Bolivia: Desestabilizar y tomar el control

Por Isabel Rauber*

El bloque histórico-popular boliviano enfrenta una serie de amenazas internas y nuevos métodos de injerencia imperial: ¿cómo hacerles frente y suturar la distancia creciente entre gobierno y movimientos sociales?

Breve recuento de la conquista del Estado Plurinacional

La perseverancia de los pueblos del Estado Plurinacional de Bolivia para conquistar derechos y defenderlos tiene larga data; siglos de resistencia y lucha respaldan su empeño histórico por defender su identidad, por la justicia, por el reconocimiento a sus modos de vida, cosmovisiones, saberes, sabidurías, a sus lenguas y a su historia, es decir, a su existencia con dignidad y respeto.

Rebeliones, revoluciones, huelgas y bloqueos dieron cuenta de la conciencia del pueblo -aunado en su diversidad- sobre la justeza de sus luchas, sus reclamos, así como de la importancia raizal de construir las convergencias que sean la base para la articulación de todos y todas a fin de concertar una plataforma común que los (auto)constituyese en sujeto político colectivo. Sujeto capaz de actuar en la arena política nacional y disputar electoralmente la posibilidad de hacerse cargo de su destino, logrando el reconocimiento como ciudadanos de plenos derechos, ejerciendo estos sin cortapisas.

Luego de varios intentos históricos por tomar las riendas de sus destinos, las luchas sociales de grandes movimientos indígenas, campesinos, mineros, cocaleros y de las mujeres rurales, con el concurso de sectores urbanos e intelectuales, fueron convergiendo y articulándose políticamente, determinados a disputar la democracia para ampliarla en beneficio de todos. Luego de obtener escaños parlamentarios y representación en diversas instancias institucionales, en las elecciones generales realizadas a fines de 2005, el conjunto de organizaciones que dieron cuerpo al MAS-IPSP, sintetizado y representado en la figura de Evo Morales Ayma, conquistó la presidencia del gobierno del país. Esto inauguró un tiempo de democracia indígena, campesina y popular, descolonizada e intercultural, la cual, a su vez, se reclamó antipatriarcal.

El 2006 traería, junto con la victoria y sus bocanadas de oxígeno democratizador y esperanzador, grandes desafíos. Entre ellos, tener que asumir las responsabilidades del Estado y del gobierno, de gobernaciones departamentales y municipales, a partir de una jurisprudencia institucional elitista y excluyente. Sin amedrentarse se dieron a la tarea, por ejemplo, de concretar e implementar el Plan Nacional de Desarrollo prediseñado en los años de luchas sociales anteriores, como así también convocar y realizar la Asamblea Constituyente, la cual sentó las bases jurídicas para la fundación del Estado Plurinacional de Bolivia.

Estos procesos abrieron las compuertas para los derroteros de transformaciones democratizadoras, descolonizadas, interculturales, inclusivas. Sus logros y enseñanzas han sido profundos y abundantes. Todavía no se han aquilatado en su justa dimensión las significaciones múltiples de lo realizado. ¿Que hubo errores? Evidentemente, como todo lo que hacer parte de la acción humana. Pero con ellos se han abierto paso también cambios impresionantes, tan contundentes y profundos que muchos no son detectables por miradas poco avisadas.

Las piedras en el zapato

  1. La reacción opositora

Cuestionados en un dominio que consideran natural, los poderosos colonialistas, históricos y actuales, apostaron inicialmente al fracaso del gobierno del MAS-IPSP e implementaron para ello toda clase de zancadillas y trucos. Cuando ello no dio los resultados esperados, buscaron impedir la continuidad del proceso y derrocar a Evo Morales. Los bloqueos opositores y la paralización de gran parte del país, emprendidos para impedir la realización del referéndum para ratificar los acuerdos de la Asamblea Constituyente, buscaban doblegar al gobierno y a las organizaciones sociales del MAS-IPSP y desnudaron el trasfondo antidemocrático, colonialista y racista de tales pretensiones, las cuales fueron derrotadas con la amplia participación popular expresada en la realización del referendo que respaldó ampliamente las resoluciones de la Constituyente.

2. Distanciamiento entre las bases del MAS-IPSP y la gestión gubernamental

Indudablemente no todos los escollos y tropiezos del proceso surgieron de la oposición recalcitrante. Hubo tensiones y problemas que resultaron de medidas políticamente desacertadas como, por ejemplo, el inconsulto aumento de los combustibles que desencadenó el llamado «gasolinazo» (2010), y el posterior conflicto por la construcción de la carretera que atravesaría una zona del TIPNIS (2011).

