Qué rumbo hay que tomar

Por Juan Carlos Giuliani*

Los trabajadores y trabajadoras de la Argentina estamos viviendo las consecuencias de un feroz ajuste, profundizado a partir del acuerdo con el FMI y la asunción de Massa como Ministro de Economía apoyado por las tres principales fracciones del partido gobernante.

El impuesto inflacionario golpea el salario de los activos, los jubilados y los beneficiarios de la ayuda social. A tres años de Gobierno ya no pueden echarse las culpas al Gobierno anterior, la pandemia y la guerra. El programa de ajuste es una decisión consciente y activa del Frente de Todos asumida como mal menor ante la amenaza de un estallido hiperinflacionario y su consecuente crisis de gobernabilidad.

El programa de estabilización y repago de la Deuda Externa del Ministro Massa se apoya en la profundización del Modelo Extractivista-Dependiente: Dólar Soja, fortalecimiento del Agronegocio, apuesta a los combustibles fósiles a través del fracking, Megaminería, Ley de Humedales de Cambiemos y explotación del litio. Este programa cuenta con el apoyo del Gobierno, la oposición de derecha, el establishment, la comunicación hegemónica y buena parte de la dirigencia sindical.

Frente a esta realidad de crisis y sometimiento la clase trabajadora, que viene llevando adelante batallas locales y sectoriales, se encuentra huérfana de una conducción integral que encabece la resistencia desde una perspectiva de autonomía, democracia y participación. El reagrupamiento hacia una nueva centralidad de la clase es un espacio vacante. Tarea que nada tiene que ver con encuadramientos partidarios.

Los niveles escandalosos de hambre, pobreza, desempleo, inflación, magros salarios, precarización laboral y cesión de soberanía que se sostienen como columna vertebral de esta democracia fallida a 39 años de su recuperación -espejo de la brutal desigualdad social-, fijan claramente cuáles son las prioridades de la Central, entre las que no figura intervenir en internas partidarias, sean del partido que fuere.

Por eso, no acordamos con los pronunciamientos que conllevan a un alineamiento con sectores del oficialismo que están en disputa con la gestión presidencial, convocando a distintos actos públicos decididos en los despachos de funcionarios que, aunque aparezcan como críticos del rumbo político y económico de su Gobierno, también son responsables -por acción u omisión- del ajuste en curso.

¿Qué mecanismos de consulta y debate se utilizan en estos casos? Somos una organización política de trabajadores de carácter nacional y federal que no comparte la idea de que todo tiene que planificarse y decidirse fronteras adentro del AMBA.

Por otro lado, ¿alguien cree que con un 50 por ciento de pobres, sin tres platos de comida diaria en la mayoría de los hogares argentinos, con la indigencia creciente y una juventud con alarmantes índices de masividad entre los que “ni estudian, ni trabajan” para nuestro pueblo la consigna principal de la hora es marchar contra la “Mafia Judicial”?

Reivindicamos el derecho ciudadano de los dirigentes a tomar postura política e intervenir incluso en las batallas electorales. Rechazamos el involucramiento de la Central en frentes y alianzas de índole partidario porque estas violan los principios fundacionales de Autonomía, Libertad y Democracia Sindical. Para el quehacer electoral están los partidos políticos. En el caso de nuestra CTA, su único objetivo es el de servir a los intereses de la clase, la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación.

Un valor innegociable

La autonomía no es neutralidad. Los trabajadores pretendemos gobernar nuestro destino. Luchamos por una Nueva Argentina que alumbre una institucionalidad de poder popular capaz de romper el molde de la democracia colonial.

Autonomía significa que somos los trabajadores los que debatimos, accionamos y decidimos nuestra propia estrategia para intervenir en el campo político, social, ambiental, cultural. Es un valor que no está sujeto a negociación alguna. Ya existen gremios, corrientes y centrales que funcionan en modo “rama sindical” de tal o cual agrupación política y, por lo tanto, se subordinan a las estrategias de esos partidos. La CTA nació con el “Grito de Burzaco” para ser otra cosa.

No aceptamos que la línea política de la clase sea bajada desde la oficina de Recursos Humanos de una empresa; el despacho de un Ministro, Legislador, Gobernador o Intendente; o desde un Comité Partidario.

Si los que elegimos el rumbo a seguir somos nosotros, los trabajadores y trabajadoras, podremos acertar o errar, pero lo haremos en nombre propio y no como instrumento de terceros.

Lo coherente es asumir este razonamiento y ponerlo en práctica en lugar de prestarle oídos a los cantos de sirena que ofrecen cortar camino por atajos que llevan a más de lo mismo. No se puede construir lo nuevo apelando a lo viejo.

Hay que rascar la olla y buscar nuevos colectivos militantes -colmados de jóvenes, mujeres y pueblos originarios- que plantean, todavía de forma embrionaria, otros paradigmas de cara a lo que viene.

Saber elegir el rumbo que hay que tomar frente a la crisis implica asumir algunas premisas: No vinimos a administrar lo dado. Aspiramos a transformar la realidad. No somos la “pata sindical” de ningún partido. No somos una ONG. No somos un grupo de autoayuda. No somos la “izquierda” del sistema. Somos una central de trabajadores clasista, anticapitalista y antiimperialista.

Ilustración: Manifestación(1934) del pintor Antonio Berni 

*Periodista. Congresal Nacional de la CTA Autónoma en representación de la provincia de Córdoba