Entre la democracia y las instituciones del régimen existen los intereses de clases

Por Carlos Rang*
A raíz del repudiable intento de magnicidio de la vicepresidenta se generó el debate por la defensa de la democracia y las instituciones del régimen, su fortalecimiento y mejoría. Lo que quedó soslayado o en un segundo plano fueron los problemas acuciantes que tiene nuestra sociedad bajo las relaciones sociales actuales. Es oportuno señalar que mientras todo esto es transmitido una y otra vez por los medios, se está llevando adelante una brutal  transferencia de ingresos desde los sectores populares hacia los grandes monopolios concentrados, con la medidas anunciadas por el gobierno democrático junto a la institución FMI.
Se anunció un dólar soja de 200 para los grandes exportadores y grandes productores, impactando directamente en un aumento del 20 % en los alimentos para la cría de gallinas, pollos y cerdos. En consecuencia se provoca la
expulsión de pequeños productores y el aumento de las carnes, huevos y leche, erosionando más aun los magros salarios.
Por otro lado se sancionó un recorte de 128.000 millones de pesos del presupuesto de vivienda, educación y salud, se congelaron los ingresos al estado incumpliendo con lo pactado (30.000 pases a planta en 3 años), licúan las jubilaciones, anuncian un salario mínimo paupérrimo de 51 mil pesos, achican los planes sociales y los auditan, en vez de auditar la riqueza, la fuga de capitales y la Deuda Externa.
Se lanzan tarifazos que son la antítesis de la redistribución de ingresos, se fomenta el negocio especulativo de la deuda pública en pesos con letras y bonos del tesoro, se siguen desvastando los ingresos de los sectores populares al devaluar la moneda y con una inflación cerca de los tres dígitos.
En síntesis hay una tremenda pérdida de ingresos a través del salario, mientras la recuperación económica pos pandemia fue a las arcas de los capitalistas y luego fugada por éstos. Las ganancias récord de los grandes monopolios contrastan con la explotación, la miseria y el hambre de nuestro pueblo.
Como clase trabajadora debemos repudiar la violencia intrínseca del sistema y su explotación.
La forma más concreta y eficaz de hacerlo es con la huelga y tomando las calles. Debemos llevar como consigna la defensa de la democracia, pero no de ésta sino de la que vamos a construir luchando para que la misma sea participativa, directa y popular, donde nuestra clase trabajadora en profunda unidad tenga la centralidad con el debate de un programa que decida cómo nos vamos a desarrollar, superando las antinomias y los intereses mezquinos y corporativos.
Donde las y los trabajadores forjemos nuestra fuerza en movimiento  y en la lucha, por garantizar correlaciones de fuerzas favorables para tener el poder suficiente que garantice nuestras vidas.
*Docente de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC). Delegado Gremial de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE-CTAA) en la Secretaría de Agricultura Familiar (SAF)