A 16 años del asesinato del docente Carlos Fuentealba

Por Jorge Jaunarena*

El 4 de abril de 2007, los docentes de Neuquén reclamaban la recomposición salarial, el pase a planta permanente de todos los contratados y el pase al básico de los aportes no remunerativos, entre otras reivindicaciones. Sin embargo, no obtuvieron ninguna respuesta. Deciden, en asamblea, cortar la Ruta Nacional 22 (a la altura de Arroyito). El gobernador de la provincia, Jorge Sobisch da la orden de reprimir. Los efectivos de la policía de la provincia empiezan a arrojar gases lacrimógenos y balas de goma, acompañados también por un carro hidrante. Muchos de los Docentes se refugian en una estación de servicio cercana y otros son perseguidos por policías a pesar de ya haberse retirado de la ruta.

Es entonces cuando el Cabo José Darío Poblete dispara, a unos dos metros de distancia, una granada de gas lacrimógeno hacía el Fiat 147 donde, en el asiento trasero, viajaba Carlos Fuentealba. El proyectil atraviesa el vidrio del auto y le impacta en la nuca, causándole un hundimiento de cráneo. Los demás manifestantes no podían comprender lo que acababa de pasar. Entre gritos, llantos y desesperación, rápidamente llamaron a una ambulancia para que traslade a Carlos al hospital más cercano, donde murió dos días más tarde.

Gracias a la lucha docente, el martes 8 de julio de 2008, la Cámara Criminal Primera de Neuquén condenó a prisión perpetua con la inhabilitación absoluta y perpetua al policía Darío Poblete. Esta sentencia se conoció como Causa Fuentealba. Sin embargo, la lucha no termina, se sigue exigiendo que se castigue a los responsables intelectuales y políticos, con el ex-Gobernador de la provincia, Jorge Sobisch, a la cabeza.

Postales de la represión

Este relato lo grabé hace unos días ante el pedido de unas compañeras de ATEN:

Mi hermana siempre estuvo en ATEN, movilizando, creo que fue delegada. Ese año, fue en Semana Santa. Yo estaba viviendo en La Plata fui a Neuquén a visitar a mi familia.

Ni bien mi hermana me fue a buscar a la terminal de ómnibus, me contó todo lo que  estaba pasando, que estaban cortando el puente. Entonces, me llevó directamente a cortar el puente con los bolsos en el baúl. Así fue mi inicio de Semana Santa en Neuquén y ahí también estaban mis mejores amigos cortando el puente y movilizados con este reclamo docente.

Mi mamá no se encontraba en Neuquén, estaban mi hermana y mi sobrino, entonces mi hermana me decía,  “me voy  a Arroyito,  mañana me voy a la movilización. Vos  cuídame al Valen, que mañana es la movilización”.  Le contesté “No, de ninguna manera, cuídalo vos, que es tu hijo. Yo voy  a la movilización de Arroyito”. Eso fue una tranquilidad para mí, que  mi hermana se quedara en Neuquén y que yo fuera a movilizar con las compañeras y compañeros, porque me daba seguridad. Yo venía de La Plata, de un lugar dónde no digo que las represiones son comunes, pero nos han reprimido bastante al movimiento universitario acá. Ya había estado en represiones, gases lacrimógenos, todas esas cuestiones de una policía muy feroz y represiva, que es la de la provincia de Buenos Aires y específicamente, en la ciudad de La Plata.

Estaba muy preocupado cuando me decían que ya estaba la orden de la jueza de despejar la ruta. La verdad, que no estaba muy de acuerdo con ir a Arroyito, me parecía que estábamos muy  desprotegidos. Obviamente ya sabía cómo era allá y cómo venía la policía de Sobisch, las fuerzas de seguridad de Sobisch y esa visión tan asesina que tenía. De hecho, la noche anterior  nos juntamos con amigos, por esto de ir a  Arroyito y uno de mis amigos y la compañera –era un matrimonio de acá que después se fue a vivir allá-, estos compañeros me decían “no pasa nada” y yo les decía, “mirá no pasa nada hasta que pasa”.  Eso me lo habían enseñado esas represiones en La Plata. Mi amigo encima me dijo, “cuídame a mi compañera”, o sea que cuide a su esposa, lo cual también ya me ponía un poco tenso en la situación.

Al otro día arrancamos. Yo iba a haciendo chistes con las docentes. Diciendo “el día anterior llegué por Semana Santa y me tengo que ir a Arroyito, venía a descansar”. “Te llevamos milanesita”, me decían. Ya cuando empezamos a salir a la ruta, eran tremendos los operativos policiales. Bajaban a los docentes de las combis. Una cosa que yo jamás en mi vida vi.  Supongo que solo es comparable con lo que sucedía en la dictadura cívico-militar-eclesiástica. Revisaban a la gente, la hacían bajar de las combis y les pedían papeles e iban llenándolos como en planillas. Una  cosa tremenda. Iba en un estado de alerta importante.  Sentía que algo complicado y represivo se venía.