Ambos hechos generaron un indudable rechazo, en primer lugar, entre los protagonistas populares directamente afectados, y marcaron los pasos iniciales de un distanciamiento entre gobernantes y gobernados que lentamente fue entrelazándose y evidenciándose también en otras definiciones gubernamentales o estatales.

3. De protagonistas a espectadores

Además de lo mencionado, fue escaseando la construcción de medidas y resoluciones estatales o gubernamentales con participación de los protagonistas y, anudado a ello, se fue incrementando la imposibilidad de que sean escuchados; fue creciendo el rechazo a las críticas de los propios, la exclusión de opiniones diferentes, etc. Esto trajo el consiguiente distanciamiento de algunos sectores constituyentes del MAS-IPSP respecto de la gestión del gobierno y sus autoridades. Nada de ello sería desaprovechado por los opositores ávidos de recuperar su poder; al contrario, las debilidades del MAS-IPSP se convertirían rápida y simultáneamente en fortalezas de la oposición.

Tal vez el burocratismo propio de la gestión estatal, el encandilamiento que suele emanar del ejercicio del poder, el creciente tecnicismo del quehacer gubernamental-estatal que fue haciendo de lo público un ámbito reservado a las “elites capacitadas”, fueron levantando sistemáticamente barreras entre gobernantes y gobernados y transformando a los protagonistas en espectadores de los cambios.

4. El desenclaje del sujeto político colectivo y el retorno del corporativismo

Movimientos y organizaciones sociales diversas, otrora unidos en la conformación de un sustrato programático que hizo germinar las condiciones para el gobierno de Evo Morales en el 2006, fueron distanciados cada vez más de la toma de decisiones gubernamentales. Poco a poco la base común articuladora del sujeto político colectivo fue debilitándose y sus organizaciones fueron desanclándose de lo colectivo -aunque nominalmente permanecieran en él-, para volver a refugiarse en lo corporativo, abriendo cauce a negociaciones bilaterales con el gobierno para exigir ventajas sectoriales o cuotas de poder, según entendían les correspondía. Ya no era el conjunto diverso articulado, sino una sumatoria de partes no pocas veces con rivalidades entre sí.

5. La debilidad de la conducción política

En tanto la articulación social, política y cultural que originó el MAS-IPSP fue la resultante intangible de interdefiniciones, interrelaciones, interseccionalidades, convergencias, interarticulaciones y de la maduración política entre un conjunto de actores sociales y políticos participantes del proceso, el resquebrajamiento de sus nexos fue también el del instrumento político y de su capacidad para conducir -políticamente- el proceso. Esto incorpora otra dimensión del análisis: si el conjunto se desgajaba, si se desacoplaban los actores políticos, ¿a quiénes representaba y cómo conducía el MAS?

Existía formalmente una instancia de conducción que aparentemente funcionaba; pero zambullidos en las dinámicas de arriba hacia abajo, aspirando a la obediencia y el acatamiento de las organizaciones más que en escuchar a sus bases, al MAS-IPSP se le fueron complicando no solo las interrelaciones en su vida interna sino el panorama político y social. Vale recordar que esta organización política colectiva nunca fue, ni es, una entelequia; por ello el resquebrajamiento de sus bases disminuyó su capacidad de conducción unificada. También influyó el flujo de gran cantidad de dirigentes forjados en las luchas que pasaron a desempeñar funciones o cargos en el gobierno y el Estado, alejándose de sus bases, lo cual debilitó a las organizaciones y -de conjunto- al instrumento político. Nuevas facetas del corporativismo se abrirían paso y -junto a las disputas internas de poder- irían minando la subjetividad colectiva que se había conformado y compactado en las luchas hasta el 2006.

La relación entre la militancia, la dirigencia partidaria y el gobierno y el Estado ha mostrado que no se trata de un “asunto” sino de una dimensión política que no puede resolverse espontáneamente, que no puede subestimarse ni dejarse librada al ritmo de los acontecimientos. No todo se puede prever ni subsanar por adelantado, pero hay importantes factores que contribuyen a minimizar las dificultades. Entre ellos, por ejemplo, la formación política y general de los miembros de las organizaciones y el fortalecimiento de la articulación popular, considerando parte de ello a la rotación de cargos y responsabilidades como práctica generalizada y permanente en todas y cada una de las organizaciones sociales populares, sindicales, campesinas, indígenas, etc. Esto no lo resuelve todo, pero es una fortaleza importante a la hora de asumir concretamente los desafíos de gobernar y conducir políticamente el proceso de cambio.

