Bolsillos flacos: Fuerte caída en el consumo de carne, lácteos y verduras

Por Santiago Bibiloni

La inflación y la pérdida del poder adquisitivo impactan de lleno en el bolsillo de los consumidores, que debieron modificar sus hábitos resignando calidad alimentaria.

Si bien la inflación anual de 2020 terminó con un acumulado de 36,1% (contra el 54% de 2019, último año de gobierno macrista), el precio de los alimentos registró mayores subas que otros rubros que impactan de lleno en el número final publicado por el INDEC, superando en muchos casos el 36% anual e impactando de lleno en la canasta básica. Las subas se aceleraron en los últimos meses del año pasado, alcanzando el 4% en diciembre, la tasa mensual más alta de 2020, donde los sectores que anotaron mayor incremento de precios fueron recreación y cultura y salud (5,2%), seguidos por transporte (4,9%) y restaurantes y hoteles (4,6%); aunque faltaría sumar a esta lista una serie de alimentos básicos que acentuaron su tendencia alcista en el último mes del año; por ejemplo, la carne vacuna, que trepó alrededor de un 20%. A este espiral inflacionario se le suman la caída del poder adquisitivo de los salarios, la suba en la tasa de desempleo y la baja en la actividad del empleo no registrado, entre otros motivos producto del parate económico que implicó el confinamiento social por la pandemia. Resultado: un fuerte impacto en el bolsillo que en gran explica un forzado cambio de hábito en la alimentación, y la consecuencia de una menor calidad alimentaria de los consumidores.

Por caso, si se compara el precio de los lácteos de enero de 2020 con respecto a los precios del presente enero, podrá observarse una diferencia de aproximadamente 50% en las góndolas de las grandes superficies en Córdoba, e inclusive el aumento es mayor en cadenas de comercios de menores dimensiones y supermercados chinos. El caso de frutas y verduras es similar, si bien este rubro suele presentar inestabilidad en los precios debido a las condiciones climáticas y estacionales. En este sentido, la readecuación y la apertura de más comercios dedicados a la comercialización de frutas y verduras durante la pandemia, lo que a prima facie se traduce como una mayor oferta por el ingreso de más jugadores en el sector, tampoco incidió positivamente en la baja de precios, sino que el aumento de los mismos fue sostenido durante todo el 2020. Por ejemplo, el precio de las frutillas se equiparaba al de la carne vacuna a principios de octubre, lo que refleja el desequilibrio existente en el mercado de los alimentos en nuestro país, un problema que parece estar lejos de hallar una solución, al menos en el corto plazo.

La carne vacuna, cada vez más lejos del alcance del bolsillo

Tomando en cuenta los datos difundidos por el Centro de Almaceneros de Córdoba, el consumo de carne vacuna cayó un 31,2% interanual, comparando diciembre de 2020 con igual mes de 2019. Inclusive este número es significativo porque debido a las fiestas de Navidad y Año Nuevo las ventas suelen trepar a números récords, situación que no se dio en diciembre pasado. Además, cabe destacar que desde octubre la carne viene subiendo todas las semanas y el alza se aceleró en vísperas de las fiestas de fin de año, acumulando el asado, por ejemplo, un 56,9% de aumento en el año, y más de 60% la carne molida especial. Según las fuentes del sector, el fuerte incremento se debió al aumento de los costos y a la mayor de demanda internacional de carne argentina.

Como consecuencia, el consumo de carne se desplomó en 2020, marcando su peor registro en cien años, según lo informó la Cámara de la Industria y Comercio de las Carnes (Ciccra). Así, el consumo de carne vacuna por habitante cerró el año pasado en 49,7 kilos anual, el nivel más bajo del último siglo, pese a que la faena de animales creció 0,6% interanual hasta alcanzar 14 millones de cabezas, el mayor volumen en más de una década, informó Ciccra.

“El aumento de 2020 tiene que ver con las variables macroeconómicas”, siendo la “expectativa devaluatoria”, y la suba internacional del maíz las principales causas, expuso a La Nueva Mañana Miguel Schiariti, presidente de la Cámara de Industria y Comercio de Carnes (Ciccra), los últimos días de diciembre. El dirigente empresario explicó que a medida que transcurrió el año el trabajo del eslabón de engorde perdió rentabilidad por el aumento del maíz, que pasó de costar $8 el kilo en marzo a un valor de $15. Consecuentemente, el aumento de la estructura de costos hizo que ingresen menos animales al corral para engorde a base de forraje y granos. Por el contrario, los productores optaron por encarar el proceso de “recría a campo”, que es más económico pero más lento el engorde del animal. Entonces, esta demora del animal terminado hizo que a partir de agosto empiece a caer la oferta de carne.

