Explosiones: Las que intentaron tapar la corrupción y aquellas que no se produjeron por decisiones de trabajadores

Por Jesús Chirino*

El futuro nunca está escrito con la fatalidad que suelen presentarlo aquellos que pretenden negar esperanza a quienes trabajan para mejorarlo. Es así que artefactos como las bombas, no tienen asegurada su explosión y, mucho menos, ser elementos que ataquen el campo enemigo. Aquí repasamos dos circunstancias en las cuales los explosivos no fueron útiles para los primeros fines que fueron pensados.

En un caso, el poder corrupto no tuvo reparo en hacer explotar una ciudad, en otro, que exhibe mayor nobleza, bombas que cayeron sobre ciudades y no explotaron gracias a la intervención de trabajadores solidarios con la causa republicana en la Guerra Civil Española.

Manos del poder produciendo explosiones para tapar la corrupción

El 3 de noviembre se cumplieron 26 años de las explosiones en la Fábrica Militar de Río Tercero. En aquel día de 1995, cuando faltaban 5 minutos para las nueve de la mañana, iniciaron las explosiones que terminaron causando siete muertos, más de trescientos heridos, daños millonarios y un trauma entre los vecinos que aún los hiere. Rápidamente intentaron instalar que se trataba de un “accidente”, pero no pasó mucho para se entendiera que era un atentado contra la ciudad. Una horrorosa agresión organizada por un poder político que no tuvo reparo en producir esas explosiones para montar un escenario que le permitiera encubrir el tráfico de armas realizado entre 1991 y 1995. En ese período, el entonces presidente Carlos Menem, había firmado decretos para vender armas a Panamá y Venezuela, que terminaron en Ecuador y Croacia mediante operaciones de triangulación que intentaban disimular que el país dejaba de lado sus compromisos diplomáticos. Ese tráfico de armas fue reconocido por la Justicia cuando sostuvo que la explosión había sido intencional, programada y organizada para ocultar un faltante de proyectiles, municiones y explosivos” los que habían sido exportados de manera ilegal. En 2014 fueron condenados directivos de Fabricaciones Militares por “estrago doloso agravado por la muerte de personas”, pero Carlos Saúl Menem pudo escapar de la cárcel.

Quien fuera presidente de la Nación en aquel momento, falleció sin que la Corte Suprema de Justicia terminara de revisar la absolución que se le dictó por prescripción de la causa bajo el pretexto de que la condena por el contrabando no habría quedado firme. El senador y ex presidente murió pocos días antes de enfrentar el juicio por las explosiones en Río Tercero que se realizaría en el Tribunal Oral Federal 2 (TOF 2) de Córdoba, imputado por la voladura intencional de la Fábrica Militar de Río Tercero. Sería un acto de candidez pensar que el expresidente no contó con protección del establishment político-judicial para que no se produjera una condena firme por su responsabilidad en los hechos del 3 de noviembre de 1995. El 14 de febrero de 2021, cuando falleció Menem, el presidente de la Nación decretó tres días de un duelo nacional al cual el municipio de Río Tercero no adhirió. Pedro Salazar, un reconocido exjuez de Río Tercero y militante del colectivo sociocultural “3 de Noviembre” declaró: “Carlos Saúl Menem, el principal responsable de este acto criminal contra Río Tercero, murió impune con la complicidad de la Justicia que cajoneó este juicio durante 25 años. Las explosiones del 3 y 24 de noviembre de 1995 fueron un atentado para encubrir actos de corrupción del gobierno de Carlos Menem”.

Manos trabajadoras inutilizando explosivos en la Guerra Civil Española

En el año 2020 la Universidad de Castilla La Mancha editó el libro “El pasado que no pasa: la Guerra Civil española a los ochenta años de su finalización”. En esa obra, Alfonso López García, de la Universidad San Pablo, escribió un artículo denominado “Bombas que nunca mataron: el sabotaje pacífico durante la Guerra Civil Española” en el cual se proporcionan datos históricos acerca de algo que, por muchos años, circuló sin poder desprenderse de la calidad de mito urbano. Es así que no pocas veces se escribió acerca de las bombas que no explotaban. La primera versión fue periodística y publicada el 13 de noviembre de 1936 en el diario “El Socialista”, fundado por Pablo Iglesias, a cuatro meses de iniciado el conflicto bélico.

El artículo se titula “Una carta que espera destinatario”, citando como fuente al comandante de milicias Egocheaga, quien habría acudido al periódico solicitando la publicación de una carta con un destinatario enigmático para responder a una misiva que le había llegado de manera original dado que “venía franqueada con un obús del quince y medio”. Allí se explica que dentro del proyectil llegó un papel con la frase: “Las mías, camaradas, no estallan. UHP” (Uníos Hermanos Proletarios o Uníos Hijos del Proletariado).

Alguien, trabajando en una fábrica de armamento, se había arriesgado saboteando la bomba e incluyendo un mensaje de ánimo que fue encontrado cuando, al no estallar, fue desarmado. La respuesta de los republicanos escrita en El Socialista dice “Aquí está la carta, entrañable camarada desconocido. Haz lo posible por venir a recogerla, que los hombres de tu temple son aptos en nuestras baterías. De aquí para allá ¡con qué júbilo reventarán tus proyectiles! Ven, camarada: te espera la carta y te esperamos nosotros”.

Diez días después de encontrarse esa carta en la capital del país, en Somosierra otro proyectil que no explotó contenía un papel en el cual podía leerse “camaradas de la Peña: éstas no explotan, somos de los vuestros. UHP”.
Santiago Carrillo, quien llegara a ser secretario general del Partido Comunista de España después de la guerra y Consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid en 1936, supo negar este tipo de sucesos afirmando que esas acciones aparecidas en prensa y novelas eran simplemente fruto de la imaginación o de la propaganda. En entrevistas posteriores se desdijo y, ante las evidencias históricas, aceptó la existencia de las bombas que no explotaban.

Ahora, en el trabajo de Alfonso López García se detalla documentación que testimonia este tipo de acontecimientos. Incluso se citan documentos originados en el sector franquista que alertan acerca de los sabotajes. Notificaciones que llegaron hasta el mismo Franco que mandó vigilar “a los artificieros para evitar casos como el presente y que se dé una orden reservada a los oficiales de artillería”. López García deja bien establecido, y documentado, la existencia de las bombas que nunca mataron. Explosivos que las manos de trabajadores intervinieron para que no dañara a quienes estaban del lado republicano con quienes,  quizás, compartían ideales. Un caso opuesto a cuando las manos del poder intervinieron para que, hace 26 años, se produjeran las explosiones en Río Tercero.

*Docente. Periodista. Secretario General de la Unión de Trabajadores de Estados Municipales (UTEM-CTA). Delegado Normalizador de la CTA Autónoma Regional Villa María

Fuente: www.eldiariocba.com.ar