Alipio Paoletti: La socialización de las ideas

Primero nombró a su periódico «El Independiente» y 11 años después, cuando lo había convertido en el más vendido de la provincia, decidió soltar el timón para que lo condujera el colectivo de trabajadores. Así, inventó el primer diario cooperativo de la Argentina. Eso implicó la socialización de las ganancias, pero también de las ideas: desde la refundación, Alipio “Tito” Paoletti al igual que cada periodista, diseñador, asistente, fotógrafo, maestranza o administrativo, tuvo voz y voto para definir la línea editorial. Se cumplen 37 años de la partida de este hombre de palabra, tinta y cuerpos tipográficos, que dejó una huella especial en el periodismo. “Desde el marxismo, él entendía que era una contradicción ser dueño de un medio de producción, ya que éste le pertenecía a los laburantes”, detalla Sara, una de sus hijas. En 1971, luego de los festejos por el onceavo aniversario del diario, anunció  que todos los trabajadores pasarían a ser dueños, bajo la cooperativa Coopegraf.Al comienzo de su carrera había tomado una pasantía en Clarín y sus hijas recuerdan una anécdota que solía contarles sobre aquella época: “Lo habían mandado a cubrir una huelga y después le dijeron que no podían publicar la crónica que había escrito, porque no convenía. Como defendió su nota, lo increparon. ‘¿Y vos quién te crees que sos? ¿Mariano Moreno?’. Enojado por la injusticia, les contestó: ‘Exacto, me pienso que soy Mariano Moreno’, mientras agarraba sus cosas para dejar el diario”.

Lo que nunca había querido dejar era el barrio de Liniers, en el borde de la ciudad de Buenos Aires, donde nació el 9 de octubre de 1936. Pero junto a Lylian Santochi decidió comenzar una familia y una vida nueva en La Rioja. Con ella compartió la militancia y tuvo seis hijos: Eduardo, Adolfo, Juan, Ana, Elsa y Sara. «¿Qué es el socialismo?», preguntó una tarde Elsa, cuando escuchó algo sobre los Juegos Olímpicos de Moscú. «Es sencillo: que todos tengan zapatos, comida y derecho a trabajar”, les explicó su papá. Dentro de su hogar, Tito también era fiel a sus ideas políticas. “Esta casa está en permanente estado de asamblea”, solía decir Lyli, porque su marido quería que sus hijas e hijos arreglasen los problemas hablando entre ellos.

La metamorfosis

El antecedente de la cooperativa fue Editorial Norte, fundada el 12 de octubre de 1959 junto a su hermano Mario, el abogado Mercado Luna y el periodista Daniel Moyano. Desde este sello editaron El Independiente, que se convirtió en un periódico riguroso que tocaba temas que no aparecían en otros medios, como los que involucraban a las familias poderosas de La Rioja, asumiendo un compromiso era con las clases más humildes. Así, siguiendo su propio horizonte, llegó a ser el diario más vendido de la provincia.

A partir de la creación de Coopegraf todo se decidía en asamblea, desde los cargos hasta la línea editorial. “En el 73, Carlos Menem era candidato a gobernador de La Rioja. Entonces, la asamblea debatió cuál sería su postura y se decidió apoyarlo. Mi viejo había votado en contra, pero acató lo resuelto por esa misma asamblea que lo había elegido a él como director general y no puso ningún pero cuando los redactores escribieron a favor del candidato del Partido Justicialista”, cuenta Sara.

Tres años de este proceso, el golpe cívico militar del 76 sorprendió a Paoletti en Buenos Aires, lejos de su familia, del diario, de sus compañeros. Coopegraf fue intervenida por los militares, que detuvieron a los trabajadores y los obligados a presentar la renuncia. Ante su ausencia, la firma del telegrama de renuncia de Tito fue falsificada. En medio del caos y el terror que se instaló en todo el país, decidió que su mujer y sus hijos viajaran a Buenos Aires.

Durante un año fueron la familia Fernández, sobreviviendo en la clandestinidad, en la localidad de Moreno. Pero quien siempre siguió vivo fue Paoletti, el «Gordo Corajudo», como lo llamaba Arturo Jauretche. Ése que siguió militando a pesar del miedo, a pesar del asesinato de su amigo, el obispo de la diócesis riojana Enrique Angelelli. Justamente por todo eso, no bajó los brazos y comenzó a editar el boletín «Prensa de la resistencia”, que hablaba sobre los centros clandestinos y las desapariciones. Los repartían en las estaciones de servicio, debajo de la puerta de las casas, en los buzones o lo dejaban en los colectivos. Pero cuando los militares «reventaron» una nueva casa donde tenían el mimeógrafo, decidió que debían exiliarse, ya que “el aliento se sentía cada vez más cerca”.

El primer salto fue hacia Río de Janeiro, en mayo del 77, para luego llegar a Madrid. El 1 de agosto del mismo año se reencontró en España con Lyli y sus hijos. “A ese período de exilio mis viejos lo asumieron como una nueva tarea militante”, aclara Ana. Así fue como Tito integró la Comisión Argentina de Derechos Humanos de Madrid. Él y Lyli se mantuvieron inseparables. Como ella era católica y él ateo, solían decir “nosotros queremos lo mismo pero desde distinta mirada».

Con el fin de la dictadura, el entusiasmo por el regreso a la Argentina se congeló ante el impedimento legal que encontró para volver a integrar el diario. Dos años después, el 1 de diciembre de 1986, Tito Paoletti murió sin poder regresar al medio que había fundado. Le cerraron la puerta en la cara, como a muchos de sus compañeros, argumentando un falaz «abandono de servicio». El diario hoy se sigue publicando, pero ya no resulta tan verosímil porque niega su propia historia: no hace una sola mención a aquel grupo de trabajadores que resolvía cada tapa y cada problema cotidiano desde la asamblea.

Su último proyecto fue el libro «Como los nazis, como en Vietnam«, en el que describió lo ocurrido en los centros clandestinos de detención de la Argentina. No llegó a verlo impreso, pero habrá sospechado que Lyli cumpliría su promesa antes de formularla. Y así fue, porque su compañera le cedió los derechos de autor a Madres de Plaza de Mayo.

“La vida no tiene sentido sin dignidad, sin justicia, sin libertad, sin amor… Vivir es luchar. Y luchar es soñar”, escribió este porteño que se volvió riojano, se volvió marxista, se volvió padre y se volvió un faro para quienes entienden la diferencia entre buscar fama y perseguir la verdad y los ideales.

Fuente: www.lapoderosa.org.ar