A un año de la muerte de “Nano” Balbo

Por Pablo Montanaro

El domingo 19 de febrero de 2023 murió en la ciudad de Neuquén a los 74 años Orlando “Nano” Balbo, para quien “la palabra es territorio de lucha”. Fue docente, Secretario General de la Asociación de Trabajadores de la Educación de Neuquén (ATEN), dirigente de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) de Neuquén, detenido político y torturado salvajemente durante la última dictadura oligárquico-militar.

Balbo había nacido el 24 de octubre de 1948 en Pellegrini, Provincia de Buenos Aires, y se recibió de maestro en los años ’60. En 1969 ingresó al servicio militar obligatorio y fue enviado a Junín de los Andes. Comenzó a dictar clases en la escuela anexa al Regimiento de Infantería de Montaña 26 de esa localidad, a la que asistían alumnos de las comunidades mapuches. En 1970 llegó a Neuquén para trabajar como docente en la Dirección de Adultos.

Sin lugar a dudas, el pedágogo Paulo Freire influyó en su formación docente porque “fue quien nos ayudó a comprender que lo pedagógico es el saber que le da sentido a nuestra práctica como docentes y que resulta vital para construir nuestra identidad, en tanto es este saber el que nos permite distinguirnos con nitidez de otras prácticas”, explicó.
El 24 de marzo de 1976, cuando se desempeñaba como docente y secretario parlamentario de la diputada justicialista René Chávez, Balbo fue detenido por un grupo de tareas comandado por el agente de Inteligencia Raúl Guglielminetti. En la Delegación de la Policía Federal, ubicada en la calle Santiago del Estero de Neuquén, Balbo fue torturado salvajemente. Como consecuencia de las torturas quedó sordo. Las sesiones de interrogatorios y torturas estaban a cargo de Guglielminetti. “Que me hayan dejado sordo no quiere decir que me calle”, afirmó alguna vez. Decía que a partir del golpe de Estado “en el país se había instalado el terror cubierto en un plan criminal, que tenía como eje central impedir cualquier reacción de la gente”.
El día que reconoció el lugar donde lo torturaron en la Delegación de la Policía Federal de la ciudad de Neuquén. En dependencias de la Policía fue torturado con picana eléctrica, por lo que perdió la audición de ambos oídos.

El día que reconoció el lugar donde lo torturaron en la Delegación de la Policía Federal de la ciudad de Neuquén. En dependencias de la Policía fue torturado con picana eléctrica, por lo que perdió la audición de ambos oídos.

De aquel día del golpe, Balbo recordaba que “yo había llegado la noche anterior muy tarde desde Buenos Aires y me levanté para avisar a mis amigos que el golpe era un hecho. Cuando tiraron abajo la puerta de la casa donde estaba, el primero que apareció con una Itaka fue Guglielminetti. Rompieron todo e hicieron un despliegue impresionante en la calle. Pensé: ‘¿Todo esto por un gil como yo?’. Pero después me di cuenta de que era por muchos”. Balbo estuvo preso seis meses en la U9 y después fue trasladado al penal de Rawson donde permaneció hasta enero de 1978 y más tarde en la cárcel de Caseros.

Mientras estaba detenido, el Obispo de Neuquén Jaime De Nevares mantenía contacto con los padres de Balbo tratando de tranquilizarlos por la situación que atravesaba su hijo. Su familia estaba preocupada por los comentarios que en el pueblo circulaban sobre los motivos de su detención.

A fines de 1977, le concedieron la autorización para abandonar el país y en febrero de 1978 se exilió en Italia. Llegó a Roma con una carta de recomendación del Obispo De Nevares que le permitió trabajar en la imprenta del Vaticano.

Una vez vuelto del exilio en febrero de 1984 Balbo fue a ver a De Nevares, quien lo había ayudado para su permanencia en Italia. El Obispo le dijo que fuera a verla a Noemí Labrune, fundadora de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH). “Vos que andás en la educación popular, tengo una propuesta para hacerte. Andá a verla a Labrune, una mujer que sabe de educación”, le sugirió Don Jaime a Balbo, quien había sido coordinador del programa educativo para adultos durante el gobierno de Héctor Cámpora en 1973.

Tras regresar del exilio, Balbo se dedicó a la alfabetización de una comunidad mapuche en el paraje Huncal.

Tras regresar del exilio, Balbo se dedicó a la alfabetización de una comunidad mapuche en el paraje Huncal.

