Y dale con los piquetes

Por Leónidas “Noni” Ceruti*

Milei-Bullrich salieron con los tapones de punta contra los piquetes y quienes los/as protagonizan, como lo hicieron los anteriores gobiernos.
Los ejemplos sobran, no nos olvidemos de la Ley de Residencia de 1902, de Defensa Social, las leyes represivas aplicadas en las represiones entre 1916 y el 30, las de la Década Infame, las del Golpe del 55, el Plan CONINTES, las implementadas por Onganía-Lanusse, las de Isabelita, las de la dictadura genocida del 76, y últimamente la Ley Antiterrorista aprobada en los últimos días del 2011.
Este 19 y 20 de diciembre, para conmemorar el alzamiento popular del 2001, va a haber piquetes por todo el país, y para recordarles a las autoridades, políticos, periodistas, que seguro atacarán y difamarán a quienes lleven adelante esa forma de lucha, aquí van algunos punteos para que tengan memoria.
Primero, en Argentina es larga la lista de los gobiernos reprimiendo a los que lucharon por más derechos.
 
Segundo, los piquetes no son un invento de estos días, ni de los 90. Se originaron durante las primeras huelgas, y hablar de ellos implica remitirse a la historia misma de la lucha de los/as trabajadores/as.
Tienen a nivel mundial y en nuestro país una tradición ya centenaria. En su origen tenían un objetivo bien preciso: Cuando un sindicato declaraba una huelga, el gremio montaba piquetes en las inmediaciones de las fábricas para impedir que algunos trabajadores acudieran a trabajar desoyendo las directivas del paro. Los piquetes trataban de persuadir a los rompehuelgas, carneros o esquiroles que se sumaran al paro o, en caso contrario, empleaban medios más contundentes.
Por su parte la Policía siempre estuvo al servicio de las patronales, atacando a los piquetes con represión, bajo el lema “El plomo es la mejor alimentación de los huelguistas”.
La tradición de la clase obrera argentina entronca con los piquetes de principios de siglo, la huelga en Refinería en Rosario en 1901, cuando fue asesinado el primer obrero en el país Cosme Budislavich, en la Semana Roja de 1909, la Semana Trágica de 1919 y la Patagonia Rebelde, con las huelgas de la Década Infame, las épocas de enfrentamientos a la “Fusiladora del 55”, posteriormente durante el Cordobazo, los Rosariazos, y las grandes puebladas de los 60 y 70.
En ese sentido, un viejo periódico obrero argentino de la década del ’30 que se refería a la importancia de los piquetes en la gran huelga de los obreros de la construcción, comentó: “Ninguna huelga se mantiene ni triunfa sin la existencia de los piquetes. Ellos son el vigor de la lucha, el fuego de primera línea, las brigadas de avanzada en el ataque. En el piquete pueden estar el joven y el viejo, contagiados de la misma fiebre audaz. Pero el piquete es del joven, del obrero nuevo en el que el optimismo, el coraje y la inquietud forman una sola línea tensa y vibrante. Esta línea avanza al encuentro del traidor y lo domina, busca al equivocado y lo convence y lo empuja al lado de los camaradas. Del piquete depende la huelga. De la muchachada obrera que lo forma estará siempre pendiente su crecimiento o su receso… haciendo pie en la actividad incesante de los piquetes, para los que nunca han faltado voluntarios, ofreciéndose a llenar los claros dejados por los camaradas presos… los piquetes siguen su trabajo, con el mismo celo y la misma pasión, con la conciencia de que ellos son los que dan y seguirán dándole temple y filo a la huelga…”.
Vale la pena recordar que los trabajadores, desde que comenzaron sus luchas, centraron sus métodos en la llamada Acción Directa. Entendiéndose por ello las huelgas, los piquetes, cortes de calles, levantando barricadas, movilizaciones, tomas de fábricas, etc.
Las huelgas parieron los piquetes.
Uno de los ejemplos más antiguos de los piquetes en Rosario se dio cuando se llevó a cabo una huelga general en solidaridad con los carreros y cocheros, con la participación de 25 sindicatos, en 1907. En esa ocasión la falta de transporte fue total, la represión fue en aumento, y se militarizó la ciudad.
Los sectores empresariales se movilizaron y de un informe de la delegación de la Bolsa de Comercio de Rosario, que entrevistó al Gobernador Echagüe, se puede verificar el clima social reinante: “Otra originalidad de esta huelga es la de que, ante la insuficiencia de fuerzas, el público y las empresas se ven obligados a reconocer la autoridad del comité de aquella. Tan es así, que los que tienen que conducir los restos de algún deudo al cementerio, para no ser atajado en el camino, solicitan autorización previa al Comité de huelga o a la Federación Obrera. Para que los tranvías de tracción a sangre que van a Alberdi circulen sin novedad fue necesario también el consentimiento de los huelguistas. Algunos particulares para poder transitar con sus vehículos pidieron la venia a los huelguistas, siendo unos atendidos y recibiendo otros un “No ha lugar”. De hecho, están los huelguistas erigidos en poder público”.
En estas últimas décadas, todo se inició en septiembre de 1991 cuando volvieron los piquetes: fueron las esposas de los mineros del yacimiento de hierro de Hipasam, en la localidad patagónica de Sierra Grande (Pcia. de Río Negro), quienes cortaron la Ruta Nacional 3 e iniciaron una huelga de hambre cuando se había decidido el cierre de la empresa. Fueron las mujeres una vez más en dar el puntapié inicial en esta metodología, que luego en los años venideros de extendieron a lo largo del país.
Y tengamos memoria y recordemos que en el 2012 antes del Paro General del 20N, la ex Presidenta CFK, comentó que se terminaron los piquetes, pero antes había recomendado y sugerido: “Les pido que cuando protestemos lo hagamos un poco en la vereda y en el cordón para que la gente pueda circular y llegue a la escuela, al trabajo, para que pueda llegar”. Su exhortación estuvo dirigida a los grupos sindicales y sociales, para que revisaran los métodos de protesta. Al tiempo que había pedido “no complicar la vida a la gente, ni violar la ley ni utilizar métodos violentos”.
Luego Macri impulsó un Decreto Antipiquetes, que fue un fracaso como su Gobierno.
Ahora Milei, Bullrich, Espert, Pullaro, amenazan, advierten, que no tolerarán los piquetes. La UIA y todos los empresarios aplauden. Y los periodistas Feinman, Longobardi, Nelson Castro, Viale y muchos otros, se suman al coro para atacar a los piquetes.
El espacio público es un lugar en disputa.
Lucha de calles, lucha de clases.
Los cortes de calles son parte de las formas de lucha de la clase obrera y del pueblo, mal que le pese a muchos.
Por eso, los piquetes seguirán siendo una forma de lucha.
“Marchemos, gritemos, protestemos… Que cuando se escriba la historia de este tiempo que nos tocó vivir, se sepa que no estuvimos de acuerdo…” (Raúl González Tuñón).
*Historiador