Precarización y explotación, la verdadera cara del campo

Ante el lock out realizado por la Mesa de Enlace, Ana Cubilla y Gabriela Reartes, tareferas y estibadoras de FETAP/CTAA, describen su trabajo y la relación con las patronales: “Siempre encuentran la manera de explotarnos mejor, es una maquinaria muy aceitada”.

El reclamo del campo casi siempre suele estar en la voz de una de las partes. Pero, ¿qué pasa con los verdaderos trabajadores que se ocupan de sol a sol de las tierras y dejan gran parte de su vida allí?

Ante el lock out patronal realizado por la Mesa de Enlace, que reúne a las patronales agrarias, Canal Abierto decidió escuchar el otro lado de la problemática. Ana Cubilla, tarefera y Secretaria General del Sindicato Único de Obreros Rurales de Misiones; y Gabriela Reartes, de la Asociación de Trabajadores Rurales y Estibadores de Salta, ambas de la Federación de Trabajadores Agrarios de la Actividad Primaria (FETAAP-CTAA), hablaron de la relación con estas patronales y cómo es el trabajo que realizan.

“Nuestros patrones son los que nos explotan, son los que nos pagan poco, son los que no quieren repartir sus riquezas que son generadas por nuestras manos, por nuestras familias, por nuestros chicos”, dice Ana.

A su vez, explican que en el campo hay al menos dos tipos de habitantes. “Unos somos nosotros, que vivimos muchos dentro del campo o estamos los que nos sacaron la tierra, nos echaron a las periferias de las ciudades, y nos vienen a buscar todos los días en malas condiciones laborales, muy temprano a la mañana. Todavía existe el trabajo de sol a sol porque no tenemos salario. Nuestro trabajo no se paga mensual o quincenal, ni tampoco un salario mínimo, vital y móvil. Todavía estamos con el destajo, todavía trabajamos por kilo, por hectárea, por metro, por línea, por cuadro”.

Y agrega: “Eso son nuestras patronales rurales, que siempre salen a la ruta a cruzar sus 4×4 o sus maquinarias súper modernas y los que no quieren que ni un poquito de impuestos se les saque, ni del Estado ni desde ningún lado. Lo que pueden evaden y lo que no, pagan pero siempre con protesta”.

En el caso de Ana, que vive en Misiones, tierra de la yerba mate, su trabajo también es a destajo. Para recibir su paga debe juntar una tonelada de hojas: “La yerba mate es un árbol y lo que se cosecha es la soja y esa hoja es muy liviana. Si te pagan por tonelada tenés que trabajar cientos de horas para cubrir eso. O le tenés que limpiar sus chacras y te dices te pago x plata la hectárea, pero esa hectárea no sabe si lo haces en un día, en mediodía, en 5 día o cuando lo terminas de hacer. Siempre van cambiando la manera de explotarnos mejor. Lo tienen como una maquinaria muy aceitada”.

Hoy, la tonelada de hoja verde se paga $6.000. Del campo pasa a secado, de ahí al molino y después a la góndola. Son cuatro las cadenas que recorre la yerba mate que se vende a $900 el kilo, mientras que quienes la cosecharon sólo se llevan $6.

“En algún lado de la industria y la comercialización se queda toda la plata, porque nosotros cobramos $6 el kilo de hoja verde cosechada y al productor le pagan $60 pesos el kilo. Hay dos cadenas, la trabajadora y la productora que son las que menos ganan; y la pre industria, la industria y la comercialización, que son las que disparan los precios”, resalta la tarefera.

Por su parte, Gabriela cuenta lo que vive trabajando en Salta: “En mi provincia, la mayor producción que tenemos es el tabaco, pero tenemos otras producciones como son las frutas finas, los arándanos, las frutillas, el citrus, la uva. Pero pasa exactamente lo mismo. Vas a ver al campo marchando y viendo que tiene la extrema riqueza, pero no vas a ver a una patronal con una casa de 2 o 3 habitaciones o un departamento. En mi provincia vas a una quinta con salas gigantes y hermosas, caballos, animales, camionetas 4×4 y autos de lujo”.

Y agrega: “En Salta todavía la mayoría de los trabajadores siguen viviendo en las fincas, en piezas de dos por dos donde entra la cama nada más. Y vivís ahí y trabajas en cada una de las temporadas. Yo viví 20 años en una finca con mis padres, con mis hermanos y la forma de vivir no es en las mejores condiciones ni tenés una buena alimentación. Y ver las diferencias de cómo vive un trabajador y una trabajadora rural y cómo vive el empresario ahí te das cuenta de que no estamos juntos”.

Fuente: www.canalabierto.com.ar