Preparación y realización del golpe reaccionario en 2019

Los hechos políticos que se fueron dando en el país entre el 2016 y el 2019 estuvieron marcados por el avance de la arremetida opositora contra el gobierno, magnificada en algunos casos por las huellas del desencuentro entre gobernantes y gobernados. Ello se evidenció claramente en el «No» obtenido como resultado -aunque apretado-, en la consulta realizada a la ciudadanía acerca de una posible nueva reelección de Evo Morales a la presidencia del país. Este resultado fue desestimado, dada la campaña “sucia” que se desató contra el mandatario y, en virtud de ello, las autoridades apelaron al Tribunal Constitucional para que autorice la nueva postulación y reelección del mandatario y su equipo de gobierno.

Pero esta candidatura llevaba una debilidad intrínseca: al desconocer el resultado de la consulta ciudadana sobre la reelección, abrió las puertas a nuevas provocaciones, calumnias, fake news y todo tipo de manipulaciones llevadas a cabo por parte de la oposición local y sus prolongaciones internacionales. Realizadas las elecciones presidenciales a fines de 2019, Evo resultó ganador, pero el “factor OEA” demoró e invisibilizó parte de los resultados, levantando sospechas acerca de posibles errores y votos no válidos con la clara intención de invalidar los resultados, ganar tiempo y abrir las puertas a lo que ocurrió seguidamente: el golpe de estado.

Este acto desesperado y violento por parte de los poderosos, que pretendieron ponerse un disfraz constitucional, fue el indicador más claro de la justeza y profundidad de la revolución democrática protagonizada por los pueblos de Bolivia y -correlativamente-, de la impotencia y desesperación de quienes intentaron cortarle el paso al proceso, para apropiarse de los beneficios económicos y sociales y excluir y aplastar cualquier oposición.

“Evo resultó ganador, pero el “factor OEA” demoró e invisibilizó parte de los resultados [para] ganar tiempo y abrir las puertas a lo que ocurrió seguidamente: El golpe de Estado”

El inocultable y sombrío injerencismo de la OEA en el diseño y encaminamiento del golpe marcó, a su vez, noE solo el apoyo del Norte a las oligarquías locales, sino el peso geopolítico que tenía y tiene este proceso de cambio para toda la región, el continente y para la hegemonía imperialista global. Recuperar por esos medios el mando sobre un territorio considerado parte del “patio trasero” del establishment estadounidense, marcó el derrumbe de la máscara de “amistad y convivencia” que sus personeros se colocaron a principios de este siglo. En ese tiempo, Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Uruguay, Ecuador, Honduras, Paraguay… se transformaron en territorios con autonomía y pueblos cada vez más empoderados de sus destinos en comunidad con sus gobernantes. Y fue precisamente esta comunidad la que decidieron quebrar.

De todos modos, pese a las fake news, las calumnias, las zancadillas, la reiteración de mentiras por diversos canales supuestamente informativos en aras de instalar la desconfianza entre distintos sectores sociales populares e incluso al interior del MAS-IPSP, los golpistas no lograron concretar sus objetivos. Pese a la confusión y la dispersión o ausencia de conducción unificada de las resistencias, enfrentándose a una represión feroz y sostenida, los pueblos indígenas, campesinos, trabajadores urbanos y rurales, salieron a enfrentar a los golpistas y rechazar sus maniobras. Las masacres de Sacaba (Trópico de Cochabamba) y Senkata (El Alto) demostraron rápidamente que los golpistas no lograrían poner de rodillas a los pueblos que estaban de pie, cuyos hombres y mujeres habían experimentado que podían caminar libremente por las mismas veredas que los poderosos, que habían atesorado el poder simbólico de mirar de frente al opresor histórico, que podían no solo entrar a las instituciones del Estado sino dirigirlas, que habían aquilatado el valor de ser sujetos sociales y políticos plenos. Esto -resumidamente- dejó huellas indelebles en sus espiritualidades y subjetividades, fortaleciendo la conciencia emancipadora y descolonizadora de su gesta.

Las rebeliones populares, las resistencias, las denuncias del golpe combinadas con las persistentes exigencias para la realización de elecciones, pusieron fin a las ambiciones del golpismo (aunque no a sus propósitos, ni a las acciones de sus promotores). Para fines de 2020 el MAS-IPSP triunfaba en las urnas de las manos de Luis Arce y David Choquehuanca, entrelazados con indígenas, mineros, campesinos, mujeres y sectores populares de las ciudades.

