Claudio Katz: “La moneda está en el aire y ganará el que demuestre mayor decisión”

Milei busca introducir en Argentina la reforma laboral para precarizar el empleo y consolidar un modelo neoliberal semejante al gestado en Chile, Perú o Colombia”, plantea el economista e investigador Claudio Katz, y advierte que para lograr ese objetivo “necesita modificar las relaciones de fuerzas doblegando a los sindicatos, a los movimientos sociales y a las organizaciones democráticas”.

-En noviembre y diciembre escribiste que el proyecto de Milei dependía de la resistencia popular. ¿Cuál es tu evaluación del paro y la movilización de la CGT?

-Tuvieron un extraordinario alcance tanto por su masividad como por su repercusión política. La plaza y sus aledaños se llenaron con una concurrencia espontanea, que complementó la presencia sindical. Fue una impactante protesta a 45 días del gobierno, en plenas vacaciones y con mucho calor. La marcha fue organizada con plenarios regionales y tuvo gran participación de sectores juveniles, barriales y culturales. Volvió a notarse, que cuando el movimiento obrero organizado interviene su potencia es abrumadora. Ha sido el protagonista de las principales batallas populares.

-La movilización tuvo, además, un gran efecto internacional…

-Ciertamente. Se registraron actos de solidaridad frente a las embajadas en muchos países europeos y en las principales capitales de América Latina. Ahí se demostró que despunta una incipiente conciencia global contra la ultraderecha. Comienza a notarse que, si gana Milei se fortalecen Kast, Bolsonaro, Uribe o Corina Machado en nuestra región y Trump, Le Pen o Abascal en el Primer Mundo.

Si, por el contrario, logramos frenar a Milei, la oleada mundial de los reaccionarios afrontará su primera derrota en las calles frente a una resistencia organizada. Mientras que el anarcocapitalista busca el apoyo internacional del FMI, los banqueros y los grandes capitalistas, la lucha de los trabajadores argentinos despierta la solidaridad por abajo, en muchos rincones del planeta. Esa línea de fractura es muy promisoria.

-¿El activismo internacional de Milei lo observás en su discurso de Davos?

-Sí. Allí reiteró sus conocidos elogios al capitalismo, pero con el absurdo postulado que ese sistema atraviesa por su momento de mayor prosperidad. Expuso ese insólito diagnóstico, el mismo día que un informe sobre la desigualdad ilustraba lo ocurrido en los últimos cuatro años. En ese lapso la riqueza de los cinco hombres más ricos del planeta se duplicó, a costa del empobrecimiento de un incontable número de personas.

En su apología del libertarismo extremo, Milei rechazó cualquier tipo de regulación estatal y negó la existencia de fallas de mercado. Vive en un mundo de fantasía, desconociendo que el capitalismo no podría funcionar ni un minuto, sin el sostén de los Estados. Retomó también la presentación infantil del empresario como un benefactor social, ignorado la explotación, la precarización laboral, el desempleo y el parasitismo de los financistas.

A esas míticas idealizaciones de la escuela neoliberal austríaca, le añadió dos agregados más convencionales. Por un lado, la crítica reaccionaria al feminismo y especialmente al aborto por el ejercicio efectivo del principio de libertad individual que tanto pondera. Por otra parte, volvió a negar el cambio climático, en medio de los desastres generados por las sequias, las inundaciones y los deshielos que observamos cotidianamente. No desconoce esas evidencias por ignorancia, sino por su interesado sostén de las compañías petroleras. Está alineado con el negocio de la contaminación para privatizar YPF, favorecer al grupo Techint y entregar los yacimientos de Vaca Muerta

-Pero también expuso una exótica advertencia contra la contaminación socialista de importantes instituciones de Occidente ….

-Sí, pareció un lunático en el discurso que reprendió a los banqueros por permitir la influencia socialista en sus encuentros. Es alocado suponer que en la meca de mundial del neoliberalismo y la libre empresa prospera un corriente de pensamiento anticapitalista. Pero como de costumbre, Milei desplegó esos exabruptos porque está irritado. En este caso, su molestia obedece al declive de la globalización y la consiguiente devaluación del Foro de Davos.

A ese encuentro ya no concurren las personalidades del pasado. Esa deserción sintoniza con el afianzamiento del giro hacia la intervención reguladora de los Estados en las economías centrales. Vuelven los aranceles y el gasto público, ahora con subvenciones a las cadenas de suministro y leyes que auspician la fabricación local de alta tecnología. Milei está enojado con ese viraje neokeynesiano que se aleja de su ortodoxia globalista. Es un neoliberal a destiempo, que sigue atado al globalismo de los años 90.

