Jaime de Nevares: Perfil de un fiel luchador

El 19 de mayo de 1994 dieron inicio las sesiones para la reforma de la Constitución Nacional; en este marco detallamos las acciones llevadas adelante por Don Jaime que fue elegido convencional constituyente por la provincia de Neuquén en 1994, y luego decidió renunciar al cargo alegando que no estaba de acuerdo con el denominado Pacto de Olivos, que formaba parte de las modificaciones. Entre sus argumentos a la hora de la renuncia, afirmó que lo hacía “para no participar en los funerales de la República”.

Jaime Francisco de Nevares “Don Jaime” trabajó incansablemente para lograr la justicia social, dedicó su apostolado con particular atención a los sectores más desprotegidos y abandonados, y su compromiso con la defensa de los derechos humanos fue destacada.

Su trabajo como sacerdote y su accionar como obispo emérito de la Diócesis de Neuquén se centró en el ejercicio de la justicia y de la defensa de los derechos constitucionales, fundamentalmente de los derechos indígenas. Padre conciliar en el Concilio Vaticano II, fue defensor de las huelgas obreras a fines de la década de 1960, fundó la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y luego el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos durante la última dictadura militar, miembro de la CONADEP durante 1983 y 1984, y convencional constituyente para la Reforma de la Constitución Argentina de 1994.

Durante la dictadura autodenominada Proceso de Reorganización Nacional en los años 1976-1983, fundó con dirigentes nacionales y autoridades de iglesias hermanas la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y a posteriori el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos.

En los primeros meses siguientes al golpe de Estado en Argentina de 1976, De Nevares, junto con otros obispos llevaron adelante acciones y manifestaciones repudiando los hechos cometidos por la Junta Militar. En ese momento integró el Equipo Diocesano de Pastoral Aborigen y creó los equipos pastorales de Migraciones, Social, Carcelaria.

Su cuestionamiento al proceso militar y su compromiso hacia los sectores más carenciados de la sociedad, le generó un progresivo aislamiento respecto de los círculos de tomas de decisión de la Conferencia Episcopal Argentina, que tuvo como presidentes rotativos a los cardenales Juan Carlos Aramburu y Raúl Primatesta; tampoco tuvo acceso al Consejo Episcopal Latinoamericano.

Don Jaime acompañó a los familiares de los desaparecidos, reclamó por las víctimas, escondió a los perseguidos, encabezó las marchas por los Derechos Humanos, entre otras tantas acciones.

Junto con Esteban Hesayne, Obispo de Río Negro; Jorge Novak Obispo de Quilmes, Carlos Ponce de León, Obispo de San Nicolás y Enrique Angelelli, Obispo de La Rioja -asesinado por la dictadura militar-, fue de los pocos obispos que enfrentaron el genocidio. Cuando volvió la democracia no dudó en integrar la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas).

En agosto de 1991 fue nombrado obispo emérito al tiempo que Agustín Roberto Radrizzani, lo sucedía en el obispado de la diócesis de Neuquén.

Durante sus años como obispo creó la Pastoral de los Trabajadores, hoy Pastoral Social, impulsó los grupos juveniles y la participación de los jóvenes en la vida política y social, creó la Pastoral de Migraciones, que comenzó defendiendo a los migrantes chilenos que huían perseguidos por la dictadura de Pinochet, creó la Pastoral Carcelaria para acompañar a los presos, el Club del Soldado para quienes estaban haciendo la conscripción, la Pastoral de Medios de Comunicación, puso en marchas las Asambleas Diocesanas para debatir el camino de la iglesia neuquina. El Concejo Deliberante de la ciudad de Neuquén lo nombró “Vecino Ilustre”, la provincia de Neuquén le otorgó el “Pehuén de Plata” que entrega a personas destacadas, la Universidad Nacional del Comahue lo nombró Doctor “Honoris Causa” por su incansable trabajo por los derechos humanos, el gobierno de Chile lo distinguió con la medalla de Bernardo O´Higgins que es la más alta condecoración que otorga.

“No quiero asistir a los funerales de la República”

Con esta frase Jaime De Nevares renunciaba como convencional constituyente para la Reforma Constitucional de 1994 tras denunciar “la desmesurada extensión de los poderes presidenciales, que hacen muy tenue la ya tenue división de poderes”.

Advirtió que renunciaría si se votaba sobre lo acordado en el Pacto de Olivos entre Carlos Menem y Raúl Alfonsín, sin votar en los puntos en particular limitándose al “paquete cerrado”; y así sucedió.

“Manifiesto mi decisión de abandonar definitivamente esta Convención Constituyente. En cumplimiento del mandato con el que fui honrado por la mayoría del electorado de mi provincia Neuquén. Pero no debo dejar de expresar, sin embargo, mi alarma ante la desmesurada extensión de los poderes presidenciales, que hacen muy tenue la ya tenue división de poderes. Por eso digo, señor Presidente y señores convencionales, parafraseando a un personaje argentino que mucho admiro, no quiero asistir a los funerales de la República. Alguien dijo que la historia será implacable al juzgar aciertos y errores. Yo agregaría, cuánto más implacable será con quienes han realizado una verdadera subversión en el orden constitucional. Yo no quiero, no querría caer bajo ese juicio implacable de mi Patria, aún más que de la historia”. (Fragmento del discurso del convencional constituyente por la provincia de Neuquén Jaime Francisco De Nevares, al momento de renunciar a su banca en la Asamblea Constituyente de Santa Fe en 1994).

Su discurso el 1º de junio de 1994, se centra en impugnar la forma en que se proponía la Reforma Constitucional, forma que según él viciaba de nulidad absoluta a la Convención y a sus decisiones. Explicando más ampliamente a qué se refería cuando denunciaba la nulidad de la ley 24.309 de declaración de la necesidad de la reforma constitucional, “Don Jaime” afirmaba que al dictar esa ley el Congreso había atribuido a sí mismo y al Poder Ejecutivo facultades constitucionales que el artículo 30 de la Constitución Nacional les negaba.

El 19 de mayo de 1995 falleció, luego de marcar profundas huellas. Su trabajo lo posicionó como referente indiscutido en materia de derecho humano; trascendió los límites de la Iglesia y de la provincia de Neuquén, dejando un legado de suma importancia, que hoy valoramos. ”Me piden una palabrita y la bendición. Tata Dios nos pide coraje, que no nos achiquemos…”, decía.

A 29 años de la sanción de la Constitución de 1994, es importante recordar a Don Jaime, su valor y coherencia, y el compromiso con la construcción de un país libre donde las injusticias se sientan menos.

Fuente: www.endepa.org