Mercado Laboral: “En un año se agregaron a la búsqueda de empleo 689.495 personas más”

Reproducimos el Informe Despidos, desocupación encubierta y precarización en la desindustrialización macrista, Datos INDEC Primer Trimestre 2019, elaborado por Claudio Lozano, economista de la CTA Autónoma, coordinador del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP).

Claudio Lozano, dirigente de Unidad Popular, sostuvo que “como era de esperar la tasa de desocupación superó los dos dígitos. Se ubicó en el 10,1% representando 1.961.840 desocupados, cifra ésta que implica que en un año hay 211.800 desocupados más. Pero como siempre, y dadas las características que presenta el mercado laboral argentino, al observar los denominados “ocupados demandantes”, la tasa sube en un año de 15,3% a 17,5% es decir que hay una desocupación encubierta de 477.695 personas más”.

Y agregó: “En concreto, sumando la desocupación abierta y la encubierta en un año se agregaron a la búsqueda de empleo 689.495 personas más totalizando casi  5,4 millones de personas buscando trabajo. Cabe agregar que se observa que el aumento del desempleo es resultado de la destrucción de puestos de trabajo ya que lo que se expande son los desocupados de menos de un año de duración, al tiempo que explotó el subempleo que salta en un año del 9,8% al 11,8%, es decir que aumenta en 417.300 personas. El panorama se completa  con rasgos que han sido constitutivos del gobierno de Cambiemos”.

“En un marco de estancamiento y ligero descenso de la tasa de empleo, hay un descenso de la tasa de asalarización, una caída de la tasa de empleo formal, 51.200 ocupados menos en la industria en el último año y un aumento del cuentapropismo (167.000) y de los asalariados no registrados (140.500). Durante todo el período de Macri de cada diez puestos de trabajo generados 5 son cuentapropias y 4 trabajadores clandestinos o no registrados”, remató.

El mercado de trabajo al primer trimestre 2019

  • Desocupación y presión sobre el mercado laboral

Los resultados recientemente publicados por el INDEC revelan que finalmente la tasa de desocupación alcanzó los dos dígitos. De esta manera, al primer trimestre de este año la tasa trepa al 10,1% e involucra a nada menos que 1.961.840 desocupados lo que implica que durante el trimestre 209.034 personas se sumaron a las filas de la desocupación mientras que durante el período interanual el aumento fue de 211.800 desocupados más.

Este nivel verificado del fenómeno de la desocupación abierta resulta ser el más elevado de los últimos doce años, sólo empatado en el también recesivo año 2014, cuando la economía, y especialmente la actividad industrial, comenzaban una trayectoria de retroceso. Cabe destacar que en la serie de tiempo aquí analizada consideramos una estimación alternativa de tasa de desocupación para el período 2013-2015 conforme a la distorsión sufrida en la tasa de actividad durante el cambio de muestra que llevó adelante la intervención del INDEC (2007-2015).

Se observa, por otro lado, un rasgo preocupante en la composición de la población desocupada que consiste en la mayor presencia de personas que han tenido una ocupación anterior y, por lo tanto, una consecuente disminución de “nuevos desocupados” o desocupados ingresantes a la actividad. Al observar la información presentada en el cuadro 1.7 del comunicado de prensa se verifica que éstos pasan de representar 74,6% al primer trimestre 2018 al 79,8%, lo que implica (según estimaciones propias) que los 211 mil desocupados más se explican exclusivamente por despidos[1] (se verifican 261 mil desocupados más con ocupación anterior). En este mismo sentido, se corrobora que aumenta en casi 286 mil personas la cantidad de desocupados que buscan trabajo hace menos de un año. En definitiva, el salto reciente en la desocupación obedece a los recientes procesos de expulsión de una mano de obra que continúa en actividad a través de la búsqueda de empleo.

