Milei y el asalto a los derechos: Nuevos personajes, viejas recetas

Por Daniel Godoy*

El escenario que se abre ante el resultado electoral del último fin de semana es a todas luces, alarmante.

Hay una interpretación de consultoras basada en analizar el recuento de votos/no votos, las fugas, los cortes
de boleta, el peso de los aparatos… y las múltiples alternativas posibles para la cita del próximo 22 de octubre.

También se escuchan muchos intentos de descifrar el pronunciamiento electoral de la sociedad argentina, en
clave de acumulación de decepciones de las representaciones populares, desde la recuperación de la democracia a esta parte. Nada menos que 40 años de democracia gobernada por casi todo el arco partidocrático que no resuelven los problemas estructurales de desigualdad y perpetuación de la precarización de la vida de la mayoría de las y los argentinos.

Decepción, bronca y ruptura del contrato de confianza con las representaciones tradicionales son denominadores comunes de casi todos los análisis por estos días que pretenden explicar esta verdadera “Bolsonarización” argentina.

Los anuncios y precisiones que van emergiendo del propio candidato Milei y de sus equipos técnicos, son
delirantes, inviables y compulsivos, diríamos casi lindando con la psicosis política.

En el universo de los derechos sociales básicos como Salud, Educación y Protecciones sociales, se restringe a
viejas y malas recetas de la ortodoxia liberal.

Lo elemental de la propuesta segurista de Milei forma parte de la biblioteca de varios “gerentes” que adoraron y adoran este tipo de propuestas, desde GGG a Filgueira Lima, pasando por Lemus, Rubistein y Belocopit,
tan sólo por nombrar a algunos.

Se modela desde la voracidad del complejo médico industrial farmacéutico y el sector financiero que pretende apropiarse de la renta circulante en el campo de la salud, basada en la segmentación de prestaciones según la capacidad de bolsillo de cada ciudadano/a, y el aumento del pago directo por prestaciones y servicios con las consiguientes diferenciaciones de ciudadanía que diferencia lo universal y solidario de lo individual rentístico.

A eso agregar la precarización extrema de los equipos de Salud y la transformación de los establecimientos
sanitarios en empresas autogestivas.

Nos tocó a la militancia sanitaria, a las y los trabajadores, a los sindicatos, a los movimientos sociales, explicar
en cada lugar y en cada situación, lo calamitoso de los efectos de la propuesta de cada uno de estos personajes, como en el último intento de la Cobertura Universal CUS de Macri y compañía, cierre del Ministerio de Salud mediante.

El envión del protagonismo y fortalecimiento del Estado en tiempos de pandemia se desaceleró al compás
de la declinación “albertista” y la consolidación del co-gobierno con el FMI.

También decayó la presencia de la agenda popular en materia de Salud, la que pretendemos que consolide
la universalidad de los derechos sanitarios con perspectiva de géneros, de pluriculturalidad, del ambiente,
de la salud mental desmanicomializadora, de la política soberana en medicamentos. Al punto de desaparecer
en el marco de un (no) debate electoral de una precariedad de la que no se tiene memoria en democracia.

Debemos volver a motorizar nuestras energías para defender el derecho la universalidad, la gratuidad, la
solidaridad, a las trabajadoras y a los trabajadores y a los establecimientos que producen salud y no negocios.

El pueblo movilizado volverá a impregnar de épica esta nueva página oscura de la historia argentina. Está en
nosotros no repetir episodios fallidos de la expectativa popular.

*Director IDEP Salud ATE-CTA Autónoma