De inmediato, la dirigente de derechos humanos le ofreció trabajar en el paraje Huncal, ubicado en el norte de la provincia a 40 kilómetros de Loncopué, como maestro de adultos en la cooperativa de una comunidad mapuche. Allí fue Balbo para desempeñarse como alfabetizador y desplegar sus saberes como educador popular.

“Yo llegué de Italia en diciembre de 1984 y me fui a Huncal para hacer un análisis y ver la demanda y así armar una propuesta para ir en veranada. Fui de enero a marzo de 1985, vuelvo al Consejo de Educación para presentar el proyecto de hacer un centro educativo para adultos para que terminen la escuela primaria. Estuve los últimos meses de 1984 y todo el año ’85 vinculado a la comunidad entre invernada y veranada en Cajón de Hualcupén”, explicó en una charla con este periodista. Describió que “en la comunidad empecé a aprender más de lo que enseñaba, descubrí que había un pueblo, una organización, que hablaban su lengua porque era el vehículo de su cultura. El reconocer en el otro un interlocutor me hizo cambiar a mí”.

En ese lugar del norte neuquino Balbo se enfrentó a un gran desafío porque la escuela llevaba más de 70 años sin un egresado. Lo que no se había imaginado era que ese “proyectito” de tres meses representaría una experiencia que lo daría vuelta “como un guante” y que lo llevó a trabajar durante más de un año con alumnos de entre 20 y 40 años.

Fue coordinador de la campaña de alfabetización de adultos CREAR (Campaña para la Reactivación Educativa del Adulto para la Reconstrucción) en Neuquén y unos años después se convirtió en Secretario General del gremio docente ATEN y fue miembro de sus comisiones directivas.

En el año 2012 Balbo fue el primer testigo en declarar en el segundo juicio contra represores que se realizó en Neuquén en el que se juzgaron y condenaron a 24 ex integrantes del Ejército, Gendarmería, Policía Federal, policías de Neuquén y Río Negro, y de servicios de inteligencia, acusados de delitos de lesa humanidad en perjuicio de 39 víctimas.

Balbo junto a su hija Candela luego de su declaración como testigo-víctima en el segundo juicio por delitos de lesa humanidad contra represores en Neuquén.

Balbo junto a su hija Candela luego de su declaración como testigo-víctima en el segundo juicio por delitos de lesa humanidad contra represores en Neuquén.

“Comprender es imposible, conocer es necesario” fue la frase del escritor Primo Levi que Balbo tomó como suya en su declaración ante los jueces del Tribunal Oral Federal 1 de Neuquén.

“Las conciencias pueden volver a oscurecerse, yo tengo miedo que se esté oscureciendo la conciencia y las cosas se puedan volver a repetir y entonces lleguemos a naturalizar esos hechos aberrantes de la dictadura”, decía Balbo unas horas antes de su declaración como testigo-víctima. “Yo me considero un testigo que vivió y vio cosas aberrantes. Eso es lo que tengo como un patrimonio cultural que hay que pasarle a las próximas generaciones, y después que hagan lo que quieran”, explicó.

En el juicio Guglielminetti fue condenado por los jueces a 12 años de prisión. El nombre del represor no le provocaba ninguna reacción a quien había perdido la audición como consecuencia de las torturas recibidas. El problema de Balbo no era con quien había sido su torturador, “mi problema es con las instituciones como la Policía Federal que le dieron cobertura a Guglielminetti, porque si no era él hubiera sido otro el que me secuestrara y torturara. Por eso hablamos de terrorismo de Estado, el Estado fue terrorista y utilizó las instituciones destinadas a los ciudadanos para ponerlas en contra de los ciudadanos”, aclaraba.

“Hoy Guglielminetti está condenado, y yo estoy al lado de mi papá que siguió su vida”, dijo Candela, la hija de Nano, cuando escuchó la pena contra el represor. “Cuando escuché los 12 años para Guglielminetti no lo podía creer, dije ‘A mi papá lo dejaron sordo para toda la vida y a este tipo le dan 12 años’; sentí una gran injusticia. Me imaginaba una condena más alta, yo quería perpetua”, comentó Candela luego de la sentencia.

Un compañero docente escribió que “Nano” había partido, “dejándonos sumidos en esa tristeza primera que da el ver irse de aquí a alguien amado por tantas personas, alguien tan importante para tantas generaciones”.

Balbo fue sin duda un maestro que transitó su vida con fuerza y ese compromiso del educador que siempre fue, que enfrentó el terror de la dictadura y buscaba intensamente un mundo más justo.

Fuente: www.lmneuquen.com.ar