Una lanza en el pecho, rematado a tiros y decapitado: La cruel muerte del Chacho Peñaloza

Por Adrián Pignatelli

El 12 de noviembre de 1863 lo mataron. Ya vencido por tantos años de luchas, se había entregado. Símbolo de la resistencia del interior al poder centralista porteño, fue un líder querido con devoción y respetado hasta por sus propios enemigos
“Yo lo vide con mis propios ojos. Las gentes del pueblo lo querían mucho, y los dones y dotores lo respetaban”(sic), recordó Sixto Santillán, un muchacho que por 1860 trabajaba de zapatero en Tucumán y el hombre le había encargado un par de botas. Al irse, le regaló una onza de oro y le dijo que cuidase y respetase a su madre.
Ese hombre era Ángel Vicente Peñaloza, nacido en Guaja, La Rioja el 2 de octubre de 1798 en un caserío a la vera de la ruta provincial 29. Era de mediana estatura, tez blanca, ojos azules y pelo rubio, de bisabuelo aragonés y de una antigua familia riojana. Pedro Vicente Peñaloza, su tío cura que lo crió y que por esas cosas de la vida no podía pronunciar bien “muchacho”, lo llamó, de niño, Chacho.
Desde joven estuvo en la milicia. Fue herido por primera vez en El Tala, en 1826, cuando recibió un lanzazo en su costado, peleando junto a Facundo Quiroga, que le decía “Chachito”. Se hizo conocido por la arriesgada maniobra de enlazar cañones enemigos. En ese combate fue ascendido a capitán. Lo de los cañones lo repetiría en La Tablada y Oncativo.
Era un hombre bueno, tranquilo y leal que en 1822 se había casado con Victoria Romero, una chica de una familia acomodada de Tama. Tuvieron una hija, Anita, y adoptaron a un varón, Indalecio, huérfano de un familiar.
En el combate de La Ciudadela fue ascendido a teniente coronel. Siguió enlazando cañones y su fama y arrojo lo llevó a ser jefe de la escolta de Quiroga.
Fuente: Historia del Federalismo Rioplatense