Memoria obrera: La vida de Simón Radowitzky

Por Hernan Vinchuka
Un 10 de septiembre de 1891 nacía en Stepanivka, actual Ucrania, el militante anarquista y vindicador Simón Radowitzky. De origen humilde, abandonó sus estudios a los diez años y trabajó desde joven como herrero. Más tarde ingresó como jornalero en una metalúrgica y, durante una manifestación por la reducción de la jornada laboral, fue herido y condenado a cuatro meses de prisión. En el marco de la revolución rusa de 1905, en un clima de intensa agitación política, fue elegido segundo secretario del soviet de la fábrica donde trabajaba.
Tras el restablecimiento del zarismo debió exiliarse para evitar ser enviado a Siberia, llegando a la Argentina en 1908. Se radicó en Campana, donde trabajó en el Ferrocarril Central Argentino y entró en contacto, a través de la FORA, con otros anarcosindicalistas de origen ruso.
El 1º de mayo de 1909 participó en la manifestación organizada por la FORA en Plaza Lorea, en el barrio de Monserrat, donde los anarquistas conmemoraban desde 1890 a los mártires de Chicago. El coronel Ramón Falcón ordenó reprimir con tropas de infantería y caballería, lo que dejó un saldo de ocho muertos, cuarenta heridos y dieciséis detenidos. Una semana después, el movimiento obrero respondió con una huelga general que movilizó a más de 80.000 trabajadores y fue nuevamente reprimida, en lo que se conoció como la huelga general de mayo de 1909.
Meses más tarde, Radowitzky atentó con una bomba contra el Coronel Falcón y su secretario privado, Alberto Lartigau, en represalia por la represión. Fue condenado a la pena capital, pero gracias a la presentación de su partida de nacimiento, que probaba su minoría de edad, la sentencia fue conmutada por reclusión perpetua en el penal de Ushuaia.
En noviembre de 1909, en una acción conjunta de anarquistas chilenos y argentinos —entre ellos Apolinario Barrera, Miguel Arcángel Roscigna, Ramón Cifuentes y Ernesto Medina—, intentó fugarse en un bote rumbo a Punta Arenas, pero fue recapturado. Permaneció preso hasta 1930, cuando, tras numerosas campañas y huelgas por su libertad, fue indultado por el presidente Hipólito Yrigoyen y condenado al destierro.
Gracias al apoyo de anarquistas uruguayos se estableció en Montevideo, donde retomó su oficio de mecánico. En 1934 el gobierno uruguayo intentó expulsarlo aplicando la ley de extranjeros indeseables, por lo que pasó seis meses encarcelado antes de ser liberado.
Al estallar la guerra civil española se unió a las Brigadas Internacionales, integrándose en la 28ª División de Gregorio Jover, con la que combatió contra el fascismo. Tras la derrota republicana en 1939 se exilió en Francia, donde fue internado en el campo de concentración de Saint Cyprien.
Luego se trasladó a México, donde trabajó en una fábrica de juguetes. Murió el 29 de febrero de 1956, víctima de un paro cardíaco, a los 65 años.