Estas alertas a uno se le van encendiendo por dentro, pero toda la fuerza, toda la pasión, que se le ponía a esa movilización, la verdad es que superaba todo.  A uno también lo fortalecía. La gente, ese proceso colectivo de esa lucha, era algo maravilloso con tanta gente movilizada.  Encima, cómo es el perfil de las movilizaciones docentes, dónde hay familias y niños/as/es.  Eso también te fortalecía para seguir adelante.

Llegamos a Arroyito, en este marco, viviendo todo esto en la ruta. Nosotros íbamos en auto, éramos tres.  Empezamos a bajar. Las compañeras que iban con la sillita, o la reposera para sentarse y cortar la ruta. Con  canastos y cosas. Veo que había mucha fuerza de seguridad y cuando me estoy acercando al frente, veo que estaban como negociando y hablando con las fuerzas de seguridad. Me llamaba la atención también, las caras de la fuerza de seguridad, ese gesto, esa cosa de que se venía algo complicado. Cuando me estoy acercando, estoy a cuatro o cinco metros, están viniendo los del frente. Por lo que me cuentan, les dijeron “les damos cinco minutos o desalojamos nosotros”.  Eso me lo dijeron después. Cuando estos compañeros vuelven, para decirnos esta es la situación. Ni bien veo eso, empiezo a sentir tun, tun, tun, tun y la gente que empieza a correr. Todos empezamos a correr, mi amiga que iba conmigo empezó a correr y la vi que enseguida iba casi camino al auto. Iba un poco más lento, tratando de ver si podía ayudar en algo, pero no. Hasta que entran a tirar gases por todos lados, entonces también entro a correr.  Se transforma en una represión feroz. Hay algo que me quedó grabado, es que empiezo a correr y como los gases venían desde mi espalda, porque yo corría no en dirección  a la policía, sentía tuc, tuc, tuc, como iban pegando contra el piso. Parecía el piso hueco. Un ruido tremendo al lado mío. Así era lo que se sentía. Lamentablemente, con una de esas bombas de gas lacrimógeno, lo matan a Fuentealba.

Entonces empiezo a correr de espaldas, mirando hacia el frente. Porque digo, un gas de estos me va a pegar en la cabeza. Eso es lo que pensé, esto  me va a pegar en la cabeza. Giré y empecé a correr marcha hacia atrás, pero mirando los gases que venían, para tratar de esquivarlos, porque eran un montón. La gente corría, ya era un escándalo. Yo empecé a correr hacia el auto. Recuerdo que mi hermana  me mandaba mensajes de texto, en ese momento. Mientras yo trataba de  responder  “cómo estás, cómo estás”.  Recuerdo que era radio Calf, la que estaba transmitiendo la movilización que había en Neuquén, yo trataba de responder.  Todo bien. Ya la tercera vez que me dice, “cómo estás”, ya no le contesté más, porque no podía estar tecleando con las letritas ahí, en el medio de semejante situación.  Así que dejé de contestarle. Corrí y corrí. Llagué al auto y estaba  mi amiga y mi compañero y nos metimos en el auto y arrancamos.  Cuando arrancamos, sentíamos que ya venía toda la represión, los móviles policiales, los camiones. Todos, es como que nos cercan. Nosotros, casi que quedamos atrás. Porque el auto nuestro estaba muy cerca de dónde empieza la represión. En un momento sentía primero, que íbamos a chocar contra otros autos, porque éramos un montón de autos que corríamos por la ruta, que queríamos arrancar de ahí y alejarnos de la represión. Por los dos costados de la ruta y por atrás obviamente, nos empiezan a encerrar las fuerzas de seguridad con sus camiones, camionetas, autos, etc.  Fue una sensación fea, porque en un momento sentíamos que quedábamos encerrados. Mi compañero que estaba manejando  ahí, en un momento pisó el acelerador y salimos. Tengo entendió, que ahí, en esa salida con los autos, uno de esos autos era el del profe, el maestro Carlos, como le dice mi sobrino.  El maestro Carlitos Fuentealba. Era uno de esos autos que andaba cerca de mí, cuando  huíamos. Porque después, vimos algunas filmaciones que habían hecho los mismo compañeros de ATEN.