El gobierno de Arce enfrenta nuevos intentos de intervención imperial en la región

Este nuevo tiempo del gobierno del MAS-IPSP fue posible por la convergencia en unidad de sectores diversos que pusieron a un lado sus consideraciones coyunturales para derrotar a los golpistas. Pero las fracturas y contradicciones internas estaban instaladas y -como nunca antes-, exigían y exigen de la atención y labor política de todos y cada uno de los sectores indígenas, sindicales, campesinos y trabajadores urbanos, para descubrir en las condiciones del presente los vasos comunicantes o nexos comunes (sociales) entre las diversas realidades y problemáticas sectoriales y territoriales, para encaminarse a la rearticulación, conformación y fortalecimiento del sujeto político colectivo de este tiempo. Pero el germinar y madurar colectivamente una nueva conciencia-conducta política común no ocurre automáticamente. En este sentido, es importante tener presente -además de los logros de este período-, la persistencia de las viejas prácticas de decidir entre pocos y desde arriba, con escasa e insuficiente participación, consulta y diálogo entre los protagonistas del quehacer político revolucionario del MAS-IPSP, lo cual se traduce en nuevos obstáculos o piedras en el zapato del actual gobierno, entorpeciendo su marcha, minando su confianza y debilitando el instrumento político.

Los adversarios políticos, muchos de ellos enemigos confesos de los derechos de los pueblos indígenas originarios, abren hoy todas sus compuertas mediáticas a la realización de maniobras de desinformación y engaños para la desestabilización política del gobierno. Este objetivo se conjuga -por diversas vías-, con la estimulación de la competencia, la rivalidad y la desconfianza interna entre sectores del MAS, cuya unidad y subjetividad política en común es el primer adversario a derrotar por la oposición. Con esto los caminos le quedarían abiertos.

La postergación inicial de la fecha del censo, aparentemente consensuada por todos, abrió la caja de Pandora para fracturar, enfrentar, minar confianzas en y hacia el gobierno y sus referentes principales. ¿Con cuáles objetivos? La fecha del censo tiene cierto interés dado que en función de sus resultados se asignan recursos de coparticipación y bancadas parlamentarias a los distintos territorios. Pero el fin último de las protestas de los gobernantes de Santa Cruz y sus seguidores ha sido desacreditar y desestabilizar al gobierno, al MAS-IPSP, a sus máximos referentes y a todos lo que participan o apoyan el proceso.

Los opositores no buscan hoy dar un golpe -aunque tampoco lo desechan-. La pulseada política, económica y social expresada en los bloqueos de Santa Cruz tipifica los nuevos perfiles injerencistas de la estrategia imperial para Indo-afro-latinoamérica: dañar económicamente, desacreditar al gobierno para desestabilizar las conciencias, nublarlas para fragmentarlas y aislarlas y así poder subordinarlas a sus intereses. Necesitan conseguir apoyo popular para derrotar al MAS-IPSP en las próximas elecciones. Con su estrategia colonizadora basada en mentiras y tergiversaciones esperan sepultar definitivamente toda posibilidad de rebeldía social popular, de resistencia, de cambio, de organización colectiva.

“La pulseada política, económica y social expresada en los bloqueos de Santa Cruz tipifica los nuevos perfiles injerencistas de la estrategia imperial para Indo-afro-latinoamérica”

¿Cuál es el soporte social, política y cultural de esta estrategia? La acción constante y mancomunada de los medios hegemónicos centrada en la manipulación de los hechos, orientada claramente al logro de estos objetivos, es una de las herramientas claves de los poderosos. Pero las múltiples dimensiones del quehacer político y social no pueden reducirse a un tema de comunicación, a una resultante de fake news, de lawfare o de cualquier tipo de manipulación o creación ficticia de escenarios propicios a los intereses oligárquico- imperialistas que los poderosos pudieran realizar para justificar sus acciones. Nunca se podrá competir frontalmente con el aparato mediático de los poderosos: el poderío económico y jurídico se encargaría de impedirlo. En esto como en todo lo relativo a la acción colectiva, los desafíos son políticos, de multitudes organizadas, de pueblos protagonistas empoderados.

