Ya se sabe, la portentosa crisis en la que nos han hundido el Gobierno Nacional y los miembros del Partido Único del Ajuste no perdona a nadie de los del medio y, sobre todo, de los de abajo.
Pero donde seguramente más golpea es en las dos eslabones más débiles de la cadena de la vida: Los niños y los viejos.
Parece no importarle demasiado al poder que la infancia navegue a la deriva acosada por el hambre y la miseria, y que los ancianos que trabajaron 30 o 40 años para ayudar a construir el país que tenemos, sobrevivan a duras penas con jubilaciones miserables y buena parte de ellos tenga como destino marcado terminar sus días en un geriátrico o algún hospital donde buscan refugio para salvarse del abandono y la indiferencia.
En el Merendero “Estrellitas del Sur”, del Movimiento de Acción Popular (MAP-CTA) de Río Cuarto entra desde más pequeño hasta el más anciano. Ejemplo de solidaridad, Fernanda Amaya y Miguel Quevedo, coordinadores de este espacio en el Barrio Casasnovas, cuentan que tuvieron que comenzar a dar la cena por las necesidades que hay en ese lugar de la periferia riocuartense.
Las organizaciones libres del pueblo han sabido construir a lo largo y ancho del país una red solidaria de merenderos y comedores comunitarios para darle una batalla sin tregua al desamparo, la miseria, la soledad de los que sufren el olvido y la humillación por parte de los gobiernos de turno.
En la periferia se vive en una situación límite y las organizaciones sociales tratan de sostener a la gente para que no haya violencia por el hambre.
La crisis se profundiza día a día y ahora ingresan las personas que se quedan sin trabajo y sin el sustento no les queda otra opción que acudir a los comedores y merenderos para alimentarse.
El Estado –Nacional, Provincial, Municipal- tiene que involucrarse, dejar de hacer diagnósticos de una realidad que todos conocemos a la perfección, y estar presente para cubrir esas necesidades.
La primera necesidad es la alimentación, antes era ropa, pero ahora hay gente que no come.
Existe una crisis que está golpeando a todos los sectores -fundamentalmente a chicos y viejos-, pero las barriadas humildes son las más perjudicadas.
Se acabaron las changas, las obras están paradas, se recortan los días de trabajo y los ingresos y el hambre no espera.