Las cosas por su nombre: “El atentado” en Río Tercero y no “las explosiones”

Por Fabián Menichetti*

La muerte de Carlos Menem, colocó nuevamente en la agenda mediática nacional lo sucedido hace más de 25 años en Río Tercero, con el “atentado” en Fábrica Militar. Sin embargo, más allá de que sea una cuestión semántica, a lo sucedido se lo sigue denominando “explosiones de Río Tercero”, esto es la consecuencia, no la causa que las generó.

Cuando se alude en los medios más grandes o más chicos a Río Tercero, cuando hicieron volar a la Fábrica Militar el 3 de noviembre de 1995, los títulos suelen ser “las explosiones” o “la voladura”, lo que si bien puede ser parte del campo de la semántica, minimiza aquel hecho: se refiere a las consecuencias, no a la causa de las mismas, teñida de perversión.

La semántica aborda el estudio de diversos aspectos del significado, sentido o interpretación de signos lingüísticos como símbolos, palabras, expresiones o representaciones formales. ¿Importa cómo se alude a un hecho en particular? Sí, claro. No es lo mismo señalar que una persona murió en un accidente que en un asesinato. Lo primero, es doloroso. Lo segundo, además de doloroso, es brutal: le quitaron la vida.

Con un hecho social, en donde fueron damnificadas miles de personas, no es menor la terminología que se utiliza. Si en Río Tercero se hubieran producido los estallidos por un accidente, diferente sería la forma de referirse al hecho: “explosiones”, “catástrofe”, entre otros. Tal lo expuesto previamente, señalar que una persona falleció en un accidente no es lo mismo que indicar que esa persona murió asesinada. Hay una diferencia. Simplificar con “explosiones” un “atentado”, también como está indicado, es minimizar dicho suceso. Están quienes repasan el cuerpo de una noticia o columna, y están quienes sólo leen el titular.

Desde el inicio se plantó la teoría del accidente. Lo hizo el ya fallecido Carlos Menem a horas de que la industria estatal resultara devastada, cuando habló de un “lamentable accidente” y descartó de plano la posibilidad de un “atentado”. No había pericias que arrojaran luz sobre lo sucedido aún. Las detonaciones habían sido brutales, y los medios comenzaron a titular: “la explosión de Río Tercero” o “las explosiones de Río Tercero”. La Justicia, en tanto, en los primeros años, se mantuvo sólo en la hipótesis accidental. Esa manera de referirse a lo sucedido, también se hizo fuerte en el vocabulario común.

Todo parecía encajar: la hipótesis oficial sobre el “accidente”; la determinación de la Justicia de avanzar en ese sentido; y, a pesar del surgimiento de pruebas que determinaban que podría ser “un atentado”, los titulares continuaron hablando de “explosiones”. Sólo en contados casos, se aludió al “posible atentado” o “hecho intencional”. Debe recordarse que en 2014 el Tribunal Oral Federal Número 2 de Córdoba, no los medios, en sus fundamentos de la sentencia del juicio que terminó con cuatro condenas, ratificaba que fue un atentado.

Señalaba: (…) Las conclusiones a las que hemos llegado en los apartados precedentes (…) nos han llevado inexorablemente al pleno convencimiento que se trató de un atentado explosivo provocado de modo intencional, organizado y direccionado, para concretar el móvil de lograr el ocultamiento de pruebas para la investigación del contrabando de material bélico y la consiguiente impunidad de sus autores y cómplices (…)  Se reitera, por si acaso, lo señalado por los jueces: (…) se trató de un atentado explosivo (…)

Pasaron de aquel momento nada menos que seis años y en los medios de llegada masiva y en muchos otros titulares continúan aludiendo a “las explosiones de Río Tercero” o a “la voladura de Fábrica Militar”. Por supuesto que fueron las explosiones y la voladura, pero las mismas surgieron de un plan diseñado perversamente para destruir pruebas de un ilícito, con todo lo que eso significa socialmente para la ciudad y el país. Se trató de “un atentado”.

Claro que los medios no tuvieron una responsabilidad en calificar a lo sucedido como “explosiones”. Así se instaló oficialmente desde el inicio, porque se afirmó que era un “accidente”. Con el tiempo eso fue cambiando, con el surgimiento de profusas pruebas desmintiendo las hipótesis iniciales del hecho fortuito. También con el tiempo y un fallo judicial que lo confirma, debería cambiarse la forma de aludir a lo ocurrido en 1995.

No se trata solo de un título de una noticia, sino de otorgarle al hecho que la genera la gravedad del mismo. Sin intención, obvio, en el tratamiento informativo, se termina por minimizar un suceso de extrema perversión: el atentado en una industria estatal y a la ciudad en la que se encuentra la misma. Es sólo señalar el resultado del hecho, no la causa. Se recuerdan dos atentados en el país, AMIA y Embajada de Israel, atroces, por supuesto, pero no siempre en los medios figura el “atentado” sufrido por Río Tercero en la misma década, excepto ahora debido a que el municipio decidió no adherir al duelo nacional.

Se instaló el término “explosiones”, y hasta a los propios riotercerenses aún les cuesta pronunciar “atentado”, algo que si en los diferentes medios se reflejara en sus títulos, seguramente no sería así. Se habría dimensionado, por lo menos en los últimos años (aunque en la ciudad que lo padeció está claro), la gravedad de dicho suceso que conmovió a una sociedad. Es hora de que se comience a hablar e informar del “atentado” que generó aquellas devastadoras explosiones. No fueron por un accidente, sino por algo premeditado.

Puede parecer un detalle irrelevante, aunque no deja de ser importante.

Es otorgarle al hecho la gravedad que el mismo tuvo, también desde las palabras.

Y no es un dato menor.

*Locutor. Periodista. Editor Tercer Río Noticias. Director periodístico Mestiza Rock. Autor de los libros: “Noviembre” (1997) y “Esquirlas de Noviembre” (2011)

Fuente: www.3rionoticias.com.ar