Llegamos como a guarecernos en el pueblo. Yo no sé, pero ahí me encuentro con una amiga de muchísimos años, que era secretaria gremial de ATEN. Ahí nos enteramos que había un herido, pregunto y me dicen que no pasó nada. Que había un herido, pero que no pasó nada. Ahí hacemos como una asamblea, digo tenemos que irnos de acá, vamos a la ciudad. Hagamos lo mismo en la ciudad, que por lo menos nos ve la gente y eso. Porque acá estamos muy desprotegidos.  La verdad, que nunca vi tanta represión, tantos gases lacrimógenos, balas de goma y era un lugar muy como desierto. No tenía resguardo, estaba muy descampado. Vamos a la ciudad, vamos a la ciudad. Mi amiga me dice, “¿me llevás a la ciudad?”, y ahí medio que entramos a mover en el auto y con esta compañera de la secretaría gremial, rumbo a la ciudad. Venían los compañeros atrás y fue por ahí, que nos empezamos a enterar que un compañero estaba complicado por la represión y que podría ser más grave de lo que nos habían dicho en principio.

Esto lo confirmamos directamente, cuando  llegamos a Neuquén. Ahí, me acuerdo, que había una gran movilización esperándonos.  De hecho, me acuerdo de mi hermana, porque viene y me dice, retándome “a mí me contestás los mensajes”. Me hundía el dedo en el pecho y me decía, “a  mí me contestás los mensajes”.

Trabajo en derechos humanos, soy un militante desde hace muchos años. Entonces, he estado en muchas movilizaciones y he sufrido muchas represiones, pero como esta jamás en mi vida había visto una cosa igual.  De hecho, siempre me quedó la sensación de que lo raro es que haya una sola víctima en esta situación. Lamentablemente perdimos un tipazo y aparte, un militante y un docente, que es uno de los lugares más sensibles que tenemos, Los docentes, que son a los que más tenemos que cuidar.

Después volvimos y seguimos movilizados, fue una cosa medio rara. Entre  el dolor, la bronca y también abrazarnos mucho.  Con un peso colectivo muy fuerte.  Después del acampe en frente de gobernación. Luego vino el fallecimiento de Carlos, estábamos afuera del  Hospital regional.  Fue tremendo, muy doloroso, ver a la compañera de él, Sandra Rodríguez. Mucha tristeza, mucho dolor, mucho llanto. Nos abrazábamos, llorábamos y a la vez uno sentía como una fuerza enorme, de un proceso colectivo gigante.

Un recuerdo enorme a ATEN, traspasó mi vida. No sé, es raro, pero es la primera vez que lo intento contar en detalle. Espero que sirva el testimonio. Los quiero mucho. Carlos Fuentealba, presente, ahora y siempre.

*Secretario de DD.HH. de la Facultad de Periodismo de la UNLP

Así fue el crimen de Fuentealba

Fuentealba tenía 40 años. Era profesor de matemática, física y química.

Fuentealba tenía 40 años. Era profesor de matemática, física y química.

El maestro neuquino Carlos Fuentealba fue herido de gravedad al recibir el disparo de una granada de gas lacrimógeno efectuado a quemarropa por un policía de la provincia de Neuquén en un contexto de abuso de poder en la represión de un piquete del sindicato docente ATEN estaba en huelga y cortaba una ruta para reclamar aumentos salariales y mejoras en la enseñanza pública.

Cuando fue asesinado, Fuentealbatenía 40 años, era profesor de matemática, física y química. Además militaba por la democracia sindical, la dignidad de los estudiantes, la docencia, la clase trabajadora y la escuela pública. El día que murió tenía dos hijas de 10 y 14 años.

La orden de reprimir la dio el gobernador Jorge Sobisch a la policía con el objetivo de impedir que los manifestantes cortaran la ruta. La policía dispersó con balas de goma y gases lacrimógenos. Muchos se refugiaron como pudieron en una estación de servicio mientras que muchos otros fueron perseguidos por policías a pesar de haberse retirado de la ruta.

Cuando la policía detuvo el accionar, los docentes se retiraron a pie y en autos. Fuentealba se encontraba en el asiento trasero de un auto Fiat 147 cuando el policía Poblete arrojó una granada de gas que traspasó el vidrio del auto e impactó en su nuca. Fuentealba fue trasladado de inmediato al hospital provincial, fue sometido a dos operaciones y murió al día siguiente.

Seis policías condenados por la represión en la que mataron a Fuentealba

Seis de los ocho policías acusados de la represión que derivó en el asesinato del maestro Carlos Fuentealba en 2007 fueron declarados culpables el 14 de marzo de los delitos de “abuso de autoridad” y “abuso de armas” por el Tribunal Penal de Neuquén.

El ex Jefe de la policía de Neuquén Carlos Zalazar, el ex Subjefe Moisés Soto, el ex Superintendente de Seguridad Metropolitana Adolfo Soto, el ex Jefe del Departamento de Seguridad Metropolitana Jorge Garrido y el ex Director de Seguridad Mario Rinzafri fueron culpados por “abuso de autoridad”, mientras que el policía Benito Matus fue hallado responsable de “abuso de armas”.

