“La necesidad de ordenar la economía no está en discusión, sino quién va a pagar los costos”

En su reciente libro “La fortaleza”, Luis Campos recorre ocho décadas de organización obrera en Argentina, sus avances y retrocesos, las relaciones de fuerzas en cada etapa y los vínculos con el Estado. Un análisis histórico para pensar el mundo del trabajo en medio del ruido de la campaña electoral.

La fortaleza. Sindicatos, Estado y relaciones de fuerzas (Argentina, 1945–2001) analiza casi ocho décadas de organización obrera en Argentina, los tiempos económicos y ocupacionales que condicionaron su accionar, los avances y retrocesos en materia de derechos y reivindicaciones, los ciclos ofensivos y defensivos, sus estrategias políticas ante las distintas coyunturas nacionales.

“Es un estudio de largo plazo, una aproximación a los movimientos estructurales de la sociedad que van más allá de las relaciones entre sindicatos y tal o cual gobierno”, indica su autor, Luis Campos, en diálogo con Canal Abierto. “En paralelo, pretende ser una contribución a un debate muy común de nuestros tiempos, y que supone a la organización gremial como algo del pasado y anomalía a corregir”.

En relación al recorte temporal del análisis, el coordinador del Observatorio del Derecho Social de la CTA Autónoma aclara que eligió el año 1945 por tratarse del “punto máximo en el proceso de institucional del movimiento obrero, lo cual no significa que haya sido su punto de arranque”.

A grandes trazos, el libro divide estos 80 años en dos etapas bien distintas: una que caracteriza como de “ofensiva”, de 1945 hasta mediados de los 70´, donde los sindicatos “tuvieron un papel fundamental en la representación política de los trabajadores, dada la proscripción del peronismo, aunque no exenta de tensiones en su interior”; y otro ciclo de repliegue y “contra ofensiva del capital”, cuyo inicio Campos ubica en el golpe de Estado de 1976.

“En los últimos 20 años también encontramos momentos de avances y retrocesos, con un entramado social que no es tan diferente al de los 80´ y 90´, aunque con una situación política bien diferente”, explica el investigador, quien agregó que “en la crisis de 2001, los trabajadores ganamos y logramos condicionar lo que vendría después, pero no fuimos capaces de modificar radicalmente las reglas del funcionamiento del sistema”. 

En concreto, Campos refiere a las diferencias entre los altos índices de desocupación de las primeras dos décadas tras recuperada la democracia y el escenario laboral actual: “el interrogante clave gira en torno a esa importante porción de los trabajadores que quedaron por afuera del sistema formal, y que ya hace tiempo vemos organizados sindicalmente, movilizados y planteando reclamos propios de su clase”.

En Argentina el 45% de los trabajadores se encuentra en la informalidad, lo que significa que más de ocho millones de personas están ocupadas, pero en condiciones de vulnerabilidad. Ante la consulta sobre los discursos de campaña que proponen una reforma laboral como solución a la problemática, el autor de La fortaleza afirma: “en los 90´ hubo una tendencia a flexibilizar las condiciones de contratación y tuvimos el desempleo más alto en términos históricos; por el contrario, en los años que siguieron al 2003, vimos un aumento en el empleo en el contexto una legislación más protectora”.

“Al margen de la cuestión legislativa, vemos que el empleo tiende a crecer cuando crece la economía, pero el fenómeno también repercute a la inversa: si atravesas un proceso de recesión resulta lógica la retracción del empleo”, define.

De cara al futuro, Campos no duda: “No hay economía que pueda funcionar con los desajustes que tiene nuestra macroeconomía; la discusión no es si hay que ordenar o no la economía, sino quién lo va a hacer, en base a qué criterios y sobre quién van a caer los costos”. En este sentido, además de advertir sobre los peligros de un posible ajuste sobre los trabajadores, el especialista rescata la experiencia del Aporte Solidario y Extraordinario de las grandes fortunas: “fuera de un contexto como el que instaló la pandemia, era algo ni siquiera mencionable; sin embargo, se hizo y no hubo un cataclismo económico ni ningún millonario se fue del país con su dinero”. 

“Podemos hacer como si estos desórdenes no existieran, pero así vamos a seguir como el hámster: corriendo detrás del salario, perdiendo o empatando, y cada vez más exhaustos”, alerta.  

Entrevista: Diego Leonoff

Fuente: www.canalabierto.com.ar