La brecha entre demanda y oferta de trabajo, de todos modos, no queda resulta sólo con atender el problema de la desocupación. Forma también parte del problema general de la subutilización de la fuerza de trabajo el fenómeno de la subocupación, que durante el último año evidenció un significativo incremento al pasar del 9,8% al 11,8%, es decir un aumento del +20,1% que se tradujo en 417,3 mil subocupados más. De esta manera, la subutilización laboral (incorporando a los desocupados) pasa del 18,9% al 21,8% en el último año.

Sin embargo, sostenerse como desocupado en un contexto de alta inflación como el actual parece ser casi un lujo. La urgente necesidad de ingresos suele conducir a las personas sin trabajo a realizar alguna actividad en el “mientras tanto” para permitir la reproducción del hogar.  A este fenómeno laboral que consiste en la proliferación permanente pero inestable de ocupaciones percibidas como transitorias por la población que las ocupa hasta la consecución de otro empleo en mejores condiciones, se lo conoce en el lenguaje de la EPH como “ocupados demandantes de empleo”, o bien, como desocupación encubierta. Volvemos a verificar en este trimestre, un nuevo aumento que lleva a la tasa correspondiente al 17,5%, renovando el valor máximo de la serie publicada. Hace un año atrás dicho indicador era del 15,3% lo cual implica un aumento de nada menos que el +14,2% en la tasa y de 477.695 desocupados encubiertos más (u ocupados que demandan un empleo). El incremento de este indicador es continuamente creciente desde el año pasado verificándose trimestre a trimestre nuevos aumentos: particularmente durante los primeros tres del corriente año la cantidad de ocupados que demandan otro empleo fue mayor en 83.796 personas (la tasa pasó del 17,3% al 17,5%).

De esta manera, la novedad del 10,1% que ya resulta alarmante de por sí, aunque perfectamente en línea con el entorno recesivo vigente, parece un problema menor cuando se asume una concepción más amplia del desempleo. La desocupación total (abierta y encubierta) que representa la presión real y efectiva sobre el mercado laboral asciende al primer trimestre al 27,6% de la población económicamente activa (PEA) e involucra a un total de 5,4 millones de personas como resultado de un incremento sustantivo de la tasa (que era del 24,4% un año atrás) y de la incorporación 689.495 personas más que buscan empleo durante el último año. Al avanzar un nivel más en términos de presión laboral y evaluar la disponibilidad total, es decir el peso del conjunto de fuerza laboral disponible (incluyendo a los ocupados no demandante disponibles porque trabajarían más tiempo si pudieran) se verifica uno de los síntomas más alarmantes del desajuste laboral actual: uno de cada tres[2] personas económicamente activas ejercen algún tipo de presión sobre el mercado de trabajo conforme a un tipo de inserción laboral que no satisface sus necesidades.

Lo anterior, simplificadamente entendido como distintas expresiones de las necesidades de insatisfechas de inserción de la fuerza laboral, se corresponde también con un valor de la tasa de actividad que alcanza un máximo histórico, el 47% lo cual implica que prácticamente de 19,5 millones de personas están activamente involucradas en el mercado laboral.

Hasta aquí la perspectiva del mercado laboral principalmente vista desde el lado de la “oferta de fuerza de trabajo” que busca una inserción laboral o está disponible pero no logra respuestas satisfactorias en una economía que genera acotadas oportunidades de empleo, y menos aún, aquellas vinculadas a empleo formal.

  • Las dificultades en la generación de empleo

A partir de aquí, presentamos la contracara de las manifestaciones del desajuste en el mercado de trabajo en el punto anterior que es la vigencia de un esquema económico que va alternando períodos de estancamiento con momentos de retracción. La tasa de empleo publicada por el INDEC al primer trimestre del 2019 es del 42,3% lo cual demuestra que la economía se encuentra hace más de una década rodeando el 42% -con sus más y sus menos- llegando, en los mejores momentos, al 43%.

