La segunda Guerra Fría

OPINIÓN

Por Mariano Vázquez

Hay una disputa por el control geopolítico en el mundo. Es la guerra comercial entre Estados Unidos y China, que moldeará al siglo XXI y a las relaciones de poder en todo el globo. ¿Qué rol le toca a América Latina en este escenario?

Tras estar enfocado en Medio Oriente, Estados Unidos volvió a poner los pies en el plato latinoamericano. Tras la caída de la Unión Soviética, en 1991, la potencia hegemónica vuelve a sentir la amenaza de un nuevo rival global, poderoso e influyente: China. Un contrincante de temer.

China ha tomado una decisión estratégica: expandir su pujanza. Por eso, además de su histórica presencia en Asia, ha encausado proyectos de envergadura en Europa y África. Y desde hace cinco años, su presencia en América Latina se ha incrementado exponencialmente. En los últimos 15 años ha multiplicado en 22 veces el volumen de su comercio con esta parte del mundo.

El Foro Económico Mundial informó que desde 2003 China ha invertido más de 110.000 millones de dólares en la región. Pekín es hoy el principal socio de Argentina, Brasil, Chile, Perú y Uruguay, y el segundo de México.

Otros hitos en el continente han sido los reconocimientos diplomáticos de Costa Rica (2007), Panamá (2017) y El Salvador (2018) a la República Popular China; la creación en Venezuela de la empresa petrolera binacional Sinovesa para explotar de la Faja del Orinoco; o el proyecto del canal interoceánico en Nicaragua.

Para contrarrestar esta situación, Washington avanza en la puesta en marcha de una nueva agencia gubernamental: The U.S. International Development Finance Corporation, que financiará proyectos de infraestructura en el continente. Se habla de cifras que oscilarían los 50.000 millones de dólares.

Pero mientras Estados Unidos retrae su economía al interior de sus fronteras, China las abre.

Ruta de la Seda 

En el siglo I A.C., China comenzó a extender sus rutas comerciales. El lucrativo negocio de la seda se propagó por toda Asia y, además, conectó a Europa y África. Es conocido mundialmente, incluso, como un atractivo turístico.

Pekín avanza hoy en una nueva ruta de la seda, también conocida como “Iniciativa de la Franja y la Ruta”, que además del viejo itinerario, suma a América Latina y al Caribe.

Este mega-proyecto marítimo y terrestre no sólo es comercial, incluye también infraestructura, seguridad, finanzas y cultura.

La guerra comercial con Estados Unidos ha profundizado esta iniciativa central para el Estado chino. Ya se contabilizan más de medio millar de proyectos en todo el mundo, que incluyen carreteras, puertos, puentes, líneas de ferrocarril, centrales energéticas, oleoductos y gasoductos.

El 22 y 23 de enero de 2018, en Santiago de Chile, se realizó la Segunda Reunión Ministerial entre la Confederación de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la República Popular de China. Fue un encuentro que ratificó el acercamiento entre ambos bloques.

Atención a este fragmento del documento final: “Los países de América Latina y el Caribe forman parte de la extensión natural de la Ruta de la Seda Marítima y son participantes indispensables de la cooperación internacional de la Franja y la Ruta”.

Esta declaración —que excede lo comercial— ha generado la reacción airada de los Estados Unidos. Un ejemplo es la elocuente afirmación del entonces secretario de Estado, Rex Tillerson, durante un discurso pronunciado en la Universidad de Texas, el 1º de febrero de 2018. “América Latina no necesita un nuevo poder imperial que sólo busque beneficiar a su propia gente (…) China ofrece la apariencia de un camino atractivo para el desarrollo, pero esto en realidad implica a menudo el intercambio de ganancias a corto plazo por la dependencia a largo plazo”, dijo el exfuncionario que en su declamación acepta tácitamente que se trata de una disputa interimperialista.

Ningún bloque de poder es hoy indiferente a la disputa por la supremacía entre Estados Unidos y China, que determinará las relaciones internacionales en este período y marcará hacia dónde se desenvolverá el siglo XXI.

Apuesta constitucional 

Tal es el nivel de importancia que tiene para China la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que esta ha sido incluida en octubre de 2017 en los estatutos enmendados del Partido Comunista chino (PCCh). Además, eliminó el límite de dos mandatos para el presidente (10 años). Esto le permitiría a Xi Jinping seguir gobernando el país más allá del 2022, fecha de expiración de su segundo mandato.

Se corrobora así el liderazgo de Xi Jinping, secretario general del PCCh y presidente del país. Es suyo, además, el viraje producido en la política exterior con el lanzamiento de la nueva ruta de la seda que pretende arrebatar a Estados Unidos el liderazgo mundial.

El objetivo de China es ser la primera potencia mundial.

Ya no hay perfil bajo en las relaciones internacionales, Pekín busca estampar su impronta en el mundo globalizado.

Los analistas internacionales colocan a Xi Jinping como uno de los tres grandes transformadores de la historia contemporánea china, junto a Mao Tse-tung (el fundador de la República), y Deng Xiaoping (el impulsor de las reformas económicas).

El estatuto enmendado de congreso del Partido Comunista también incorporó la noción de “pensamiento de Xi Jinping”.

Cabe recordar que este año se realizará la segunda Cumbre de la Ruta de la Seda. A la primera, en 2017, asistieron delegaciones de 110 países y 29 jefes de Estado. Se descuenta que esa cifra aumentará significativamente.

¿El temor de Estados Unidos reside en que China puede ofrecer al mundo un modelo de desarrollo alternativo y eficiente al vetusto sistema capitalista?

Fuente: www.clate.org