Mariano Fragueiro: Un precursor de la Izquierda Nacional

Mariano Antonio Fragueiro nace en Córdoba, el 20 de junio de 1795, aunque figura, en algún diccionario biográfico, como 15 de octubre de 1795. Cursa estudios en el Colegio de Monserrat y en la Universidad de San Carlos, pero no culmina su carrera, pues se dedica al comercio. Sin embargo, mantiene una fuerte vocación por los libros formándose como autodidacta. Estudia idiomas y llega a manejar perfectamente el francés y el inglés. Su familia tiene un importante patrimonio y ello facilita las diversas empresas que él acomete. En 1825, integra el Banco de Buenos Aires y en 1826, forma parte del Directorio del Banco Nacional. Mantuvo, al principio, buenas relaciones con los unitarios, pero luego se alejó de ellos. Resulta difícil filiarlo a alguno de los partidos en pugna. Se dedica a empresas mineras, tanto en las Provincias Unidas como luego, en Chile. En 1841, vuelve a Buenos Aires y se pronuncia a favor de Rosas. Sin embargo, en 1850, se encuentra nuevamente en Chile, donde publica su libro “Organización del Crédito”.

Alfredo Terzaga halla en este libro la influencia de los socialistas utópicos, por lo cual lo califica a Fragueiro como “un socialista en los tiempos de la Confederación”. Allí reproduce opiniones de Fragueiro, como éstas: “El individuo tiene usurpados los derechos que le corresponden al soberano y en esta usurpación tiene origen la poco equitativa distribución de la ganancia, la acumulación de capitales en pocas manos y todos los males de la sociedad… Todo el mal viene de la individualidad… que resulta el gran inconveniente para la realización de la democracia y el socialismo…”. De aquí deriva su posición tendiente a eliminar la banca privada: “… Se trata de establecer el crédito público como el agente universal, exclusivo, que debe recibir el dinero a interés y pasarlo a los que lo soliciten, cobrando una diferencia que llamaremos comisión o renta, ya por el servicio, ya por la garantía que presta y por este medio hacer, que el Estado presida el movimiento y dirección industrial del capital monetario… El préstamo a interés debe ser inherente al crédito público o una atribución del soberano… La idea de inhibir el préstamo de dinero a interés entre particulares es nueva y no faltará por lo tanto quienes la reciban como una extravagancia…”.

Por eso, señala Ricardo Ortiz: “Su sistema crediticio (el de Fragueiro) se propone eliminar el carácter de mercancía de la moneda y acordarle exclusivamente el de instrumento de cambio”. Si se tiene en cuenta que los bancos no prestan capital propio, sino el de sus clientes (recibido a veces en cuenta corriente sin pagar interés), la propuesta de Fragueiro no debe escandalizar. Resulta, asimismo interesante, señalar como Fragueiro extiende esta función del Estado: “La época actual exige que los gobiernos presidan el movimiento industrial de los pueblos, por intermedio del crédito público. El gobierno debe ejercer su parte en la industria, dando una dirección activa a los capitales sociales y aplicándolos a los objetos públicos que más demande la industria general de la nación… Toda operación de crédito que implica fe pública, como sellar o estampar moneda, emitir billetes, recibir depósitos, dar y recibir dinero a interés, etc. son atribuciones exclusivas del crédito público. Es también de su exclusiva competencia la realización de empresas y trabajos públicos nacionales, como casas de seguro de todo género, cajas de ahorro y socorro y todas aquellas obras cuyo uso es para el público, de las que se retira una renta pagada por el pueblo, como puertos, muelles, ferrocarriles, canales, etc.”.

En otra parte del mismo libro, sostiene que esa eliminación de la individualidad –que él daba al crédito privado- debería complementarse con “solidez del poder y plenitud de la soberanía”. Dos años después, en 1852, publica “Cuestiones Argentinas”. En este libro, llevado por su inclinación socialista, sostiene que no existe libertad de imprenta cuando los periódicos pertenecen a un particular, pues ella queda limitada a su voluntad, no pudiendo ejercerla los demás: “… El pensamiento escrito debe ser protegido de la restricción que le impone el capital (puesto que ‘el pobre, el que no puede pagar la imprenta, no puede publicar’) y de la restricción de los empresarios, editores y redactores (‘que no consentirán la publicación de ningún escrito contra sus doctrinas’)”.

