A 91 años del Primer Tampierazo: La trágica protesta que cambió para siempre las condiciones laborales

Por Manuel Montali

 La historiadora Beatriz Casalis es la autora de “El primer Tampierazo”, investigación en donde se recogen los hechos de este conflicto social y por la cual recibe su nombre. No obstante, es importante señalar que el comienzo de esta larga serie de protestas tuvo lugar el 12 de agosto de 1929 en los talleres Miretti y Cía. Allí el personal se declaró en huelga para exigir respuesta en 48 horas a una serie de condiciones, que incluían reducir la jornada laboral a 8 horas para los adultos y de 6 para los menores, reconocimiento del Sindicato de Oficios Varios y aumento de salarios.

“Este conflicto transcurre durante 1929, por eso para distinguirlo del ‘Tampierazo’ de 1973, lo hemos llamado así, porque fue de mucha envergadura. Empezó como un conflicto puntual en la empresa Miretti, que trabajaba materiales para el campo y estaba emplazada en el mismo lugar en donde continúa actualmente”, informó Casalis.

A continuación, explicó que en aquella época el sindicato “había sido ganado” por el Partido Comunista y a partir de allí recibían “una serie de directivas a nivel internacional” que permiten comprender el modo en que se dieron los sucesos.

El pliego de condiciones no fue aceptado en principio por la compañía Miretti y entonces “sobrevino la huelga, que contaba no solo con la no concurrencia sino también con manifestaciones en cercanías de la empresa y en lugares donde la misma se hacía visible. Al poco tiempo la empresa accede a las reivindicaciones, menos al reconocimiento gremial”, contó la historiadora. Pero, atentos a estas circunstancias, obreros de otras firmas emblemáticas como la fideera Tampieri y el Molino Meteoro (hoy Carlos Boero Romano), replicaron los reclamos, lo que terminó extendiendo el conflicto general hasta finales de diciembre de 1929.

Una ciudad conectada con el mundo

En 1929, San Francisco era una ciudad pequeña pero pujante. Tenía unos veinte mil habitantes y estaba atravesada por el trazado de tres empresas ferroviarias que llevaban personas y mercaderías por todo el país e incluso al exterior. Para Casalis, “la ciudad estaba en un lugar inmejorable y tenía sobre todo un desarrollo importante de industrias vinculadas al agro. Los molinos fueron las primeras industrias y las más importantes, pero además había otros talleres vinculados al agro que habían cobrado importancia. El sector a la vera del ferrocarril Central Córdoba era muy significativo, porque ahí podían las empresas despachar su producción, además de que tenían la ventaja de que les habían perdonado impuestos por la ley de colonias por algunos años”.

A nivel político, el intendente era César Ferrero, de la agrupación Plus Valía (de buen vínculo con el partido radical, que gobernaba a nivel provincia y nación), quien se había impuesto ante el Comité Popular de Defensa Comunal del exintendente Serafín Trigueros de Godoy. Ya se mencionó la determinante presencia sindical del partido comunista, pero no hay que descartar el rol que desempeñaban también los movimientos anarquista y socialista. La historiadora agregó asimismo que Augusto Boero, uno de los responsables del Molino Meteoro, “era un dirigente sumamente destacado a nivel departamental y de conocimiento y trato con el mismo presidente Hipólito Yrigoyen”.

Beatriz Casalis: “La sociedad acompañó a la situación de huelga, porque se sabía que todas las reivindicaciones de los obreros eran válidas”

No es de extrañar en consecuencia las repercusiones que tuvo la situación en San Francisco. La entrevistada destacó que “la sociedad acompañó a la situación de huelga, porque se sabía que todas las reivindicaciones de los obreros eran válidas, como las horas de trabajo y que las mujeres y los niños tuvieran horas limitadas de labor, porque trabajaban niños, así como el reconocimiento al gremio”.

En este sentido, dio como ejemplo que muchos comerciantes apoyaron el reclamo con acciones como quemar las libretas en donde registraban las deudas de los obreros que no cobraban por estar en huelga.

A nivel de prensa, los sucesos fueron cubiertos desde el primer día hasta el último no solo por el diario local LA VOZ DE SAN JUSTO, que en sus páginas reproducía el pliego de condiciones que reclamaban los trabajadores, sino medios provinciales como el diario Córdoba e incluso nacionales con enviados especiales, a quienes se les deben muchas de las fotos que quedaron como registro de estos hechos. 

Desenlace trágico

La protesta no se agotaba en la huelga e incluía manifestaciones callejeras matutinas y vespertinas con hasta mil quinientas personas reclamando desde lugares estratégicos como la plazoleta del ferrocarril Central Córdoba (frente a lo que hoy es la sede del Gobierno de la provincia de Córdoba), junto al Banco Nación (que ya estaba en su ubicación actual) o las mismas empresas. Hubo mítines que culminaban con discursos de dirigentes locales y provinciales, se repartían panfletos y hasta se producían boicots contra las firmas en conflicto.

Las empresas pidieron protección policial y el gobierno de Córdoba envió el escuadrón de seguridad, último condimento para un cóctel que no podía terminar sin un baño de sangre. Casalis detalló que el enfrentamiento fue in crescendo y el 21 de noviembre, cuando se llevaba a cabo una huelga general, los manifestantes chocaron con la fuerza de seguridad sobre lo que hoy es el Boulevard Juan B. Justo, a pocos metros del Molino Meteoro. A causa de ello perdieron la vida dos policías y tres obreros, entre estos últimos una joven de 14 años que hacía muy poco había ingresado a la fábrica Tamperi, Herminia Vanegas, cuyo entierro fue una gran manifestación de fervor popular a la que se estima que asistieron unas cinco mil personas (en una ciudad de veinte mil habitantes).

Tras esta jornada luctuosa, finalizó la huelga en el Molino y las protestas fueron decayendo a medida también de que los trabajadores conseguían determinadas mejoras reclamadas, “todo dado por la buena voluntad del patrón, porque era una época donde primaba en esa relación el paternalismo”, puntualizó Casalis. También es menester destacar las detenciones policiales de algunos de los principales dirigentes que encabezaban las movilizaciones.

En Tampieri, de cualquier manera, el conflicto perduró hasta diciembre. Por su parte, el gobierno provincial mantuvo el escuadrón de seguridad en la ciudad hasta un confuso corolario a fin de año, una reyerta interna en la que fueron asesinados el jefe Juan T. Garay y el agente Julián Ochoa. 

El Molino Boero y la fábrica Miretti, como testigos de gran parte de la historia local, siguen funcionando actualmente, bajo una dinámica laboral que mucho le debe a este conjunto de hechos ocurridos hace noventa años. En tanto, la fideera Tampieri volvería a ser cuna de una relevante protesta obrera en los años setenta. Pero eso ya es parte de otra historia.

Fuente: www.lavozdesanjusto.com.ar