“Lugar de Amparo”, comida y ternura

Por Jesús Chirino*

En Villa María la noche de miércoles es fría en este invierno que, dicen, es uno de los de temperatura más baja en los últimos años. La sombra pandémica recorre todo el planeta. El virus no distingue sector social, pero los sectores sociales sí se distinguen: Los alimentos son diferentes al igual que la frecuencia con la cual se satisface el hambre. Los cuerpos y las psiquis son expuestas a diferentes situaciones. Para algunos sectores el rigor del frío se reduce al que sienten cuando van a buscar el auto.

Entiendo que el frío tampoco distingue entre sectores sociales, pero sí son muy diferentes las maneras de protegerse del mismo. Hay quienes tienen más posibilidades y otros menos. Nada de eso es natural, responde a la organización social que tenemos, a la manera que muchos, o los que tienen más poder, creen que debe ser la cosa.

Pero de eso nada viene dado con nuestra naturaleza, ni la falta de protección para el frío, ni la inequitativa distribución de los ingresos, ni las posibilidades ciertas de enfrentar con más o menos recursos una enfermedad, y así podríamos seguir con un largo listado de injusticias que tienen que ver con el cómo nos organizamos y no con algo dado, con fatalidad alguna. Pero claro, existen quienes van a argumentar para sostener sus posiciones ventajosas y así escucharemos del mérito, de la herencia, del esfuerzo y de tanto más. Sabemos, no obstante, que son cuestiones ideológicas, maneras de pensar, que nada de eso obedece a un orden natural.

Entendemos que el hambre que padecen los sectores populares no es algo que surge de la naturaleza ni por una fatalidad divina sino que obedece a una manera injusta de organizar la cosa. Es por ello que hace años venimos diciendo que el hambre es un crimen, más en un país productor de tantos alimentos.

En esta noche fría, en el Comedor Comunitario de Villa María “Lugar de Amparo”, las manos de estudiantes universitarios, de vecinas y demás que se acercaron a colaborar, pican zanahorias, acomodan paquetes de polenta, revuelven la olla. Todos quehaceres que van en contra de la idea que el hambre es silvestre y hay que dejarlo suceder.

Un docente revuelve la olla, le pone sal al preparado, un estudiante le agrega tomate, todos suman. Afuera, desde el frío, llegan los vecinos con sus ollas, envases vacíos de helados y otros plásticos. En “Lugar de Amparo” se prepara la salsa para la polenta, pero también se practica la solidaridad, se piensa y se hace para una sociedad con ternura.

Esto último es muy importante, pues a quien tenga ternura no le será indiferente el hambre y el dolor y, quizás, pueda sentir como propio el que azota otro cuerpo.

Esta noche fría, como en tantos comedores populares argentinos el pueblo le pelea al hambre, y va sumando solidaridad de clase para que un día, no muy lejano, se prenda una fogata más equitativa que nos quite el frío a todos por igual.

*Secretario General de la Unión Trabajadores de Estados Municipales (UTEM-CTA). Secretario Gremial de la CTA Autónoma Villa María. Coordinador Regional de la Federación Nacional Territorial (FeNaT-CTA)