Romper con el orden colonial

Por Juan Carlos Giuliani*

La conmemoración de un nuevo aniversario del Primer Gobierno Patrio es un capítulo importante en el devenir de un pueblo que hace más de cinco siglos fue sometido por el colonialismo español y que sigue luchando por su definitiva emancipación. Aunque, en rigor de verdad, la historia no comienza el 25 de Mayo de 1810.

Desde épocas inmemoriales, distintos pueblos originarios habitaron esta comarca configurando, con el paso del tiempo y la mixtura con criollos e inmigrantes, nuestra identidad pluricultural y plurinacional. Una fecha como la del 25 de Mayo es una oportunidad para generar el acto de reivindicación que demandan las comunidades indígenas.

Hoy, como hace 213 años, el pueblo quiere saber de qué se trata.

Tras derrotar dos veces las invasiones del Imperio Inglés, en Mayo de 1810 toma cuerpo un proyecto colectivo que recién cuajará más de un lustro después en Tucumán con la Declaración de la Independencia de España y de cualquier otra potencia extranjera.

Domingo French y José Antonio Beruti son ubicados por la historia oficial como figuras decorativas en los acontecimientos de Mayo atribuyéndoles el rol de repartidores de escarapelas entre la gente. Sin embargo, constituían el rostro visible de un grupo de activistas pertenecientes a los sectores sociales más postergados. Lideraban “La Legión Infernal” o “Los Chisperos”. Como quiera se llamasen, tenían en claro que había que destituir al Virrey Cisneros y proponer la ruptura definitiva con el régimen colonial.

French era cartero y Beruti empleado de la Tesorería del Gobierno -o sea, trabajadores del Estado-. Otro de los destacados miembros de esa organización, Agustín Donado, se desempeñaba como gráfico en la imprenta oficial y Buenaventura de Arzac “no es nada”, según refiere despectivamente un informe realista, seguramente para no designar a un desocupado de “la chusma”. Es decir, trabajadores de distintos oficios que juegan un rol decisivo al exigir y lograr el Cabildo Abierto del 22 de Mayo donde llegan a participar utilizando invitaciones falsas que ha fabricado Donado en la imprenta de Expósitos.

Son ellos, también, los que forman piquetes en las esquinas del Cabildo impidiendo el ingreso de los sectores más reaccionarios de la comunidad, y los que se movilizan contra la Junta del día 24 que pretendía imponer a dos absolutistas, dos revolucionarios y el Virrey como quinto miembro para desempatar. Su militancia cobra dimensión especialmente después que se contactan con Mariano Moreno, la figura más sobresaliente de ese tiempo convulsionado.

Tomás Guido cuenta en sus memorias que el 24 de mayo, en medio de las indecisiones que se registraban por esas horas, Manuel Belgrano entró al comedor de la casa de Rodríguez Peña y lanzando una mirada en derredor de sí, y poniendo la mano derecha sobre la cruz de su espada dijo: “Juro a la Patria y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde del día inmediato el Virrey no hubiese renunciado, a fe de caballero, yo le derribaré con mis armas”.

Un día después, el 25 de mayo, cuando Cisneros apela a toda clase de dilaciones e incluso intenta reprimir al pueblo en la Plaza, French, Beruti y otros patriotas ingresan al Cabildo y exigen por la fuerza -cuchillos y trabucos en mano- la designación de una Primera Junta. Era el principio del fin de la dominación española sobre el territorio del Río de la Plata.

Durante décadas el pensamiento mitrista construyó su doctrina antinacional y antipopular a partir del eje Mayo-Caseros. Fue hasta que en 1942 Rodolfo Puiggrós publicó “Los caudillos de la Revolución de Mayo” donde reivindica el papel de Moreno y, sobre todo, luego de que se exhumara del olvido un documento de su autoría que para la historiografía hegemónica se había “perdido”: El “Plan de Operaciones”.

Han pasado más de dos siglos y el Proyecto de Liberación Nacional y Social permanece inconcluso. La Constitución oligárquico-liberal gestada en 1853 por los vencedores de la Batalla de Caseros -cuyo patrimonio al servicio de las minorías dominantes permanece invicto aún después de la Reforma Constitucional del Pacto de Olivos en 1994- ha venido rigiendo desde entonces las reglas de juego pretendidamente democráticas –a excepción del interregno 1946-1955-, hasta que irrumpe el pueblo para poner en jaque al régimen.

Cuando ello ocurre, ese poder -presto a invocar la Carta Magna cuando de su derecho a exprimir al pobre se trata- no ha vacilado en violarla para ahogar en sangre cualquier conato de rebelión. Sólo la Constitución de 1949, derogada por un Decreto de la “Revolución Fusiladora”, estableció una Constitución Social de raigambre popular.

A esta altura del Siglo XXI queda por resolver la principal asignatura pendiente: Conquistar la segunda y definitiva Independencia en base a un proyecto político, económico, social, ambiental, cultural y latinoamericano que confronte con la globalización capitalista.

El nuevo aniversario de la Semana de Mayo significa un acicate para insistir en la necesidad de inaugurar un tiempo de ruptura con el régimen colonial.

Tiempo de revolución.

Ilustración de portada: Ricardo Carpani

*Periodista. Congresal Nacional de la CTA Autónoma por la provincia de Córdoba

Fuente: www.retruco.com.ar