-Pero siempre fiel al libreto de Estados Unidos…

-Por supuesto. Esa es su prioridad. Fue a Davos para apuntalar la campaña de agresión de Estados Unidos contra China. La nueva potencia asiática ya logró niveles de productividad superiores a su rival occidental, en incontables segmentos de la actividad industrial. Por eso participa en ese foro con propuestas de libre comercio, con la intención de fomentar sus negocios en desmedro de Estados Unidos. En su exótica denuncia del socialismo, Milei apuntaló al lobby antichino del mandante norteamericano.

Es tan servidor del Washington, que no le importa afectar con esa campaña al enorme comercio de Argentina con China. Ya retiró a nuestro país de los BRICS, emite gestos de reconocimiento de Taiwán y pone en peligro al principal mercado de nuestras exportaciones. En esa aventura supera a Bolsonaro, que intentó la misma política de choque con Beijing hasta que el agronegocio le exigió cordura y le impuso la preservación de los negocios asiáticos de Brasil.

Milei sigue esperando, en cambio, alguna retribución financiera del Wall Street por tanta sumisión al Departamento de Estado. No registra que China ya emitió varias advertencias a la Argentina. Exige el cobro de los préstamos-swaps y anticipó que podría sustituir la compra de soja y carne por proveedores de Brasil, Australia o Uruguay. Como ocurre con el Conicet, Arsat, las universidades públicas o YPF, Milei puede destruir en un mes, un intercambio comercial con China construido al cabo de varias décadas.

-Es solo sumisión a Estados Unidos o una nueva estrategia general de la ultraderecha…

-Ambas cosas. Milei tiene gran afinidad con Netanyahu, porque son los dos personajes centrales del nuevo viraje internacional de la ultraderecha. Con sus prácticas atroces, promueven un pasaje del discurso a los hechos.

La masacre en Gaza que comanda Netanyahu y la destrucción de la economía argentina que propicia Milei, difieren de la gestión convencional que tuvieron Bolsonaro o el primer Trump y mantienen Orban y Meloni. Los dos personajes reaccionarios del momento actual, auspician drásticas acciones de reordenamiento geopolítico, siguiendo la contraofensiva imperial lanzada por Estados Unidos para recuperar posiciones en el mundo.

En Medio Oriente, ese endurecimiento implica generar un incendio, para bloquear la relación de China con Arabia Saudita y el consiguiente avance en la desdolarización de la economía mundial. En América Latina, supone retomar con mayor virulencia la restauración conservadora, para sofocar el frágil despunte de un nuevo ciclo progresista. Milei es una pieza de la estrategia concebida por Trump para un nuevo mandato desde la Casa Blanca.

-¿Esa línea de acción aproxima a Milei al fascismo?

-No es el término adecuado para caracterizar su proyecto. Milei busca introducir en Argentina la Reforma Ñaboral para precarizar el empleo y consolidar un modelo neoliberal semejante al gestado en Chile, Perú o Colombia. Para lograr ese objetivo necesita modificar las relaciones de fuerzas doblegando a los sindicatos, a los movimientos sociales y a las organizaciones democráticas. Es un objetivo thatcherista, centrado en quebrar las poderosas organizaciones populares del país. Busca zanjar algún conflicto social emblemático a favor de las clases dominantes, como ocurrió con la huelga de los mineros ingleses en 1984.

Milei está rodeado de grupos fachos, pero su proyecto no es fascista. No está en su horizonte inmediato forjar un régimen tiránico, con despliegue del terror contra las organizaciones populares. Ese modelo reaccionario suele aparecer en las coyunturas de peligro revolucionario. Por el momento, el libertario pretende doblegar a los trabajadores con el apoyo de la clase dominante y los medios de comunicación.

Los poderosos le perdonan todo para que pueda viabilizar su ajuste. No dicen nada de los papelones de un mandatario, que gasta el dinero público en remodelar su residencia para instalar sus perros, que pierde el tiempo en delirantes debates en las redes sociales con cuentas falsas o que judicializa al chofer que atropelló a un perro.

Los dueños de Argentina miran para otro lado, esperando que funcione su plan de guerra contra el pueblo. Hay muchos negocios en juego a costa de las mayorías. La demolición de las jubilaciones y el remate del Fondo de Garantía reabren, por ejemplo, la posibilidad de reintroducir la estafa de las AFJP. La restauración del impuesto a las ganancias para los asalariados de mayores ingresos financia el blanqueo y el nuevo perdón a los grandes evasores de impuestos.

-¿Pero no genera oposición su errática e imprevisible gestión?

