Por Néstor Formía*
En un trabajo final para la Diplomatura en Fortalecimiento de Organizaciones Sociales, Políticas y Territoriales de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC), se demuestra que en Río Cuarto y su región se presentan como un espacio dinámico, con fuerte presencia del sector agroindustrial, comercial y de servicios, una intensa vida universitaria y un entramado social diverso. Sin embargo, detrás de esa imagen de crecimiento y modernidad, convive un problema estructural que atraviesa a la comunidad: La desigualdad y pobreza extrema.
Quienes habitan la ciudad reconocen que existen profundas brechas económicas y sociales que se reflejan en el día a día. El acceso al trabajo, a la vivienda, a la salud y a la educación no está garantizado de manera equitativa. Mientras algunos sectores concentran riqueza y oportunidades, otros quedan relegados a condiciones de precariedad, pobreza, marginalidad que limitan su desarrollo.
Causas de una desigualdad persistente
La concentración económica y la falta de decisiones políticas de dirigentes (presionados por el poder real) son las claves para entender este fenómeno. El modelo productivo dominante, ligado a la agroindustria y a determinados servicios, genera riqueza, pero no logra distribuirla de manera justa. La mayor parte de los beneficios queda en pocas manos, mientras gran parte de la población sobrevive con ingresos inestables.
A ello se suma un mercado laboral que expulsa a quienes no tienen formación o capacitación específica. Jóvenes y adultos encuentran crecientes dificultades para acceder a empleos de calidad, lo que reproduce un círculo vicioso de pobreza y exclusión, donde es un caldo de cultivo para las adicciones, tráfico de drogas, violencia y muerte en zonas marginales.
Otro factor señalado es la pérdida del poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, que afecta directamente a sectores populares y a quienes dedicaron su vida al trabajo. La brecha se amplía aún más por la falta de políticas públicas sostenidas que logren articular esfuerzos entre el Estado, el sector privado y las organizaciones sociales.
En lo territorial, el contraste es visible: barrios con infraestructura consolidada conviven con zonas periféricas sin servicios básicos, y la brecha digital se transforma en una nueva forma de exclusión. La desigualdad, así, se expresa en los cuerpos, en los hogares y en los barrios de la ciudad, la cual se acrecentó aún más con la pandemia.
Caminos posibles: Propuestas y estrategias
Frente a este panorama, distintas miradas de referentes locales coinciden en que es necesario un cambio de rumbo. Entre las propuestas más destacadas aparecen:
- Fortalecer la economía social y solidaria, apoyando cooperativas, emprendimientos comunitarios y experiencias de autogestión que generen trabajo digno.
- Impulsar programas de formación y capacitación laboral, especialmente para jóvenes, con el objetivo de ampliar oportunidades en un mercado laboral cada vez más exigente.
- Reformular el sistema impositivo con criterios de progresividad, para que quienes más tienen aporten más, y los recursos se orienten a políticas inclusivas.
- Promover la participación ciudadana en las decisiones públicas, construyendo consensos que permitan sostener políticas en el tiempo, más allá de los cambios de gobierno.
- Garantizar acceso equitativo a servicios básicos, salud, vivienda y conectividad digital, entendidos como derechos y no como privilegios.
Un desafío colectivo
La reducción de la desigualdad en Río Cuarto no puede depender únicamente del Estado, aunque este tiene la responsabilidad principal de garantizar derechos. Es indispensable articular esfuerzos entre el sector público, las organizaciones sociales y la ciudadanía organizada.
Las experiencias locales demuestran que cuando hay organización comunitaria y compromiso político, es posible generar cambios reales. Pero para consolidarlos se necesita continuidad, planificación y voluntad de transformar las estructuras que sostienen la exclusión.
La desigualdad, más que una estadística, es una realidad que atraviesa la vida cotidiana de miles de vecinos y vecinas. Enfrentarla es una tarea urgente, no solo para mejorar las condiciones materiales de existencia, sino también para fortalecer la democracia (debemos intentar construir una democracia participativa con poder popular). Porque una democracia real no puede asentarse sobre la injusticia social, sino sobre la base de la igualdad, la justicia y la dignidad para todos y todas.
*Diplomado y Especialista en Gestión Social de Instituciones Educativas (FLACSO). Vicepresidente del Centro de Jubilados y Pensionados de ATE Río Cuarto. Vocal de la CTA Autónoma Regional Río Cuarto