Reconquistar Soberanía

Por Juan Carlos Giuliani*

La imagen del pueblo de Buenos Aires en armas arrojando hasta aceite hirviendo desde los balcones a los piratas ingleses para echarlos del Río de la Plata, contrasta dramáticamente con la actitud de sumisión y dependencia del FMI y el Imperio que acusa el Gobierno de Cambiemos. A 217 años de aquella gesta heroica, es menester que el pueblo vuelva a ser protagonista y artífice de su propio destino. Al decir de Evita: “Nuestra Patria dejará de ser Colonia, o la Bandera flameará sobre sus ruinas”.

Aunque no es muy considerada por la historia oficial, el 12 de agosto de 1806 no es una fecha más en el calendario de la memoria popular. Concluía la Reconquista de Buenos Aires. Tras una encarnizada lucha por las calles de la ciudad, los ingleses debieron rendirse a discreción. Habían desembarcado en Quilmes el 25 de junio con una poderosa escuadra comandada por Sir Home Popham y más de 1500 hombres al mando del general Guillermo Carr Beresford habían tomado tierra.

El 27 de junio la ciudad de Buenos Aires fue ocupada y durante 46 días se sostuvieron en Buenos Aires. El liderazgo de la resistencia recayó sobre el Capitán de Fragata Santiago de Liniers, quien, desde la Banda Oriental, organizó las milicias para recuperarla. El 4 de agosto fondearon frente al Puerto de las Conchas (Tigre) y desde allí marcharon hacia la ciudad. En su camino se unieron paisanos, el Ejército de Juan Martín de Pueyrredón y muchos de los pobladores ayudaron al Ejército de Liniers, que ya contaba con 4000 hombres.

El 12 de agosto avanzaron hasta hacer retroceder a los ingleses. Sin mayores defensas, el general británico se rindió y entregó sus armas a los líderes criollos. La escasa capacidad de España para defender su colonia puso el poder militar en manos de los habitantes de la ciudad. La formación de cuerpos de milicias se originó para repeler la invasión inglesa y significó un hecho inédito: Los españoles ya no podían defender el Río de la Plata, sino que lo tenían que hacer los propios nativos. Esto fue muy impactante para la época y un antecedente insoslayable de la Revolución de 1810.

Tras casi cuarenta años de democracia controlada nuestro país sigue padeciendo hambre, desigualdad, injusticia y una marcada falta de soberanía en todos los órdenes. La tutela institucional -presa de las formas y el protocolo- no logra perforar el techo del posibilismo para avanzar en un cambio en serio que devuelva la esperanza al pueblo de que se puede vivir mejor.

En estas horas difíciles de la Patria, los trabajadores construyen, a partir del debate y los datos de la realidad concreta de todos los días, el consenso necesario para avanzar en medidas de autodefensa para no seguir pagando la crisis que provocaron los que se enriquecen a costa de su sacrificio. De lo contrario, lo que viene es más pobreza, precarización laboral y más pérdidas de puestos de trabajo.

Conscientes de que las elecciones pasan y el hambre queda y que el sistema de democracia representativa está deslegitimado. Las mayorías no comulgan con la idea de que el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes, como lo establece la Constitución oligárquica de 1853, porque no cree en quienes las vienen defraudando -con las excepciones que marca la regla- de manera cada vez más descarada a medida que transcurre el tiempo agigantando la brecha de desigualdad entre ricos y pobres. El ausentismo y el “voto bronca” en el calendario electoral 2023 no son dos factores casuales.

En esta etapa signada por el ajuste que impone el FMI, el saqueo de nuestros bienes comunes, la ausencia de justicia social y la entrega de soberanía, necesitamos recrear un espacio de pensamiento y acción que permita articular el más amplio frente antioligárquico para disputar en todos los frentes con los grupos concentrados, mientras seguimos construyendo unidad, organización y poder popular.

*Periodista. Congresal Nacional de la CTA Autónoma en representación de la provincia de Córdoba