“No venimos a decorar la democracia, sino a transformarla de raíz”

Finalizó el IV Congreso de Cultura Viva Comunitaria en Argentina. La caravana cruzó el país uniendo experiencias en cuatro provincias, con 500 activistas de 17 países de la región. Decenas de talleres y actividades, numerosas reuniones, asambleas y círculos de debate. Incontables muestras artísticas. Un festival en un estadio de fútbol y un proyecto de Ley.

Por Pablo Carballo*

Desde el 10 de mayo, una caravana de sueños bajó desde los Andes mendocinos, pisó Córdoba al ritmo del cuarteto, se bañó en el Paraná entrerriano, celebró en las calles de San Martín y la cancha de Chacarita, visitó el Congreso Nacional y terminó en el emblemático barrio de La Boca. Cientos de activistas de diecisiete países del continente debatieron en asambleas y reuniones un modelo cultural que les permita transformar su calidad de vida. La síntesis de esos debates está plasmada en la letra de un proyecto de Ley. Decenas de números artísticos y talleres animaron la travesía colectiva, permitiendo que miles de personas se capaciten o compartan sus saberes. Ante esta realidad, son cada vez más las referencias sociales, políticas y sindicales que sumaron su interés, apoyo y promoción.

Como dicen sus impulsores, la Cultura Viva Comunitaria no viene a decorar la democracia, sino a transformarla de raíz. Esa frase se pronunció en 2013, en ocasión del primer Congreso, convocado en Bolivia. Hoy, frente a la avanzada neoliberal y la pérdida de derechos, es aún más necesaria una visión política que se distinga y proponga alternativas a los modelos excluyentes. Este movimiento cultural quiere abrirse paso en ese camino y trajo esa invitación desde aquel encuentro en La Paz y el Alto boliviano, pasando por El Salvador (2015) y Ecuador (2017).

Un Congreso itinerante, plural, mestizo y diverso

Estos encuentros son distintos a cualquier otro, desde cualquier abordaje. A diferencia de los Congresos académicos, no es imprescindible presentar ponencias, pero nadie impedirá la producción de ellas. Los espacios de debate son abiertos, y se toman decisiones organizativas como en los Congresos políticos. El carácter itinerante hace que el movimiento que lo convoca sea literal hasta en ese aspecto: quienes participan de esto no paran de moverse de un lado a otro.

Las acreditaciones ascendían a 600, sólo contando los congresales fuera de Argentina. La comisión organizadora estima que cerca de 10 mil personas se han visto involucradas directamente en la organización de este evento, si se cuentan artistas e integrantes de la diversidad de grupos. Aún mayor es ese número si se considera a los públicos asistentes a todas las instancias festivas.

La asamblea de cierre celebró la presentación del Proyecto de Ley, rindió cuentas del avance de la Campaña de firmas en apoyo a la propuesta y, aprobó la realización de los próximos Congresos en Perú (2021) y México (2023).

Quienes integran los espacios participantes están habituados a un léxico propio de la movida que se está gestando. La influencia de la educación popular hizo que a las comisiones de debate se las llame Círculos de Visión. El protagonismo de los Pueblos Originarios es provocador, a tal punto que nuestro continente se denomina Abya Yala en estos encuentros. La descolonización, tan en boga en las décadas revolucionarias, volvió y forma parte de la circulación de sentidos de la Cultura Viva. El Territorio es mucho más que el lugar donde habitamos. El Buen Vivir es, más que un bonito eslogan, un modelo alternativo al capitalismo y al consumo indiscriminado.

El movimiento salió a la cancha

Bajo el nombre «Territorios para el Buen Vivir«, el festival celebrado el jueves 16 surge de «una idea que veníamos madurando con distintas organizaciones, para mostrar que lo que hacemos no es sólo una reunión de pequeños proyectos, sino que también podemos formar parte de las grandes expresiones de la cultura popular«. Las declaraciones son de Eduardo Balán, fundador de El Culebrón Timbal, uno de los grupos que dio vida a las redes culturales latinoamericanas desde comienzos de este siglo y que formó parte de las bandas que tocaron en el evento.

Ese Festival fue, en este Congreso, el intento más acabado para reunir y sintetizar todo lo que se integra en este movimiento. Se montó una feria con productos de la economía social. Se instaló un microcine impulsado por realizadoras independientes. Funcionó una radio abierta durante toda la jornada, con radialistas integrantes de FARCO. En diversos talleres y actividades, cada artista pudo intercambiar saberes y experiencias. Cada media hora desfilaba una murga o comparsa de algún barrio del Conurbano Bonaerense. A su vez, contingentes de la Caravana arribaban al estadio para alimentarse, beber y recuperar energías para el tramo final de una movida interminable. Un escenario estuvo abierto a distintas propuestas musicales y otro estuvo destinado a los shows de los grupos más conocidos, donde se destacaron La Delio Valdez y Me Darás Mil Hijos, junto al grupo percusivo BoomBatuke, el rock mestizo de No Caduca y Tupaia, el viaje instrumental de Altares y el rock and roll de Los Fantasmas.