En el mismo fallo, los jueces Raúl Aufranc, Luis Giorgetti y Diego Chavarría Ruiz absolvieron por “falta de pruebas en su contra” a los agentes Aquiles González y Julio César Lincoleo y por “el beneficio de la duda” al policía Benito Matus por “lesiones leves”. La resolución contra los ocho expolicías acusados de participar de la represión que causó la muerte de Fuentealba en una protesta en Neuquén en 2007 se conoció tras diez audiencias judiciales.

El maestro murió por el impacto en la cabeza de una granada de gas lacrimógeno disparada por el cabo José Darío Poblete (condenado a perpetua) el 4 de abril de 2007, durante una manifestación del gremio docente en la ruta nacional 22, cerca del paraje Arroyito.

El fallo

En la lectura del veredicto el juez Giorgetti explicó que, en el caso de Matus, “la fiscalía y la querella lo acusan de haber disparado un arma de fuego escopeta calibre 12/70 contra la humanidad de Angélica Cisterna el día 4 de abril de 2007, en horas de la mañana, sin herirla”, cuando se trasladaba en la parte trasera de un Ford Escort.

Señaló que “las acusaciones han acreditado cada una de las proposiciones fácticas que han sido presentadas como elemento de este delito”, y detalló que en un video se puede ver a Matus vestido de civil, portando la escopeta, ya que tenía como función “la custodia de dos móviles, un autobomba y un Volkswagen Polo que habían quedado a 100 metros de la estación de servicio”.

Aclaró que “no fue objeto de acusación la mera portación del arma de fuego”, pero “sí se encuentra puesto bajo controversia es cómo se usó esa arma en particular, en qué dirección disparó, con qué motivo y con qué intención”.

“Se puede ver una conducta cabal de hacer puntería en dirección al vehículo Ford Escort verde. La imagen del momento preciso del disparo permite observar que estaba apuntando hacia el vehículo y sus ocupantes, en particular a Angélica Cisterna en forma directa”, añadió.

El tribunal consideró que Matus “cometió un abuso de armas agravado en perjuicio” de la mujer. En tanto, lo absolvió por el “beneficio de la duda” de la acusación de lesión leve agravada, en el hecho ocurrido ese mismo día posteriormente, cuando interceptó a Miguel Alejandro Castellar, que se dirigía con las manos en alto hacia un cordón policial formado en la ruta, aplicándole un golpe con el arma, lo que le produjo luxación del hombro derecho.

El juez señaló que “el grado de certeza al que se arribó con respecto al primer hecho entendemos que la acusación no ha logrado demostrarlo con relación al segundo. Quedamos (con) un margen de duda razonable”.

Giorgetti indicó que tras notificar la sentencia escrita, los imputados que tengan que pasar por un juicio de determinación de la pena contarán con 5 días para ofrecer prueba.

Para finalizar, destacó “la importancia de que se haya podido llevar a cabo este juicio como medio pacífico de debate y resolución de un largo conflicto” y subrayó el hecho de “escuchar a los involucrados en un contexto de respeto y poder dar una respuesta del poder judicial no solo a las personas que participan de este proceso sino a toda la sociedad”.

La reacción de la querella

Marcelo Medrano, uno de los abogados querellantes de la viuda de Fuentealba, Sandra Rodríguez, dijo a la prensa que “fue un fallo justo, la cuestión del abuso de autoridad era central porque era lo que todos y todas veníamos diciendo. Se estaba dirimiendo la forma de abusar del poder en términos políticos y de abusar del poder en términos funcionales y de derechos de toda la ciudadanía”.

Señaló que el veredicto “trasciende a las partes acá, creo que es para el pueblo neuquino, para la gente de todo el país, para los y las jóvenes que hay límites que no se pueden sobrepasar nunca jamás”.

Aclaró que “no era un juicio contra la policía, era un juicio contra una forma de ejercicio político que instrumentó Sobisch claramente a través de la cúpula policial de esa época”.

Sandra Rodríguez, por su parte, sostuvo emocionada: “Lo único que quiero decir es que no tenemos odio, ni siquiera ese día teníamos odio, estábamos protestando”.

“No se podía tolerar otro fallo que no fuera este: sí, es próximo a la justicia completa. Porque vinimos muy condicionados a este juicio, no tiene todo lo que hubiéramos querido, pero sí sabemos que se hizo justicia hoy y que yo lo único que pienso es en Carlos, en Camila, en Ariadna y en la cantidad de compañeros de todo el país que esperaban este fallo”, expresó.

Fuente: www.perio.unlp.edu.ar; www.a24.com; www.pagina12.com.ar