Caballo de Troya

Por Néstor Pérez*

El Presidente electo volvió sobre sus pasos y designó en Economía a Luis Caputo, un personaje del macrismo puro al que defenestraba de este modo: “Parte del acuerdo del Fondo se lo patinaron en el Banco Central, para salvar a quienes financiaron los que quisieron ocultar el desastre del 28 de diciembre de 2017. Frente a la política monetaria que estaba llevando a cabo el Banco Central deciden avanzar sobre la independencia y modificarle las metas”.

Después, decía el ahora Presidente electo: “Viene la corrida y el Banco Central trata de bancar los trapos. Argentina se queda sin financiamiento y entonces lo consigue de Blackrock, de Pimco, y de Templeton y salen a decir ‘vieron que no pasó nada’ y como no nos daban los números, tuvimos que ir al Fondo Monetario Internacional, y nos pusieron 45 mil millones de dólares. Caputo se fumó más de 15 mil millones de dólares. Se terminó en el Fondo Monetario Internacional”, cierra su ácida crítica Milei.

Ese hombre con sonrisa de porteño super canchero, al que el mismo Milei no le hubiera comprado un auto usado, será el hombre que maneje las palancas de la macroeconomía en un país, el nuestro, devastado por la inflación, sumido en la pobreza, lleno de desconfianza de los gobernados respecto de sus representantes, y con un futuro poco promisorio para los ciudadanos comunes.

¿En qué se distingue ahora Milei de la dirigencia histórica de este país? A juzgar por el retrato de sus propias expresiones pasadas y las decisiones de hoy, en nada. Dijo una cosa e hizo otra. Todos lo precedieron en esa vidriosa conducta. En el pasado reciente, en el peronismo, Alberto Fernández atacó a Cristina Fernández, después terminó siendo Presidente por el mismo espacio que antes raspaba con fervor opositor. Massa otro tanto, de hombre líbero que iba por la ancha avenida del medio, desmarcado del kirchnerismo que lo ocupara en cargos de máxima responsabilidad, se llevó la centralidad electoral archivando sus críticas. Y la lista podría seguir, son las clásicas volteretas de la política, la propia dos veces presidenta lo señalaba hace poco, “en política los agravios prescriben a los seis meses”.

Entonces, primero, nadie se crea con derecho a impugnar al nuevo Presidente por este giro en el aire, el riesgo es que le estallen en la memoria todas las traiciones juntas.

Pero esto que decimos, aún reprochable, no es lo más importante de lo que está haciendo el Presidente electo. El pacto electoral violentado lo es. Con todo derecho, el voto masivo del electorado avaló el proyecto libertario, el de Juntos por el Cambio –nota al pie, “Juntos por el Cargo”, lo llamaba el Milei candidato– fue reprobado, al punto de quedar tercero en la primera vuelta. Sin embargo el nuevo gobierno se estaba formando en las sombras, de espaldas al expectante elector de La Libertad Avanza, con el elenco que, cuando gobierno, sometió al pueblo al hambre, la sed y el frío, por lo cual, en el 2019 lo rechazó en las urnas. El pueblo no quiso a Macri. Macri volvió de la mano de Milei.

La estafa electoral se consumó, y para peor, en un escenario inflamado de demandas que el desvaído progresismo de Fernández-Fernández no contestó nunca. Ahora es el tiempo del ajuste porque es el votante quien lo impulsó.
Solo una billetera estará siempre abierta, dice Milei, la de la super ministra Sandra Petovello; claro, lo que omite el Presidente nuevo es que su “generosidad” dependerá del disciplinamiento de las organizaciones que gestionan el plato de comida; para los levantiscos (los “orcos”) ya ajusta la represión otra que volvió sin que la llamen: Patricia Bullrich, la representación misma de la derrota popular.

Macri no iba dentro del Caballo de Troya, era el caballo mismo. De tan obvio se nos perdió de vista justo cuando cruzaba las puertas de la ciudad.

*Periodista. Secretario de Finanzas del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (Cispren-CTAA)