Otros indicadores del sistema de estadísticas oficial, hasta el momento de conocerse las tasas de la EPH, venían reflejando la permanencia de un panorama económico y laboral crítico con caídas de la actividad productiva y destrucción de empleo. Sin lugar a duda, la conclusión es que el año 2018 fue protagonista del mayor deterioro experimentado en los últimos años. Así, la pobreza e indigencia trepó al 36% a finales del 2018 en el marco de una caída en el nivel de actividad del -7% mientras la industria sufrió un achicamiento aún más drástico, del -14,9%. Tanto la construcción como el comercio, sectores de relevancia en el aporte al producto nacional y en la generación de empleo, también vieron retroceder sus niveles de producción en -12,5% y -15,2, respectivamente. Solo el sector primario ve aumentar los niveles de actividad, que luego de la sequía, refleja una recuperación que se sostiene en los primeros meses del corriente año. Según la información de trabajo registrado del SIPA (de publicación mensual) se observaba entonces que la cantidad de trabajadores registrados en alguno de los regímenes tributarios-laborales vigentes había disminuido en -222,6 mil durante el año 2018, tanto en inserciones asalariadas (-122,8 mil) como monotributista (-93 mil) a pesar de que ésta venía sosteniendo el empleo durante el período anterior. En el segmento privado la destrucción de puestos de trabajo fue de -133 mil y la industria, la construcción y el comercio sufrieron caída del -60,5 mil, -14,3 mil y -37,8 mil, respectivamente.

Para estos mismos indicadores, los primeros tres meses del año en curso reflejan una continuidad en materia de actividad económica (se sostiene las caídas interanuales del producto y de los principales sectores con escasos signos de desaceleración en el ritmo de algunas caídas) aunque se destaca una profundización en el proceso de deterioro de los indicadores laborales del trabajo registrado (con la única excepción del sector de la construcción que logra bajar el ritmo de destrucción de empleo). El trabajo registrado del SIPA que caía interanualmente al -1,8% a diciembre 2018, lo hace a marzo 2019 al -2,2%; los asalariados pasan de una caída del -1,2% al -1,5%; los monotributistas pasa del -4,6% al -5,5%; los asalariados privados del -2,1% al -2,5%, los industriales del -5,1% al -5,8% y los trabajadores registrados del comercio pasan de caer en -3,2% al -3,9%.

En este mismo sentido, la información provista por la EPH destaca una caída de la tasa de asalariazación que pasa interanualmente del 75,2% en el primer trimestre 2018 al 74,5% durante los primeros tres meses del año explicado fundamentalmente por una destrucción en la cantidad de asalariados registrados (según nuestras proyecciones de aproximadamente -158 mil). Si bien durante el período trimestral la EPH muestra un leve crecimiento en la cantidad de asalariados registrados, este volumen resulta ser insuficiente para revertir las caídas anteriores ocasionadas durante el segundo y cuarto trimestre del 2018. Obsérvese del grafico expuesto a continuación que el nivel de empleo asalariado formal que genera la economía desde la asunción del gobierno de Cambiemos está estancado: los últimos datos publicados son prácticamente equivalentes a los verificados hace cuatro años (2015). Tal resultado no sólo expresa el fracaso de la actual gestión para resolver las restricciones del proceso de generación de empleo “de calidad” como suele decirse, sino que lo ha empeorado. Al incorporar el impacto demográfico para medir la capacidad real de generación de oportunidades de empleo, se observa que la tasa implícita de empleo asalariado formal de la economía va en picada (la última información del 2015 indica que ésta era del 21,3%, pasa al 21,1% durante el primer trimestre 2018 y actualmente es del 20,5%).

Sin embargo, la tasa de empleo publicada por el INDEC suele brindar un panorama de relativa estabilidad. Como ya fue señalado más arriba, el 42,3% de empleo al primer trimestre 2019, refleja un estancamiento tanto en período interanual como en el trimestral (son variaciones de tasa inferiores al 1%). Aunque por efecto demográfico, la cantidad de ocupados aumenta en el año en 135.484 y en el último trimestre en 73.251. Cabe recordar que en función de lo sucedido en el cuarto trimestre 2018, cuando se había registrado una destrucción neta de ocupaciones cercana a los 131 mil, la situación vigente se presenta como una relativa mejora, aunque todavía enmarcada en un contexto de acotada generación de oportunidades laborales, insuficientes para responder a las necesidades de inserción de la población, cuestión que queda reflejada en el aumento de la tasa de desocupación anteriormente explicado.