-Sí. Todos los días irrumpe con alguna improvisación, porque reacciona en forma caótica frente a los fracasos que afronta. Quedó muy afectado por el éxito del paro y con su habitual furia, removió funcionarios y despidió ministros. Su gran apuesta es la remodelación regresiva del país, a través del Decreto de Necesidad y Urgencia y la ley Ómnibus. Son dos iniciativas inconstitucionales para perpetrar un gigantesco saqueo.

Pero afronta el mismo limite, que en el 2019 obligó a Bolsonaro a negociar sus medidas con muchos legisladores o gobernadores, otorgando ventajas a cambio de votos. En esas tratativas, a Milei ya le podaron la mitad de su proyecto y se lo aprobarían en general, pero recortando por completo las iniciativas específicas. Cuenta con el sostén del PRO, la UCR y Hacemos Coalición Federal para atacar los derechos populares, pero ese apoyo no se extiende al manejo de los negocios. Una cosa es la meta común de destruir sindicatos y movimientos sociales y otra muy distinta es quién se queda con los lucros de las privatizaciones y la desregulación.

Las empresas que compiten por esa torta tienen distintos voceros en el Congreso. Por eso la derecha convencional intenta acotar las facultades delegadas al Ejecutivo. Le da carta blanca para reprimir la protesta social, pero pretende quedarse con una porción de la remodelación impositiva en curso. El libertario no consigue encarrilar esas disputas en el Parlamento y su autoridad política se licúa, en la interminable ronda de tratativas con la derecha amigable. Si logra algún acuerdo en diputados, deberá pasar aún por la trituradora del Senado, cuando los tribunales ya emiten fallos limitando su acción.

-¿Qué hará Milei, si esas obstrucciones persisten?

-Todo indica que está evaluando una aventura plebiscitaria. Podría ser ahora o más adelante. Estudia esa convocatoria a las urnas, con la excusa que el Congreso no lo deja gobernar. De esa forma retomaría la campaña contra la ¨casta¨ en la que asentó su éxito electoral. Imagina ese recurso como el puntapié inicial del régimen político autoritario que anhela construir. La reforma electoral -que ya desechó el Congreso- apuntalaba a ese modelo, desfinanciando la actividad electoral y privatizando política, mediante la fragmentación del mapa comicial en numerosas circunscripciones.

El gran problema de Milei es la ausencia de una base política propia. Ahí radica la gran diferencia de Milei con Bolsonaro, Trump o Kast. No cuenta con ese sostén y hasta ahora no pudo forjarlo. No logró crear un movimiento reaccionario contra el paro, ni repetir las marchas derechistas de era Macri o las regresivas protestas de la pandemia contra el progresismo.

Tiene en mente también la opción represiva que Bullrich tantea todos los días, con multas multimillonarias a los sindicatos, límites al derecho de reunión y provocaciones contra los manifestantes. La presencia de la gendarmería en las calles se acrecienta y Milei busca algún pretexto para autorizar la intervención de las Fuerzas Armadas en la seguridad interior. Con ese objetivo depuró el alto mando y colocó en su comandancia a un hombre muy conectado con el Pentágono. Pero tampoco en este terreno ha logrado resultados.

El gran test es el protocolo contra los piquetes para impedir las manifestaciones, que hasta ahora fue desbordado una y otra vez. El papelón de la policía deteniendo al azar manifestantes en la puerta del Congreso confirma ese fracaso. Entiendo que en ese terreno seguirá la disputa con la activa y valiente protesta popular

-¿No será igualmente determinante lo que suceda en la economía?

Sin duda. Milei pretende bajar salarios y empobrecer a las mayorías, para estabilizar la moneda bajando la inflación mediante una recesión inducida. Con la reducción del gasto público, la contracción del consumo interno y el desplome del nivel de actividad espera achatar la inflación. Ya ocurrió varias veces en el pasado.

Es el ajuste ortodoxo en curso, que tiende a generar una caída del PBI superior a la observada el año pasado. Milei apuesta a ordenar el frente cambiario con la llegada de dólares por la cosecha récord, las exportaciones de hidrocarburos y la retracción de las importaciones. Su objetivo es recrear -con el visto bueno del FMI- un escenario parecido al imperante en los años 90 con Menem. En ese marco forjaría su base política derechista.

-¿Y es factible esa repetición?

No los sabemos, pero recordemos que Menem logró sobrevivir al desastre inflacionario de su prolongado debut y Milei recién comienza a transitar por esa misma trayectoria. El riojano contaba con el Justicialismo, los gobernadores y la burocracia sindical. Su émulo no cuenta con ese sostén y para seguir en carrera deberá atravesar el test inmediato de un trimestre tormentoso. Si en marzo o abril tiene que devaluar de nuevo afrontará una gran crisis.

