Hay un femicidio impune: ¿Quién se hace cargo?

Por Florencia Igarza

Ya pasaron algunas horas, algunos días desde que el juez Daniel Vaudagna pronunció las palabras “el juicio ha concluido, muchas gracias”. Tanto se ha escrito desde ese momento, tanto más se ha escuchado en los medios de comunicación, en edificios tribunalicios, en la calle, en una charla de café. Sin embargo, lo importante, lo único verdaderamente importante permanece y permanecerá inalterable. No hubo justicia. No hay justicia. No habrá justicia por Nora Raquel Dalmasso.

En su alegato final, el fiscal Julio Rivero solicitó que se siga investigando para que se pueda determinar qué ocurrió en la madrugada del 25 de noviembre de 2006 ya que desde su óptica el asesino está en el cinto de la bata, en un ADN “desconocido”. Por supuesto que sabe, todos y todas sabemos, que la causa para el autor material prescribió el año pasado. En definitiva, el pedido se vincula a lo que se conoce como ‘derecho a la verdad’. Después de todo lo que ocurrió en este proceso, ¿alguien tiene alguna expectativa?

“Va a ser sumamente difícil pero tenemos un ADN. Es cuestión de encontrarlo”, respondió ante la prensa Juan Dalmasso, hermano de Nora, tras conocer la absolución a Marcelo Macarrón. Y adelantó que muy probablemente en este nuevo proceso se presente como querellante. Sí, ahora sí. Es que, claro, si hay algún aprendizaje que deja este juicio es la importancia, lo determinante que haya querella. En su caso, ¿lo sabía o recién advirtió la relevancia de esta parte procesal entre marzo y julio 2022?

“Nora no está. ¿La defiendo yo? Ningún problema. La defiendo yo. Pero acá tendría que haberla defendido la familia”, manifestó el fiscal en un reproche directo a la baja de querella a la que consideró “consecuencia de un pacto”. Y así fue, a Nora nunca la defendió nadie en 16 años.

Tratemos de creer. Imaginemos el escenario más optimista: la sociedad logra saber quiénes fueron los autores materiales e intelectuales del femicidio de Nora Dalmasso. Bien. Conocemos la verdad pero justicia nunca habrá. A los autores ya no se los puede perseguir penalmente. El asesino gozará de plena libertad siempre. El asesino está en libertad. Está suelto ahora mientras vos estás leyendo esto. Y riéndose del bochorno que es la ‘justicia’ riocuartense, por supuesto.

Rivero suele expresarse y graficar aspectos o momentos procesales con metáforas futboleras. Me sumaré a ese código porque, sí, obvio, las mujeres también sabemos decodificarlo, aunque les cueste o moleste creerlo. No hay señal más contundente que el hecho de que una causa quede impune para darnos cuenta que el Poder Judicial se fue a la B.

Y nadie pedía ni pide condena porque sí para los imputados (en este caso el único era Marcelo Macarrón). Nadie busca que se viole el ‘in dubio pro reo’ si no hay pruebas. En caso de que así fuera tampoco habría justicia y, además, implicaría un agravante: estaríamos en peligro todos y todas. Lo que se exige es que las investigaciones y los debates orales se realicen como se deben realizar. Y no, no es el periodismo el que dice cómo se hacen las cosas. Lo establece la ley. El punto es cumplirla y hacerla cumplir. Y acá fue el mismísimo fiscal de cámara el que afirmó que ni siquiera había nivel de probabilidad en la acusación que Pizarro elevó a juicio. ¿Qué adjetivo calificativo se puede utilizar para esto?

Es cierto que jurídicamente no se podía abordar como ‘femicidio’ ya que el crimen de Nora Dalmasso ocurrió en 2006, seis años antes de que la figura se incorpore al código penal argentino. Sin embargo, ‘femicidio’ no es sólo un concepto jurídico. Es, también y fundamentalmente, político.

Sólo una testigo se animó a hablar de femicidio entre los más de 70 que desfilaron por Tribunales. María del Carmen Pelleriti de Gaona, amiga de Nora (aunque siempre hubo una confusión respecto de quiénes eran las verdaderas amigas de la víctima), introdujo en su declaración cifras de femicidios. Cerca del 64% son cometidos por parejas o ex parejas, mencionó.

Fue, quizá, el único momento en que hubo algo parecido a perspectiva de género durante el juicio. Es decir, mencionar a las cosas por su nombre y aportar un poquito de datos duros al debate. El resto fue una revictimización tras otra hacia Nora Dalmasso. Y así durante 16 años.

Si bien es cierto que al comienzo del juicio el fiscal había dicho que a este caso había que analizarlo en contexto de violencia de género y en su alegato final pidió declarar a Nora víctima de violencia de género, todo eso fue más en tono de declamación que otra cosa. Traducido: el juicio por el femicidio de Nora Dalmasso hubiese tenido realmente perspectiva de género si la aplicaban en lugar de sólo pronunciarla. Es decir, si hubiesen investigado (en etapa instructoria) y juzgado (en el debate oral y público) a fondo y considerando uno y cada uno de los artículos de las leyes para proteger a la víctima del caso. Pero nada de eso ocurrió. Es más, se utilizaron explícita y/o implícitamente argumentos que parecen ser feministas a simple vista pero que son una fachada y van a contramano de lo que podría haber sido justicia para la víctima.

Gabriela Macarrón, hermana del imputado, fue consultada por el fiscal sobre qué le parecía, qué opinaba respecto a que Nora Dalmasso estuviese con otro hombre mientras su esposo estaba a miles de kilómetros. Más allá de las intenciones que haya tenido Rivero con esa consulta, lo que preguntó fue eso. Tan desconcertante y lamentable nos resultó a todos y todas que la cara de la testigo y la de los y las periodistas que estábamos en la sala de prensa fue casi la misma. ¿Qué onda esa pregunta?

Ah pero Guillermo Albarracín muy probablemente no haya sido citado para no revictimizar a Nora Dalmasso. Claro, como era el amante que el expediente confirmó, seguramente su presencia en el juicio hubiese alimentado una revictimización. ¿Sí? ¿El tratamiento imprudente e irresponsable en materia de género está en las presencias/ausencias de las y los testigos o en las preguntas que les formulan? Me inclino por la segunda opción. Más aun teniendo en cuenta que Albarracín no era solamente el amante de Nora Dalmasso. Era uno de los golfistas que estaba en Uruguay con Macarrón, golfistas de los cuales varios fueron llamados a declarar en estos cuatro meses. Pero Albarracín no. Y, como si fuera poco, es la última persona con la que Nora Dalmasso mantuvo contacto vía mensajes de texto. ¡Vaya si era importante su testimonio! ¿Y si aportaba un dato clave para esclarecer el hecho y para que realmente se haga justicia por Nora? Nunca lo sabremos.

Desde el Consejo Municipal de Género han explicado públicamente varias veces que “las personas del Poder Judicial tienen su propio sistema de capacitaciones” y las formadoras de Ley Micaela nunca han tenido respuesta de por qué se desarrolla de esa manera. El juicio a Macarrón fue una muestra de que gran parte de los funcionarios y funcionarias judiciales tienen un déficit importantísimo en materia de género.

El mismo señalamiento se podría hacer para los medios de comunicación, obvio. Ningún ámbito está lo suficientemente deconstruido como para arrojar la primera piedra.

Ahora bien, no nos confundamos. El femicidio quedó impune pura y exclusivamente por el Poder Judicial, no por el periodismo. Entonces, siguiendo a Rivero, del ‘mejor Poder Judicial del país’ (sic), ¿quién se hace cargo?

Fuente: www.picara.ar