Raúl Alfonsín, democracia

Por Jesús Chirino*

Existen diferentes definiciones y maneras de entender la democracia, algunos la circunscriben a una forma de elegir gobernantes, hay quienes pueden ampliar esa visión, pero sin despegarse demasiado de lo meramente institucional.

También están quienes entienden que vivir en democracia no se limita a las libertades públicas y la posibilidad del voto, sino que incorpora la búsqueda constante del bienestar y realización del pueblo. Cuando resuenan discursos negacionistas que pretenden ignorar el dolor que vivió este país en tiempos de la última dictadura, resulta interesante recordar algunos conceptos que supo manifestar Raúl Alfonsín.

El camino no es negar el horror del pasado

Estamos cumpliendo 40 años de la recuperación del sistema democrático para vivir como sociedad. Más allá de las diferencias acerca de qué significa vivir en democracia, hay un núcleo básico de acuerdos acerca de ese concepto que algunos discursos actualmente atacan. Se trata de manifestaciones que, si bien existían desde antes, en espacios marginales de la política, han pasado a una centralidad peligrosa. Con gran liviandad se niega el horror de la dictadura, el uso del terror como una técnica de gestión social, equiparándose el terrorismo de Estado con actos cometidos por particulares. Todo esto planteado por personas que reivindican a delincuentes que han sido condenados, por la justicia, por cometer crímenes de lesa humanidad. Claramente, van contra lo democrático.

Frente a esto existen quienes apoyan, se mantienen expectantes o no se pronuncian claramente en favor de lo democrático. Pero también están quienes no tienen dudas de recordar que muchos y muchas lucharon para la recuperación de la democracia. Por otra parte, frente a aquellos que solo señalan las falencias de todo lo ocurrido durante las últimas cuatro décadas, puede resultar oportuno recordar a Horacio Cabezas, Intendente Municipal de la recuperación democrática en Villa María, quien supo señalar que cualquier fallo no se debía a la democracia, sino a “los hombres que tuvimos el ejercicio de la democracia”, en relación con quienes ejercieron como gobernantes.

No se puede gobernar sin memoria

También resulta interesante recordar el discurso que pronunciara el Presidente de la Nación, electo democráticamente en 1983, el 10 de diciembre de ese año, ante la Asamblea Legislativa, el día que asumió su cargo.  Raúl Alfonsín con claridad dijo que había “muchos problemas que no podrán solucionarse de inmediato, pero hoy ha terminado la inmoralidad pública” en relación con la dictadura que acababa de terminar. “Nosotros vamos a trabajar para el futuro. La democracia trabaja para el futuro, pero para un futuro tangible. Si se trabaja para un futuro tangible, se establece una correlación positiva entre el fin y los medios”.

Este punto es fundamental en aquel discurso, establece que no se plantean objetivos que se lograrán mucho tiempo después, sino que el gobierno democrático debe lograr cosas en un tiempo lógico. Luego agrega “Ni se puede gobernar sin memoria, ni se puede gobernar sin la capacidad de prever, pero prever para un tiempo comprensible y no para un futuro indeterminado. Los totalitarios piensan en términos de milenios y eso les sirve para erradicar las esperanzas de vida libre entre los seres humanos concretos y cercanos. Los problemas que debemos prever son, a lo sumo, los de las siguientes dos generaciones”.

Pluralismo

En cuanto a lo democrático, planteó definiciones claras, es así que manifestó “La democracia aspira a la coexistencia de las diversas clases y actores sociales, de las diversas ideologías y de diferentes concepciones de la vida. Es pluralista, lo que presupone la aceptación de un sistema que deja cierto espacio a cada uno de los factores y hace posible así la renovación de los partidos y la transformación progresiva de la sociedad”.

En relación con la importancia del voto, remarcó que el mismo “es la vía elegida en contra de la posesión monopólica del Estado y del país, por parte de los poderes económicos o financieros y, también, en contra de la posesión monopólica del Estado y del país por un grupo armado, cualquiera sea la excusa con que se apodere de los resortes básicos de una comunidad”.

El voto para la justicia distributiva

Como quien vota es el pueblo, el real origen del poder, Alfonsín manifestó que “el sufragio, por definición, constituye un límite para los sectores privilegiados y, como instrumento de las mayorías, tiende a lograr una mayor justicia distributiva”. Desde esa perspectiva resulta impensado, e ilógico, que el pueblo vote contra sus propios intereses, beneficiando a grupos concentrados de la economía o a quienes mataron para imponer sus lógicas.

Para Alfonsín, “El sufragio hace posible la resolución pacífica de las controversias en la sociedad y, al proveer de la única legitimidad pensable al Estado, favorece la continuidad de las instituciones republicanas y de las doctrinas en que ellas se asientan”. De todo esto se desprende que el voto es algo central y que merece respeto, que no solo pasa por la posibilidad de emisión del mismo, sino por aquello que expresa y la ligazón que establece entre el elegido y los electores.

No desvirtuar el voto para convocar los monstruos

En otro punto de su discurso, el presidente Alfonsín señaló que “La Argentina pudo comprobar hasta qué punto el quebrantamiento de los derechos del pueblo a elegir sus gobernantes, implicó siempre entrega de porciones de soberanía al extranjero, desocupación, miseria, inmoralidad, decadencia, improvisación, falta de libertades públicas, violencia y desorden”.

En este párrafo no solo señaló a qué se debían los golpes, sino lo que debe defenderse desde lo democrático: la soberanía, el trabajo, ingreso digno, la planificación del accionar gubernamental, el ejercicio de las libertades públicas y la necesidad de poner coto a la violencia. Este último punto lo marcó cuando estaba concluyendo el período donde se ejerció la mayor violencia posible desde el Estado, mediante el terrorismo de Estado.

Es claro que reivindicar lo que hicieron los criminales que estuvieron en el poder durante la dictadura es plantear el regreso de monstruos que deben quedar en el pasado. Y pedir el voto desde esas reivindicaciones no cuadra dentro de ningún concepto democrático.

*Docente. Periodista. Secretario General de la Unión de Trabajadores de Estados Municipales (UTEM-CTA). Secretario Gremial de la CTA Autónoma Regional Villa María

Fuente: www.eldiariocba.com.ar