El consumo de carne vacuna por habitante cerró el año pasado en 49,7 kilos anual, el nivel más bajo del último siglo, pese a que la faena de animales creció 0,6% interanual, el mayor volumen en más de una década.

Además, las exportaciones de carne vacuna aumentaron alrededor del 20% interanual, por lo que no son pocos los dirigentes de diferentes sectores de la cadena de la carne que reconocen que los aumentos de las exportaciones, en un contexto de oferta relativamente estancada, inciden en los precios internos. A modo de ejemplo, en marzo se despachó a otros mercados el 25% del total de la carne producida, mientras que en octubre las exportaciones representaron el 30,6%.

De esta manera, más allá de las variables económicas que pueden explicar los aumentos de precios, la posibilidad de consumir carne está cada vez más lejos del alcance del bolsillo; y en las pizarras de las carnicerías cordobesas los precios que se detallan por kilo en estos días son en promedio los siguientes: nalga y cuadril $720; entrecot $ 660; tapa de asado $ 690; bola de lomo y costilla $ 680; matambre $ 750; peceto $ 780, y molida especial $ 600.

Menos lácteos, menos frutas y verduras; más harina y azúcar

En base al último informe del Centro de Almaceneros, Autoservicios y Comerciantes Minoristas de Córdoba, publicado días pasados, también se revela cómo el elevado precio de los alimentos repercute directamente en la calidad alimentaria de los consumidores.

De esta manera podemos observar la fuerte caída en el consumo de los siguientes grupos de alimentos, comparando diciembre de 2020 con igual mes de 2019: cacao (-33,5%); frutas (-31,7%); verduras (-18,2%); leche (-6,5%); quesos (-34,1%); yogur (-21,1%); pescado fresco (-38,7%), carne (-31,2%), entre los más destacados. Por contrapartida, aumentó el consumo de menudos de pollo (44,3%); infusiones (37,6%); papas (25,8%); azúcar (23,5%); menudos de vaca (19,1%); pan (18,5%); huevos (17,6%); aceites (14,3%); yerba mate (14,7%); pollo (12,4%) y cerdo (7,4%).

Cómo se alimentan los argentinos

En los últimos días, la Universidad Siglo 21 hizo pública una investigación realizada durante la pandemia en siete ciudades del país, para analizar las modificaciones en los hábitos de consumo de alimentos de los argentinos. De la misma surge que la dieta de los argentinos está en proceso de cambio y muestra resultados preocupantes: apenas el 15% consume carne diariamente; sólo el 40% consume verduras todos los días y uno de cada tres ingiere frutas, leche y yogur a diario.

Disminuyó el consumo de quesos (34,1%), de pescado fresco (38,7%) y de frutas (31,7%); pero subió la demanda de azúcar (23,5%), papas (25,8%), pan (18,5%) y yerba mate (14,7%).

En cuanto a salud, según la investigación 9 de cada 10 argentinos está satisfecho con su estado actual, calificándola como buena o muy buena. Aunque las personas de mayor edad perciben su estado como “menos favorable”. Además, casi 7 de cada 10 personas se siente igual, en tanto que el resto se divide de manera equitativa entre quienes se sienten peor y mejor que antes. Aquí también las personas de mayor edad muestran una diferencia, ya que creen estar peor que el año pasado, duplicando al mismo segmento de las edades más jóvenes.

En el mismo informe también se publicaron datos sobre hidratación. En relación con las bebidas, una amplia mayoría de personas consumen agua, soda o infusiones de manera cotidiana. Respecto de las gaseosas, se observa que 1 de cada 10 las consume al menos varios días de la semana, ya sea con o sin azúcar. También el consumo de agua o soda es más frecuente entre las mujeres y, geográficamente, en Córdoba, San Miguel de Tucumán y Corrientes. Por último, casi 4 de cada 10 participantes manifestaron ingerir una cantidad menor a la recomendada por la OMS: dos litros de agua por día. Este consumo deficitario se evidencia con mayor intensidad en las ciudades de Córdoba y Comodoro Rivadavia.

Fuente: www.lmdiario.com.ar