Esa perspectiva de otra gran desvalorización del peso ya está a la vista por una escalada de los precios, que se está neutralizando los efectos de la mega devaluación de diciembre. Además, es muy visible el círculo vicioso de la recesión que desmorona la recaudación y acrecienta el déficit fiscal, anulando todos los efectos de los recortes dispuestos por el gobierno.

Esas inconsistencias acrecientan los choques entre los tres grandes sectores capitalistas del país. Milei-Caputo son exponentes del capital financiero y hunden la economía para garantizar la cobranza de los acreedores. Esquilman al pueblo, pero si esa confiscación no alcanza están dispuestos a exigirle pagos a los otros dos grupos de poder. Un sector es el agronegocio que fue muy beneficiado por la devaluación, pero ahora se resiste aportar al impuesto de las retenciones exigido por el gobierno. El otro segmento de los industriales sintoniza con la reforma laboral que promete Milei, pero está afectado por la apertura comercial y el recorte a los privilegios impositivos en las provincias.

-¿Cuáles son entonces los escenarios en gestación?

-Las alternativas dependen del resultado de la agresión contra el pueblo. Todos los precursores de Milei lograron imponer su agenda durante cierto lapso, sin lograr nunca la remodelación neoliberal de la economía y sin conseguir la estabilización de un gobierno derechista. La diferencia entre Videla, Menem y Macri radicó en el lapso que lograron preservar sus modelos.

La última experiencia fue la más corta y esa brevedad podría repetirse, si la batalla popular en curso logra un éxito semejante al conseguido contra la reforma previsional del 2017. Milei espera evitar esa frustración subiendo la apuesta con la carta de la dolarización y los grupos de poder siguen atentamente su gestión, evaluando si continúan sosteniéndolo o preparan un reemplazo con el tándem Villaroel-Macri. Todo dependerá del resultado de la batalla social que se libra en las calles y lo que ocurra con la ley Ómnibus aportará un primer indicio de esa confrontación.

-¿Notás cambios en la resistencia popular?

-La masividad y diversidad en el acto de la CGT indican que existe cierta conciencia de la intensidad de la lucha en curso. Muchos concurrentes a esa protesta remarcaron que ¨esto recién empieza¨ y otros convocaron a seguir una y otra vez en las calles hasta derrotar al Milei. En algunos barrios reaparecieron las asambleas y las cacerolas con cierta reminiscencia del 2001 y un dato clave fue el cierre del acto con el discurso de una Madre de Plaza de Mayo. Esa centralidad de los derechos humanos será determinante de la batalla actual.

Me parece también llamativa la apertura de la dirección de CGT, que se reunió con diputados del FIT e invitó al palco al grueso de los organizadores del acto. No quieren repetir el rechazo a sus complicidades del pasado, a su inacción en la era Macri o a su ceguera frente a la irrupción de los movimientos sociales.

De todas formas, sigue pendiente la continuidad de un plan lucha, porque es evidente que un paro no alcanza para frenar a Milei. En las marchas se corea una y otra vez a favor de la unidad de los trabajadores contra los disgustados con esa convergencia. Esa consigna expresa una profundo deseo de redoblar la lucha, con la organización sindical a la cabeza de un frente que derrote el ajuste.

Me parece también significativa la radicalización que comienza a notarse, entre los sectores que esperan ganar la calle hasta que caiga el gobierno. Lo expuso en forma explícita el cineasta Aristarain. Finalmente, prestaría atención al sentido de la consigna: ¨la Patria no se vende¨, que fue asumida por muchos participantes de la marcha. En ese planteo la Patria es Arsat, el Conicet y los salarios. Es una forma de cuestionar al neoliberalismo, destacando que “no me vendo”, porque “no soy una mercancía”. El sentido subyacente es una variedad del patriotismo progresista.

-En síntesis, pareciera que volvemos a las típicas crisis y a los vertiginosos desenlaces de Argentina….

-Si. Todos se acelera nuevamente y comienza a dirimirse en el pleno verano. Se diluyó la impresión inicial de una tregua hasta marzo-abril, porque está a la vista la audacia con que actúa Milei. Es su rasgo central y lo demás es secundario. Si improvisa o si tiene un plan es un dato accesorio, en comparación a una conducta reaccionaria decidida y muy similar a Thatcher, Fujimori o Yeltsin. Los dominadores lo sostienen por esa postura y en el campo popular hay que responder con la misma resolución. La moneda está en el aire y ganará el que demuestre mayor decisión.

Claudio Katz, economista e investigador del CONICET, profesor de la UBA e integrante de Economistas de Izquierda (EDI)

Fuente: www.rebelion.org