A 53 años del Rosariazo: “Enseñanzas sobre la iniciativa para nuestra clase”

Por Carlos Rang*

La etapa abierta en Argentina entre 1955 y 1969 fue un período de grandes transformaciones económicas políticas y sociales. Esto es, una gran crisis de transición y la ruptura de las alianzas de clases que hasta entonces mantenían el orden, abriendo el juego a las nuevas personificaciones sociales y políticas que se lograron conformar.

Los cambios económicos en el mundo del trabajo -con el pasaje del capital manufacturero a la gran industria y luego a su fase multinacional- y la situación política internacional derivada de esa expansión, hicieron de caldo de cultivo para que conmocionara toda la estructura social y por ende la superestructura política. Golpes de estado, proscripciones, enfrentamientos y descomposición social fueron generando profundas crisis de representación en todas las instituciones del régimen.

La clase obrera durante las décadas del ‘60 y ‘70 fue creciendo en organización, con cuerpos de delegados y lucha sindical surgieron gremios clasistas, combativos y programas obreros de alto contenido político integral.

A medida que la movilización popular y la lucha de clase fueron en ascenso se pudo ir conformando una nueva alianza social con iniciativa obrera. Allí se materializa la organización, nuevas formas de lucha con grandes movilizaciones y con poder creciente al interior de las fábricas, la construcción de una íntima relación con el movimiento estudiantil universitario, la práctica constante de la democracia directa y luchas de calles.

Sus puntos más altos tienen lugar en las huelgas políticas de masas del Rosariazo–Cordobazo de mayo de 1969, pero los días 16 y 17 de septiembre en Rosario constituyen la síntesis y representan un paso adelante en la lucha ya que allí se condensa una situación revolucionaria: se constituye la fuerza social insurrecta con capacidad material y moral para el enfrentamiento social ya que contaban con la legitimidad necesaria y la conciencia suficiente para personificarse como el sujeto de la revolución en la argentina.

Lo importante para nosotros hoy, al recordar esta fecha, es poder pensar cuál es nuestra tarea como movimiento, observando nuestra propia historia, entendiendo cuándo y cómo es que se produce una mutación profunda de las personificaciones sociales institucionalizadas mediante la lucha de clases y la acción directa: en qué condiciones de disputa entre las fracciones de capital (crisis) es posible y cómo se produce el recorrido que empieza en el obrero-mercancía (fuerza de trabajo /capital variable) hasta llegar a construir fuerza social con capacidad transformadora (asalariado-clase en sí a obrero-clase para sí y sujeto revolucionario).

La guerra imperialista, la crisis estructural crónica del capital y las consecuencias que ambas derraman sobre la humanidad, son las condiciones que objetivan la posibilidad y entonces la necesidad concreta de en las recuperar nuevamente esa iniciativa.

Partiendo de un análisis de situación correcto, observando la metamorfosis profunda del mundo del trabajo y las subjetividades que la misma produce, partiendo siempre de las reivindicaciones concretas que hacen a nuestras condiciones de vida, podemos recuperar la centralidad en la lucha en un marco de unidad y hacer crecer la organización para recrear una situación que posibilite el cambio en las correlaciones de fuerzas entre el estado y las masas para construir poder y soberanía popular.

*Docente de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC). Delegado Gremial de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE-CTAA) en la Secretaría de Agricultura Familiar (SAF)

Fuente: www.atecordoba.org