Pero ¿de qué se trata ese tibio aumento en la cantidad de ocupaciones que logra contener la caída de la tasa de empleo? Se trata finalmente, de aquello que viene repitiéndose incansablemente en cada publicación de los resultados del mercado de trabajo argentino, consiste en la extensión de las categorías informales y precarias del empleo: el trabajo por cuenta propia (mayormente de subsistencia y en ciertos casos asociadas a prácticas precarizantes de explotación laboral) y la ampliación del empleo precario (asalariados no registrados en sus puestos de trabajo). En ocasión del trimestre en cuestión, la evolución interanual indica que las únicas categorías ocupacionales que crecieron fueron ciertamente el cuentapropismo (en 167 mil) y los asalariados no registrados (en 140,5 mil) en un contexto de caída -como se señaló- del segmento registrado de los asalariados, pero también del resto de las categorías como patrones y trabajadores familiares. Particularmente durante los primeros tres meses del año, se observa una caída tenue en la cantidad de asalariados no registrados que lleva a un descenso de la tasa de informalidad del 35,3% al 35%, aunque la continúa situando por encima del 33,9% del primer trimestre 2018.

De esta manera, la gestión Macri devuelve un sostenimiento en el nivel de empleo desde el año 2015 (II trimestre) aunque con un cambio importante en su composición al verificarse que, de cada diez ocupaciones nuevas, cinco son trabajadores por cuenta propia de subsistencia y cuatro son relaciones asalariadas que corresponden a maniobras ilegales de los empresarios. Obsérvese del gráfico a continuación que la primera categoría se amplió en un 17,2% mientras la segunda lo hizo en un 9,4%.

Simultáneamente se experimenta un cambio de composición sectorial que se expresa en una menor presencia de la industria en el total del empleo ligado al contexto vigente de regresión de una actividad manufacturera (especialmente las pequeñas y medianas empresas) que debe afrontar mayores costos de producción vía el aumento desmesurado del cuadro tarifario y las continuas devaluaciones, una menor demanda conforme al alicaído consumo interno y una política desreguladora de apertura a las importaciones. Lo anterior implica que el peso del empleo industrial descienda en el último año del 11,7% al 11,3% y redunde en una destrucción de 51,2 mil ocupaciones. También cae en esta oportunidad los ocupados en servicios hoteleros y en el sector enseñanza (que involucra también la educación privada). Las ramas que compensan con un aumento en la cantidad de ocupados involucrados principalmente son el servicio doméstico (+134,6 mil) y los servicios financieros, empresariales y de alquiler (+115,4 mil). En el primer caso, al igual que durante el trimestre anterior, se repite una estrategia de salida al mercado laboral de las mujeres de bajos recursos que buscan contener la situación de crisis de los hogares. Rama de actividad ostensiblemente feminizada que cuenta con altos niveles de informalidad laboral y de subocupación (razón por la cual durante el último año se extendió fuertemente). Ello se condice con la información provista por el cuadro 1.3 del comunicado de prensa en el que se verifica que tasa de empleo específica para las mujeres se amplía en 0,5 p.p. mientras para los varones se sostiene. Por otra parte, el sector de las finanzas e inmobiliario suele asociarse a un refugio del cuentapropismo que cuenta con la ventaja de disponer en la actualidad de una inserción favorable en esquema de precios relativos.

[1] Si bien el hecho de que un desocupado haya tenido una ocupación anterior no implica necesariamente la existencia de un despido, en el actual contexto de caída del nivel general de empleo aumentan las probabilidades de que esta asociación tenga lugar.

[2] Más precisamente el 33,9%