La parada fue una más del Congreso popular itinerante. Si bien fue el evento más concurrido y con mayor participación de números artísticos, es injusto destacarlo como el único festival del ciclo ya que en las cuatro provincias -al cierre de cada jornada-, las y los congresales se autoconvocaban en escenarios abiertos en lugares públicos para compartir no sólo el fruto de sus debates, sino también la esencia de su accionar cotidiano. Es que este conjunto de militantes culturales se caracteriza por producir arte en cada manifestación de la vida, para organizarse en torno a eso, reivindicando sus necesidades y planteando propuestas superadoras que se conviertan en políticas de Estado.

El aporte de espacios sociales y políticos

En el escenario principal fueron distinguidas distintas personalidades provenientes de espacios sindicales y políticos. Desde Brasil, la diputada Jandira Feghali trajo el saludo y el apoyo de los espacios promotores de la cultura comunitaria del país hermano. Es en ese lugar donde se implementó (por iniciativa de Gilberto Gil y Lula Da Silva) una política pública llamada Puntos de Cultura, inspiradora para otras experiencias latinoamericanas y aplicada -desde 2011 hasta hoy- en Argentina.

Los movimientos sociales argentinos acudieron con mucho interés a la actividad. Hugo “Cachorro Godoy” fue partícipe del primer congreso celebrado en Bolivia en 2013 y acercó su solidaridad también en esta oportunidad, en nombre de la CTA Autónoma: «Estamos viviendo una catástrofe en Argentina, pero en medio de ella nacen flores hermosas. Ustedes lo están protagonizando, nos permiten participar activamente y nos llena de orgullo ser parte de este gran movimiento. Asumimos el desafío de resistir y alimentar nuestros sueños. Lo más lindo de los sueños es hacerlos realidad, y ustedes lo están haciendo».

 «Existe un movimiento que no sale en los grandes medios ni en la cultura masiva. Se mete cada vez más en el corazón de nuestros pueblos, fundamentalmente en los sectores más humildes. Encuentran en ese lugar no solamente contención, sino la transformación de sus vidas», dijo Juan Grabois, quien asistió en representación de trabajadores y trabajadoras de la economía popular nucleados en la CTEP. Concluyó destacando que «el arte es un acto revolucionario frente a la avanzada neoliberal a la que quieren someter a Latinoamérica».

Antes de presentarlo ante el Congreso Nacional, se hizo una entrega simbólica del proyecto de Ley de Apoyo a la Cultura Comunitaria. Quien asumió -ante el público del festival- el compromiso de llevarlo al cuerpo legislativo fue el diputado Daniel Filmus. Finalizadas las actividades y ya en las oficinas del recinto, recibió a una comitiva integrada por representantes del movimiento cultural.

El Proyecto de Ley de Apoyo a la Cultura Comunitaria

En horas del mediodía del viernes 17, el Diputado Nacional Daniel Filmus, en su carácter de presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara, recibió a un nutrido grupo de activistas de Cultura Viva Comunitaria. La reunión contó con la participación de la comisión organizadora del Congreso actual y de los tres anteriores, además de referentes de los Pueblos Originarios y organizaciones de niñez. Filmus se comprometió a que este proyecto pueda formar parte, a futuro, de una Ley Federal de Culturas. Mediante esa norma se haría reserva de una décima parte del presupuesto del área para fomentar las expresiones culturales comunitarias. A su vez, confirmó que llevará el proyecto a más legisladores con la intención de que su debate convoque a un amplio abanico de sectores políticos.

En sus aspectos centrales, la Ley apunta a crear un fondo de apoyo a las organizaciones y grupos culturales, destinándole un 0,1% del presupuesto nacional. La cifra no es caprichosa, surge de una porción de lo recomendado por UNESCO para la cultura en general. Este organismo sugiere que el área gubernamental dedicada a la protección y promoción cultural debe disponer, como mínimo, de un 1% de los recursos presupuestarios.

La propuesta está basada en los Puntos de Cultura brasileños, una política pública que permite al Estado reconocer las prácticas artísticas y culturales existentes, fomentándolas con un subsidio que les permita vivir a los integrantes de las organizaciones promotoras. Esos grupos presentan ideas para desarrollar acciones a corto, mediano o largo plazo, en su comunidad o entorno más inmediato. La política también procura que cada Punto esté vinculado a los demás, promoviendo el trabajo en red, la digitalización de contenidos, la circulación de saberes y experiencias.

