A más de 48 años del asesinato de Santucho, cuyo cuerpo fue exhibido en el “museo de la subversión” pero no entregado a sus deudos, el apellido volvió a ser noticia el año pasado por la recuperación del nieto 133, hijo de Julio Santucho. Una historia familiar signada por la barbarie represiva.
La Convocatoria
El jueves 12 de diciembre a las 19 horas, te esperamos en la sede de ATE Córdoba, Entre Ríos 450, para analizar el libro “Poder Burgués y Poder Revolucionario”, un homenaje a Mario Roberto Santucho.
Los Santucho, una familia diezmada por el terrorismo de Estado
Ana María Villareal y Mario Roberto Santucho.
Los chicos como rehenes
El 8 de diciembre de 1975 una patota del Batallón de Inteligencia 601 irrumpió en una casa de Morón donde se celebraba un cumpleaños infantil. Allí secuestraron a Ofelia Ruiz de Santucho (viuda de Asdrúbal) y a nueve niños: cuatro hijos del jefe del PRT-ERP (Ana Cristina, de 14 años; Marcela Eva, de 13; Gabriela Inés, de 12, hijas de Ana María Villarreal; y Mario Antonio, de nueve meses, hijo de Liliana Delfino, segunda compañera de “Roby”), cuatro sobrinos, hijos de Asdrúbal (María Ofelia, de 15 años; María Susana, de 14; María Silvia, de 12, y María Emilia, de 10), y Esteban Abdón, que cumplía cuatro años y era hijo del jefe de logística del ERP, Elías Abdón, secuestrado el día anterior.
Al frente del grupo operativo estaba Carlos Españadero, un oficial retirado en 1970 y reincorporado años después como personal civil de inteligencia del 601, donde se abocaría a armar una red de infiltrados en el ERP, según reconstruyó el periodista Ricardo Ragendorfer.
El primer destino de los flamantes rehenes del Ejército fue el centro clandestino Protobanco/Puente 12, donde el propio Españadero, que se hacía llamar “mayor Peirano”, se encargó de interrogar a niños y niñas para arrancarles información que permitiera dar con Santucho.
El derrotero de las víctimas siguió por el Pozo de Quilmes, pero la noticia del secuestro de nueve niños se difundió por agencias internacionales. Españadero los llevó entonces a un hotel del barrio de Flores, siempre con el objetivo de atrapar el jefe guerrillero, pero su cuñada logró contactarse con familiares y el PRT organizó un rescate que burló a la custodia y permitió trasladar al grupo a la Embajada de Cuba, donde estuvieron más de un año hasta poder exiliarse. En 2021 Españadero fue condenado a 16 años de prisión por los secuestros, tormentos y abusos.
Los Santucho desaparecidos
La etapa siguiente del calvario para la familia comenzó el 13 de julio de 1976 con el secuestro del contador Carlos Híber Santucho en la empresa donde trabajaba y el operativo en la casa de calle Warnes que ocupaba Manuela Santucho (abogada, docente) con su hijo Diego, de un año.
Allí también serían secuestradas Cristina Navajas (compañera de Julio Santucho y madre del hombre que acaba de conocer su identidad) y Alicia D’Ambra. Los familiares de Santucho fueron torturados con especial saña en Automotores Orletti, donde una semana después Manuela sería obligada a leer en voz alta la noticia del asesinato de “Roby”. La patota de la SIDE que operaba en Orletti sumergió una y otra vez a Carlos en un tanque de agua, hasta su muerte, y abandonó el cuerpo en un baldío.
Cristina y Manuela fueron trasladadas al centro clandestino Protobanco hasta fines de diciembre de 1976, y más tarde al Pozo de Banfield. Ambas permanecen desaparecidas. El 19 de julio de 1976 fue el operativo en Villa Martelli en el que acribillaron a Santucho y a Benito Urteaga. Entre quienes fueron secuestrados con vida y trasladados a Campo de Mayo estaba Liliana Delfino, última compañera de Santucho, quien continúa desaparecida.
Fuente: Equipo de Comunicación de la CTA-A Córdoba; www.pagina12.com.ar