De tal manera concluye en que “la libertad de imprenta o de prensa, tal cual se la entiende, habitualmente significa una perfecta censura previa dictada siempre por el interés personal, por el egoísmo y por lo tanto (resulta) indigna, innoble y vejatoria de la capacidad”, agregando: “Y se dicen apóstoles de la libertad los sostenedores de la conveniencia individual. En estos abusos no se ve sino la complicación criminal de la Imprenta con el capital para lucrar más a costa de la libertad y del talento. La imprenta está a merced de quien más paga… La justicia, el mérito y la capacidad que no son acompañados de dinero, no tienen acogida en el taller de la Imprenta”. En el mismo libro aborda también la cuestión del indio. Sostiene Terzaga que Fragueiro rechaza la propuesta de reemplazar a los pueblos originarios por inmigración europea y se muestra decidido adversario de la violencia contra el indígena: “El exterminio de los salvajes por medio de la guerra, ni es justo ni útil… Los indígenas son hombres y debemos concederles, cuando menos, los derechos que acordamos a los africanos libres”.

Después de Caseros, Urquiza lo convoca, designándolo, en agosto de 1853, en el cargo de Ministro de Hacienda, que desempeña durante un año. En colaboración con Facundo Zuviría y Salvador María del Carril publica, en esa época, el “Proyecto de Estatuto para la Organización de la Hacienda y el Crédito Público”. Luego, pasa a ser senador entre 1856 y 1858 e inmediatamente, se intenta candidatearlo para la presidencia de la Confederación, pero no acepta. Designado Gobernador de Córdoba, se mantuvo dos años, cesando el 23 de julio de 1860. En ese mismo año, integra la Convención Reformadora de la Constitución. En 1861, es nombrado Director de la Casa de Moneda y en 1863, vuelve a ser senador. Fallece el 3 de julio de 1872, en su Córdoba natal.

Alfredo Terzaga señala que las posiciones sostenidas por Fragueiro en sus principales libros son suficientes para calificarlo como socialista, pero que, además, la importancia que otorga al sector público, así como al auténtico ejercicio de la soberanía, permiten entenderlo como enlazando socialismo y posición nacional, es decir, como un precursor de la Izquierda Nacional, anticipando medio siglo a Manuel Ugarte.

Afirma Terzaga: “Originalidad nacional, verdadera independencia política y plenitud de la soberanía en todos los órdenes, sin injerencia extraña, son elementos definitorios del nacionalismo de Fragueiro. Pero hay otros, tales como las restricciones al comercio exterior para proteger la industria del país, la integración del indígena como medio de incorporar a la Nación las tierras del sur, la exclusividad nacional para la navegación de cabotaje, la exclusividad de las actividades económicas confiadas al Crédito Público y la repatriación de la deuda exterior para evitar el drenaje del esfuerzo nacional (Caso del empréstito de Inglaterra)…” y agrega Terzaga: “El proyecto de Fragueiro, donde aparecen tan íntimamente ligados los nacional y social, expresaba la tendencia a un desarrollo económico independiente, totalmente ajena a la idea alberdiana del ‘transplante’ y mucho más ajena, por supuesto, a la tesis de que ‘el capital civilizador’ tendría que importarse como a tierra de nadie… Si se nos permite una licencia de lenguaje, podríamos decir que la proyectada reforma social de Fragueiro importaba algo así como un modelo ‘paraguayo’, pero a escala muy distinta y donde el paternalismo nacional del caudillo estaba reemplazado, conforme a esa escala, por la soberanía igualmente nacional de un poder que debía representar a una sociedad cabalmente organizada”.

Estas reflexiones explican por qué razón Mariano Fragueiro –ministro, senador, convencional y publicista y casi candidato a presidente- continúa siendo un desconocido para la mayor parte de los argentinos.

(N. Galasso, Los Malditos, Tomo I, pág. 182 Ed. Madres de Plaza de Mayo).

Fuente: www.pensamientodiscepoleano.com.ar