“Estamos viviendo una nueva fuga de cerebros”

En la última convocatoria de CONICET ingresaron menos de la mitad de investigadores que 3 años atrás. Además, un becario doctoral con dedicación exclusiva cobra por debajo de la canasta básica. “Ya ni a lavar los platos, ahora nos mandan a limpiar baños y laboratorios”, denuncia el diputado nacional y ex presidente del CONICET, Roberto Salvarezza.

En las últimas horas se conocieron los resultados de la convocatoria 2018 de ingreso CONICET: de 2500 candidatos, sólo ingresaron 450. Es decir que, producto del ajuste y los recortes al sector, cerca de 2050 doctores (grado y posgrado, formados en universidades nacionales por más de 12 años) quedaron excluidos.

En la Argentina de Cambiemos, la investigación y el desarrollo científico se convirtió en una carrera privilegiada, a la que logran acceder unos pocos. Las oportunidades no sólo mermaron dentro del CONICET -el organismo más importante del país en la materia-, sino también en entes descentralizados como INTA, INTI, CNEA y CONAE. En todos ellos los despidos se contaron por centenares, y las contrataciones a cuentagotas.

Por otro lado, aquellos que sí logran mantenerse en carrera tampoco viven un paraíso laboral. Por poner un ejemplo, un becario doctoral con dedicación exclusiva, esto quiere decir que no puede tener otro trabajo, recibe como salario unos 23.700 pesos, cuando la canasta básica está calculada en 26 mil.

El deterioro es indiscutible, y se vuelve evidente si se observan los números del programa Raíces, creado por el gobierno anterior para repatriar científicos. Hasta 2016 logró el retorno de casi 1300 investigadores, a un promedio de 102 por año. Con el macrismo, en 2017 y 2018, sólo regresaron seis.

“Hace tres años que Macri y Barañao pusieron fin a una política de crecimiento y expansión del CONICET y discontinuaron el Plan Argentina Innovadora 2020, que preveía aumentar la cantidad de científicos en el país. Hoy cientos de jóvenes investigadores piensan en irse al exterior”, aseguró a Canal Abierto el bioquímico, diputado nacional y ex presidente del CONICET, Roberto Salvarezza.

-¿Cómo describirías la política macrista para la ciencia y tecnología?

-Hay algo indudable, y es que con la llegada de Cambiemos al poder, el sector fue uno de los que más sufrió la avanzada ajustadora sobre el Estado.

El primer golpe lo sufrimos en 2016, cuando recortaron los ingresos a carrera de 950 investigadores resueltos en 2015: sin anestesia, tomaron la decisión de reducir bruscamente ese número a 500, lo que terminó provocando la toma del Ministerio de Ciencia y Técnica –hoy reducido a secretaría- en diciembre de 2016. La presión fue muy importante, y llevó a que Lino Barañao buscara descomprimir la situación cediendo 400 cargos en universidades nacionales.

Al año siguiente, en 2017 hubo una ligera mejora y el CONICET otorgó 600 cargos. Pero se hizo a costa de sacrificar los ingresos de 200 técnicos, a quienes ofrecieron una suerte de pasantías.

-Hace unas horas se conoció la última convocatoria de CONICET: Ingresaron sólo 450, menos de la mitad de investigadores 3 años atrás…

– La situación es muy delicada.

Argentina está formando alrededor de 1900 doctores por año. Esa gente se doctora luego de su carrera de grado, de cinco años de beca doctoral y –muchas veces- dos años de una postdoctoral. Antes, la mayoría de esos doctores ingresaban al CONICET, eran absorbidos por otros organismos –como el INTI, INTA o las universidades, por ejemplo- o el sector privado.

Hoy seguimos produciendo esa cantidad de doctores, pero se encuentran que este años hay sólo 450 cargos para CONICET, que el INTA y el INTI achican su planta y no están tomando personal, que las universidades no abren cargos.

Entonces, la diferencia entre esos 1.900 investigadores que vienen formándose dentro del sistema y los 450 cargos que va a absorber este año el CONICET, es gente que está obligada a irse del país.

-¿Se trata de una nueva fuga de cerebros?

– Sin dudas estamos perdiendo gente. Porque una parte importante de esa diferencia entre los doctorados y los ingresos a carrera son los que ya se están yendo, o quienes empiezan a proyectar su futuro en el exterior.

Incluso hay muchos que volvieron con el programa Raíces y se tienen que volver a ir porque no les alcanza el sueldo. Hoy un becario de CONICET está por debajo de la línea de pobreza. Los salarios ni siquiera llegan a ser competitivos con lo que pagan Uruguay y Chile.

No solo nos están mandando a lavar los platos, en muchos institutos los investigadores tienen que hacer la limpieza de baños y laboratorios porque ni siquiera hay plata para el mantenimiento y limpieza de los espacios de investigación.

-Muchos trolls en redes sociales y periodistas de medios hegemónicos justifican el recorte, ¿es suficiente la cantidad de investigadores en Argentina?

– El CONICET tiene alrededor de 10.500 investigadores y 2.500 técnicos. Y en total, contando los cargos universitario, personal de investigación del INTA, CONEA, INTI, etc., Argentina tiene alrededor de 60 mil personas dedicadas a la investigación.

Esto hace que nuestro país tenga 3 personas dedicadas a la investigación por cada mil habitantes de la población económicamente activa. Es cierto que es el mejor personaje de Latinoamérica, algo que se logró con mucho esfuerzo. En 2003 partimos de 1,4 cada mil habitantes.

Esto de ninguna manera quiere decir que se haya alcanzado un ideal: Israel tiene 14 investigadores por cada mil habitantes, Australia tiene 9, Estados Unidos 8 y Alemania 8.

-Y sobre las líneas de investigación que tiene hoy el CONICET…

– Se está trabajando con una óptica absolutamente mercantilista, en función de intereses privados. Lo podemos ver en cada organismo descentralizado, ministerio o secretaria. Ejemplo de ello fue el desmantelamiento del programa de Agricultura Familiar del Ministerio de Agroindustria.

El antes ministro y hoy secretario, Lino Barañao cree que la ciencia tiene que estar a disposición únicamente de la creación inmediata de puestos de trabajo. Pero se olvida de las ciencias orientadas a la salud o las ciencias sociales, que son elementales en cualquier país del mundo para la toma de decisiones y la elaboración de políticas públicas.

No se puede valorar solamente el impacto económico de la ciencia, sino también el impacto social. Lino Barañao y las actuales autoridades del CONICET ignoran esa dimensión.

Perdemos gente en áreas sociales, de salud o de ambiente, para orientar la investigación solamente áreas caracterizadas como “productivas”. Al mismo tiempo, hablan de ciencias con impacto económico en medio de una crisis industrial brutal, con cierre de empresas y desfinanciamiento de complejos estatales importantes en materia satelital, nuclear o para la defensa.

¿Hay un sesgo ideológico en la actual orientación científica?

– Las ciencias sociales siempre han sido contestatarias de modelos neoliberales y neocoloniales, como el que impulsa Cambiemos. Ya pasó en los 90´, cuando investigadores salieron a cuestionar las políticas económicas de Cavallo, y este los mandó a lavar los platos.

Los cientistas sociales siempre tienen la obligación de ser críticos de las políticas alimentarias, nutricionales, laborales, de los atropellos contra comunidades originarias y los sectores vulnerables.

Cuando escucho a Marcos Peña y su discurso de la felicidad, da la impresión de que el Mauricio Macri pretende todo lo contrario al pensamiento crítico propio de la ciencia. Elije escuchar a un filósofo de la tontería.

Fuente: www.canalabierto.com.ar