En Argentina existen los Puntos de Cultura desde 2011 y hasta el día de hoy son más de 600 las organizaciones que han recibido apoyo. Bibliotecas populares, grupos de teatro, radios comunitarias, centros educativos, murgas y comparsas, videastas, escritores y poetas, editoriales, revistas, artesanos y artesanas, colectivos de hip-hop, muralistas, orquestas y bandas, malabaristas y expresiones circenses. La creación de este programa de fomento en nuestro país está estrechamente vinculada a la construcción del movimiento. En aquel entonces, un colectivo denominado «Pueblo Hace Cultura» -antecedente directo de Cultura Viva- había presentado una primera propuesta legislativa en el Congreso con un alto nivel de consenso entre fuerzas políticas. En consecuencia, el gobierno nacional creó los Puntos de Cultura primero y le dio rango ministerial al área después, retomando las reivindicaciones del espacio que reclamaba atención. Sin embargo, el proyecto de ley no obtuvo tratamiento en comisiones y perdió estado parlamentario dos veces. Para los años 2014 y 2015, el Ministerio convocó a debatir una Ley Federal de Culturas que incluya la visión de este espacio, pero el sueño quedó trunco, corriendo el mismo destino que otras tantas iniciativas de la etapa anterior al macrismo.

Dos décadas de búsqueda en un camino de 500 años

En los albores del nuevo milenio, un evento de alcance global alentó los sueños y esperanzas de miles de personas y colectivos que daban pelea al neoliberalismo y a todas las formas de explotación capitalista. El Foro Social Mundial, celebrado en Porto Alegre, combinaba el espíritu festivo y creador de las artes y la cultura, con la búsqueda e implementación de nuevas formas de vivir la política y gestionar el Estado. Más democracia y mayor participación popular eran las claves con las que se intentaría nutrir una nueva etapa en nuestro continente.

En la misma época, pero en el Gran Buenos Aires, un estudio realizado por Eduardo Balán -junto al economista Claudio Lozano- demostró algo que ya se sentía, pero que no había sido mensurado: las organizaciones populares se habían multiplicado en los 90, pero no todas habían surgido para contener, alimentar o asistir a la población. La mayoría de esas nuevas experiencias eran de tipo cultural o artístico. En simultáneo a la realización de ese estudio, El Culebrón Timbal apostó por el territorio y le puso primera a un viaje que buscó conectar decenas o cientos de esas nuevas formas de organización. A la manera de los Merry Pranksters o como el circo ambulante de Mascaró, los culebrones siguieron los caminos del Che y comenzaron a construir una epopeya que los llevó a conocer grupos culturales latinoamericanos que estuvieron en estos Congresos, más de quince años después.

Así, entre viajes sinérgicos y caravanas, una nutrida red de espacios culturales iba gestando el camino de regreso hacia la Cultura Viva Comunitaria, que, en palabras de Iván Nogales, había empezado hace 500 años.

Los procesos colectivos que desembocaron en las Leyes de Medios o de la Música, de algún modo, inspiraron -al menos en Argentina- a que los grupos vinculados a la Cultura buscaran un marco que los promoviera también.

En septiembre de 2009, un Seminario realizado en el auditorio Eva Perón de ATE convocó a referencias políticas y culturales de Latinoamérica a debatir la situación del sector. Con la intención de que una futura construcción colectiva superara lo sectorial, ese encuentro sentó las bases para la constitución de un movimiento que empezaría a tomar forma y nombre en 2012, con la perspectiva de generar un proyecto de sociedad alternativa al capitalismo y las fuerzas del mercado.

La mayoría de estas iniciativas comunitarias están protagonizadas por adolescentes y jóvenes. El movimiento de la Cultura Viva Comunitaria tiene, en ese sentido, tantas posibilidades de futuro como otras iniciativas que han copado la escena pública en los últimos tiempos, constituyéndose como sujetos sociales y políticos ineludibles: las y los trabajadores de la economía popular y las organizaciones de mujeres y disidencias.

Si bien en muchos casos recuperan visiones ancestrales, no se trata meramente de grupos folklóricos o conservadores. El pasado se reinventa y nutre nuevas iniciativas. Son organizaciones que interactúan permanentemente con las nuevas tecnologías, se fusionan con nuevos lenguajes y crean nuevas expresiones. Su base es el territorio. Su fuente es la solidaridad. Se coopera en una acción colectiva ilimitada. Se sostienen, casi siempre, por la voluntad de quienes las integran y por el trabajo cooperativo que le imprimen. Han surgido en múltiples contextos: con el Estado presente, ausente o en contra. Su ímpetu y obstinación hace que desde hace unos años a esta parte, ya no pueda ocultarse ni negarles la existencia.

(*) Comunicador, integrante del equipo de Prensa de ATE Nacional, ex integrante de El Culebrón Timbal, colaborador de Canal Abierto.