A 26 años de la muerte de Ricardo Carpani

El 9 de septiembre de 1997 falleció a los 67 años Ricardo Carpani, un artista rebelde que se propuso unir el arte y la política revolucionaria con la potente belleza de sus obras. Carpani era simpatizante de las causas sociales y sus pinturas hacen foco en temáticas tales como el desempleo, los trabajadores y los pobres, así como en temas nacionales.​ Son fuertes, sólidas y de cortes claros, a menudo retratando determinadas personas.

Pocos pintores han logrado como Ricardo Carpani esa inmediata conexión con su momento histórico. Sus pinturas y afiches son el canon de toda una estética política. Trabajadores de volúmenes titánicos, con brazos nervudos y gargantas abiertas, de rasgos duros y facetados, los puños nudosos, los rostros serios, las evitas iracundas, los martinfierros desafiantes. Las imágenes declaran, afirman, gritan: pueblo, obreros, lucha, militancia, revolución, socialismo, nación. Todas las tensiones de los años de mayor radicalización de la política en nuestra historia se corporizan en esos músculos crispados, en esas venas a punto de estallar.

En la historia argentina, “los setenta”, ese decenio a caballo de dos décadas,se nos presentan de inmediato cargados de sonidos e imágenes: Movilizaciones masivas, puños en alto, consignas coreadas, marchas de la bronca, gritos y pancartas, fusiles y tacuaras.

Ricardo Carpani acompañó la lucha popular de las décadas del ´50, ´60 y ´70. Exiliado en Europa y en contacto con Julio Cortázar formó parte de la Comisión Argentina por la Defensa de los Derechos Humanos donde denunció los crímenes perpetrados por la dictadura.

Este 9 de septiembre se cumplen 26 años años de la muerte de Carpani. Pintor, dibujante y muralista, había nacido en 1930 en Tigre, aunque su infancia fue porteña. De muy joven se vinculó con el poeta Luis Franco, quien lo acercó a las lecturas políticas y a las preocupaciones sociales. Luego de un efímero paso por Derecho viajó a París, donde comenzó su aproximación a la plástica, que continuó a su vuelta, estudiando con Emilio Pettoruti. En 1957 realiza su primer exhibición, y dos años más tarde será miembro fundador del Movimiento Espartaco, cuyo texto fundacional reclamaba por la ausencia de una expresión plástica de la realidad nacional, es decir, latinoamericana, es decir, revolucionaria y anti-imperialista. La poderosa fusión que se llamará “izquierda nacional” ya se adivina en este “Manifiesto por un Arte Revolucionario en América Latina”.

Arte y Revolución

Si bien Carpani se alejaría rápidamente del grupo, no abandonaría ya esta forma de entender el lugar del artista en relación con su mundo, traduciéndola en su obra plástica y también en notas periodísticos y en libros,como Arte y revolución en América Latina(1961), El arte y la vanguardia obrera (1963) o Nacionalismo Burgués y Nacionalismo Revolucionario (1972). Enfrentado tanto con el naturalismo inocente del “realismo socialista” como con el formalismo vanguardista del abstraccionismo (“la forma sin contenido no es arte”), al que veía como inauténtico trasplante sin raíces locales, buscó privilegiar el impacto directo a través de la exageración expresionista de ciertos trazos, abrevando en la tradición del muralismo latinoamericano de artistas como Orozco, Rivera y Guayasamín.

Y es que, si el propósito que se trazaba el “Manifiesto” era pasar resueltamente “de la pintura de caballete, lujoso vicio solitario”, al “arte de masas”, porque “el pueblo que lo nutre deberá verlo en su vida cotidiana”, ese objetivo fue cumplido ejemplarmente por Carpani. Sus obras no se encerraban en museos o salones: formaban parte de la vida y las experiencias directas de militantes y estudiantes. Afiches, murales (como el que hoy recuerda al Che Guevara en la Plaza de la Cooperación rosarina), ilustraciones, tapas de libros (como La formación de la conciencia nacional, obra esencial de Hernández Arregui): su arte estaba en las calles, en las paredes, se tocaba, pasaba de mano en mano, se fundía con el pueblo.

Sin tener una pertenencia política partidaria (nunca se reivindicó como peronista, más bien era próximo al trotskismo de la izquierda nacional), fue una de las expresiones más acabadas del artista militante. Su vinculación orgánica más duradera fue con el sindicalismo, en particular con el clasista y combativo de la CGT de los Argentinos de Raimundo Ongaro, para la que colaboró diseñando afiches con ilustraciones armónica y potentemente entrelazadas con sus textos.

Por este camino, la pintura de Carpani adquirió rasgos originales, creando una iconografía del proletariado y de las luchas sociales, usando formas pétreas, de carácter escultórico, con un facetamiento de planos de porte monumental.

Inició en esta época una impresionante obra gráfica política, con ilustraciones en periódicos y revistas de la entonces llamada izquierda nacional. Pintó murales en sindicatos obreros y en 1962 se vinculó con la CGT durante la Semana de Protesta, y le encargaron un cartel con una sola palabra en mayúsculas: “¡BASTA!”. A partir de entonces diseñó todos los afiches de la organización, que tuvieron una notable difusión masiva. Se comprometió definitivamente con la militancia de la izquierda peronista y publicó Arte y revolución (1961) y La política en el arte (1962).

En una de ellas escribió lo que sigue: “El apoliticismo en el arte es una forma de convalidar pasivamente el sistema. Es necesario restituir al arte el sentido social valedero que justifica su existencia histórica. La necesidad del artista de insertarse activamente en la lucha política de los trabajadores no deriva de una mera acción contingente, regida por criterios éticos, sino de una necesidad personal insoslayable”.

Párrafos definitorios que en 1974 culminarían con su exilio en España, donde permanecería una década. En Europa su obra se centró en la defensa de los derechos humanos y las denuncias contra la dictadura militar argentina. Sus hombres musculosos, macizos, con esos puños cerrados en actitud de lucha, pintados con tonalidades ocres y agrisadas, dieron paso, a su regreso a la Argentina en 1984, a un cambio radical en su estilo. Su pintura se tornó más barroca y colorida, una rara selva porteña con frondosa vegetación que enmarca a sus personajes de arrabal. Allí, Carlos Gardel convive con Martín Fierro y Juan de Garay aparece rodeado de monos y leopardos.

Carpani falleció en 1997, en una Argentina cruelmente alejada de la que lo había visto partir, y donde parecían haberse apagado los ecos redentores de la política, ahogados en sangre y frivolidad. Poco antes de su muerte, Leonardo Favio (otro artista que logró capturar las modulaciones de una época) le dedica su monumental “Perón. Sinfonía del sentimiento” junto con otras figuras como Héctor Cámpora, Hugo del Carril y Rodolfo Walsh. Significativo homenaje para quien, como pocos, simbolizó la intersección entre plástica y política en nuestra historia.

Fuente: www.telam.com.ar; Laura Batkis