Desafíos insoslayables

  1. Construir poder popular anclado en la participación de los protagonistas

La mejor comunicación política de los pueblos y sus organizaciones está anudada con la participación de sus protagonistas. En este sentido es vital que los gobiernos populares sean a la vez herramientas políticas para incrementar el protagonismo popular en la toma de decisiones. Para ello es indispensable abrir las compuertas del gobierno y del Estado a la participación y empoderamiento creciente de los pueblos y sus organizaciones, ocuparse de informar y formar al unísono. Esto, articulado con procesos de empoderamiento locales, en comunidades rurales y urbanas como simientes del poder popular donde germina y se fortalece la fuerza social y política de liberación capaz de tensionar y profundizar cada vez más el proceso transformador. Esto significa, desde esta perspectiva, democratizar la democracia, ampliarla y abrir espacios a los procesos de empoderamiento de los y las históricamente excluidos/as de ella, y resume uno de los desafíos políticos centrales de este momento.

2. Aprender de la experiencia

Este empoderamiento ya venía ocurriendo antes, durante y después del 2006, pero es bueno reafirmarlo teniendo en cuenta, por ejemplo, que los errores o tropiezos políticos del MAS-IPSP en el gobierno encerraban una virtud: subrayaban -por ausencia- la clave política trascendental del proceso revolucionario en curso: la necesidad de que los sectores indígenas, campesinos, sindicales, populares… participen -en tanto son protagonistas-, en la toma de decisiones, en la definición de las políticas públicas y en todos los temas sociales de los que son parte. Urge reconocer y asumir estas enseñanzas; ellas son parte de los cimientos para una nueva rearticulación del sujeto político colectivo y ello no ocurrirá espontáneamente; la labor consciente de las organizaciones sociales, sindicales, indígenas, campesinas, comunitarias, urbanas, etc., particularmente las constituyentes del MAS-IPSP es indispensable.

La unidad no se declama, se ancla en bases concretas que emergen de la identificación de puentes y vasos comunicantes entre la diversidad de realidades, identidades, cosmovisiones y problemáticas sectoriales, territoriales, comunitarias, por parte de los actores populares y sus organizaciones. Y es clave que sean ellos -en tanto protagonistas-, quienes se den a la tarea de poner de manifiesto estos nexos, descubriendo, dilucidando y despejando en el panorama político actual los pliegues del abigarramiento social y cultural que aflora en tiempos de crisis. Esto posibilitará la gestación común de una identidad colectiva actualizada como sustrato material del sujeto político (inter)articulado que reclaman las tareas del presente; una labor de renovación y actualización política que -por otra parte- debería ser permanente, como advirtiera magistralmente René Zavaleta Mercado.

3. Derrotar la estrategia de recolonización y el dominio de las mentes

La hegemonía del poder no resulta solo de la desestabilización y desacreditación de gobernantes y dirigentes sociales históricos; ya no basta con el «divide y vencerá». En estos años de luchas políticas, los poderosos han aprendido y perfeccionado sus estrategias;en tanto no les resulta conveniente -como antes- mandar a los militares a hacer el trabajo sucio con los golpes de estado, han apostado a la “dominación democrática”.

Con la apertura de los cauces democráticos pretendieron inicialmente anular las resistencias populares, y luego amoldar las democracias a sus requerimientos, controlándolas y restringiéndolas. Para ello han apelado a la actualización de su vieja aspiración, hoy reforzada, de que solo el control y dominio de las mentes de los pueblos hará posible doblegarlos y mantenerlos de rodillas; lograr que piensen que gozan de libertad, pero vivan sometidos.

Enfrentar esta cruzada de dominación cultural anti-pueblo resume otro de los grandes desafíos de este tiempo, para Bolivia y para el continente. Esto, anudado con procesos simultáneos de participación y empoderamiento de los pueblos, de construcción de poder popular en comunidades y territorios diversos, de construcción de la unidad de la diversidad de identidades y pertenencias de los pueblos resultante de su articulación en un sujeto social y político colectivo.

Estos desafíos políticos traen al presente el pensamiento de Rodolfo Puiggrós, cuando sentenció que la dominación económica solo será posible si está precedida por la dominación cultural. Y también la advertencia de J. W. Cooke acerca de que en la conciencia no hay espacios vacíos; lo que es abandonado o descuidado por la ideología de los pueblos, es ocupado por la ideología de los poderosos. Verdades imperecederas…

Y esto recuerda también -muy abreviadamente- un criterio clave de la acción política: vox populi, vox Dei. Y es bueno -hoy como nunca antes- tenerlo presente. Los sectores antidemocráticos lo saben y por eso buscan colonizar las mentes con sus mentiras, obnubilar las conciencias, anular los sentimientos de pertenencia de clase y pueblos.

La pregunta es, ¿lo entendemos todos?

*Filósofa. Docente. Investigadora. Científica Social. Analista Internacional. Secretaria de Formación de Unidad Popular (UP)

Fuente: www.alai.info