Villa María 1913: Rebrote de la denominada Peste Bubónica

Por Jesús Chirino*

Desde que nació como población, Villa María ha sufrido varias epidemias, siendo la primera la del cólera. En esta oportunidad repasamos datos de la propagación de una grave enfermedad que produjo daños en nuestra localidad y algunas de las medidas que tomó el gobierno local.

Malas condiciones de vida

Quién más contribuyó a la historia local de estos fenómenos fue el médico Roberto Sayago, quien en su libro “La medicina en Villa María y la Región” recuerda que a principio del siglo XX se produjeron algunas epidemias. Entre ellas el brote de fiebre bubónica en 1909; al año siguiente atacó la viruela, “que llevó a que se decrete el cierre de las escuelas, tendiente a evitar el contagio de este mal, y se realizaran intimaciones para quienes violaban ordenanzas o decretos referentes a la salubridad”.

Por su parte, el profesor e historiador Bernardino Calvo en su “Historia de Villa María y su barrios” describe cómo se vivía entonces en esta pequeña localidad, que aún no había sido declarada ciudad. En la Villa María de entonces existían “viviendas sin blanco interno ni externo, sin letrinas, sin pozos semisurgentes, utilizándose aún los denominados pozos de balde, y aquellos que estaban anulados en muchos casos se convirtieron en pozos de basura, verdaderos focos epidémicos”.

Según este mismo autor, para el tiempo del Centenario patrio, en 1910, “…algunas casas de inquilinato colectivo, sumaban al estado deplorable de las viviendas el grave hacinamiento padecido en su interior”. Este aporte de Calvo es de gran importancia, pues las condiciones concreta de vida de una población tienen mucho que ver con la incidencia que tendrá en ella cualquier epidemia. Por entonces Villa María, según los datos oficiales del Censo Nacional de Población de 1914, poseía una población de 10.284 habitantes.

Sospecha y confirmación

Si bien los historiadores mencionados no lo registran, la documentación existente en el libro copiador número 18 del Poder Ejecutivo local, guardado en el Archivo Histórico de la ciudad, nos permite conocer que en el año 1913 se produjo otro brote de la llamada peste bubónica. A principio de abril de aquel año, desde la Intendencia se le escribió al presidente del Consejo Nacional de Salud haciéndole saber que presumiblemente se estaban dando casos de ese mal en esta localidad. El telegrama remitido decía textualmente: “Suscitase sospechosos casos bubónica, ruégole el envío de suero antipestoso Jersino. Tomándose medidas”.

Para el 2 de abril, la Intendencia confirmó la sospecha. Así consta en el informe que elevó al Consejo de Higiene de la Provincia denunciando la confirmación de casos en la localidad. Esta vez el telegrama rezaba “sí, existen casos de peste bubónica… No habiendo hasta ahora ningún médico”. También se señaló que se tomaban las medidas de “desinfección correspondientes”.

Recordemos que la llamada peste bubónica o peste negra, conocida desde la antigüedad, es causada por la bacteria Yersinia pestis, denominada así en honor a uno de los microbiólogos que lograron aislarla. Es portada por ratas y otros roedores y aunque a ellos no les enferma, sí logran contagiarla al hombre mediante parásitos que transmiten el patógeno. Se trata de una bacteria responsable de varias pandemias, la más antigua registrada es del año 541, luego la denominada peste negra del siglo XIV y la tercera pandemia entre 1855 y 1918 que se originó en China e India extendiéndose por toda Asia, Africa y América.

Control de los agentes vectores

El 11 de abril de 1913, desde la Intendencia se le hace saber a la Comisaría de la Defensa Agrícola que se ha “realizado lo posible por erradicar las vizcachas” cumpliendo con lo recomendado por esa repartición, pero que  el esfuerzo había resultado “infructuoso”. Otra medida que se tomó está registrada en una nota fechada el día 16 y dirigida al señor Perassoli, al que se le solicita veneno para matar perros.

Textualmente se le dice: “Con el fin de dar principio a la matanza de perros por medio de la estricnina, ruégole tenga a bien prepararnos 50 bolillas de carne con las dosis que crea necesarias para el fin invocado”.

Días antes, el 8 de abril, se notificó a varios vecinos que debían cumplir tareas para conocer “el estado higiénico de este municipio…”. En los documentos referidos aparecen, entre otros, los apellidos Linch, Luque, Pérez, Martínez, López, García y Palomino. A todos ellos se les hace saber que se les “ha designado… para que” en grupos “procedan a efectuar una rigurosa inspección en los domicilios” ubicados en una zona determinada de Villa María. Esta era una práctica que se había ideado desde el municipio que nombraba comisiones de vecinos para controlar “el estado higiénico” de las viviendas.

Los enfermos se fueron sumando y se reiteraron los pedidos de suero al Consejo Nacional de Salud, que demoró los envíos. La última medida estatal que ha quedado registrada es una nota firmada el 21 de abril por el presidente del Concejo Deliberante que ejercía la Intendencia.

Allí, dirigiéndose al jefe de la estación ferroviaria, le señaló: “Existiendo en esa estación varias casillas de madera, en una de las cuales existen enfermos de bubónica de los que ha resultado uno fatal, esta Intendencia ordena a usted haga sacar inmediatamente a los enfermos que ahí existan, haciéndolos aislar convenientemente y ordene sean quemadas, hoy mismo, las casillas de referencias”. Si bien no tenemos documento que nos confirme la quema de las casillas, no es ilógico suponer que se cumplió con la medida demandada por el municipio. Un par de años después, Villa María comenzaría a generar infraestructura sanitaria al inaugurar la Sala de Primeros Auxilios y Asistencia Pública.

*Docente. Periodista. Secretario General de la Unión Trabajadores de Estados Municipales (UTEM-CTA). Secretario Gremial de la CTA Autónoma Regional Villa María

Fuente: www.eldiariocba.com.ar