestra región en el tablero mundial.
Sin organización no hay posibilidad de victoria. América Latina y el Caribe será un sujeto geopolítico soberano o seguirá siendo botín de guerra. La historia llama a las fuerzas populares a estar a la altura del desafío.
*Docente de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC). Integrante del Grupo de Trabajo China-CLACSO. Delegado Gremial de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE-CTAA) en la Secretaría de Agricultura Familiar (SAF). Vocal del Consejo Directivo Provincial (CDP) de ATE Córdoba