Granjas de cerdos: Estamos en problemas

Por Carlos Preiti*
Argentina y China están a punto de firmar un acuerdo que contempla una inversión, en dos o tres años, de 3.500 millones de dólares para construir 25 granjas y frigoríficos, con los cuales se planea llevar las exportaciones de carne porcina de las 700.000 toneladas anuales actuales a 1.3 millones de toneladas.

La Cancillería argentina insistió en que «no hay ningún riesgo ambiental». Fuentes consultadas en Buenos Aires afirmaron que, «en un país con más del 30 por ciento de la población por debajo de la linea de pobreza, dos dígitos de desocupación y sufriendo los efectos de la pandemia como se están sufriendo, surge una posibilidad que hay que aprovechar».

Ahora bien, cuando nos referimos a países desarrollados, y mas aún aquellos superpoblados, que tienen un desafío muy grande en alimentar su población creciente y garantizarle el ascenso y consumo, se comprende que quieran invertir en el nuestro, de sueldos bajos, personal idóneo y “beneficios adicionales” nunca bien explicitados.

La producción y procesamiento de cerdos a estándares de calidad y sanidad, en los términos de los inversores extranjeros, se traduce en sistemas de formulación de raciones alimenticias, perfiles nutrimentales y biodisponibilidad en los ingredientes del mismo, embalajes, conservación y salida del producto terminado, en cantidades que modifican exportaciones e importaciones de productos con necesidades ajenas a las de nuestro país.

Por otro lado, la mega generación de residuos en producciones a escala industrial de ganado dejan un gran pasivo ambiental en óxido nitroso, metano y amoniaco a la atmósfera. También la filtración de las orinas, así como todo resto de la farmacología utilizada en crías a corral entre otros, va al sustrato, cursos de agua superficiales y subterráneas, con acciones y reacciones que afectan al sistema global y que no se pueden predecir. “Es una bomba de tiempo: los virus pasan de animal a animal, pueden pasar a humanos, por pura probabilidad aleatoria hay mutaciones que, cuanto más serias, más tienden a predominar”. Estamos en problemas, dice el reconocido médico sanitarista y sociólogo José Carlos Escudero.

Todo esto configura un escenario de impacto que, sumado a la extensión de la frontera agricologanadera vía deforestacion, años de transgénicos y millones de litros de plaguicidas vertidos, profundiza una matriz productiva de pasivo ambiental a escala de catástrofe.

Además, todo el movimiento de generación, transformación, transporte y exportación implicará una reorganización, también administrativa, a imagen y semejanza de necesidades supranacionales y lejos de las nuestras.

Carlos Preiti

Carlos Preiti

Un horizonte posible

Nuestra calidad alimentaria está fuertemente degradada y sus inexistentes controles desmantelados, con organismos sanitarios y ambientales disfuncionales, potenciando riesgos de noxas y plagas. Tenemos en el gran Rosario treinta y tres puertos privados que serán la puerta de salida y entrada, como hoy lo son de granos, sin la presencia del Estado en muchos de los controles (que sacó el gobierno anterior para “agilizar” el comercio), constituyendo una clara vía de ingreso de plagas de países con diferente estatus sanitario al nuestro.

Dueños de tecnología y capital excedente ofrecen, sobre un mar de necesidades, “ayuda” y con ello agregan nuevas concentraciones y primarización de los recursos en América Latina, vía la Argentina y Brasil.

Hoy con pandemia, desocupación, pobreza en aumento, deudas ilegítimas, quemas intencionales y vaciamiento de empresas, entre otras calamidades, comprobamos una vez mas que el compromiso voluntario de las empresas no funciona, per se, por el bienestar social, menos aún si esos compromisos son extranjeros que pueden negociar “inversión por riesgo”.

En nuestro país tradicionalmente agrícola ganadero, esa instalación de veinticinco granjas de producción porcina para producir, en principio, 900.000 toneladas (aunque siempre en cría intensiva se hace mas de lo dicho y habilitado), puede llegar a mucho mas -como pretende el convenio-. Además, es un proyecto que se podría impulsar con nuestros productores, a escala nuestra y con apoyo de recursos nacionales.

Apelamos desde Bienes Comunes por un utópico horizonte, en la ilusión de nuevo clima moral y ético de la política:

– Que bregue por una sociedad solidaria y cooperativa construyendo armonía con el ambiente, sin las idílicas y estériles estrategias de un ecologismo vano.

– Que la elección de inversión y tecnología para la producción, con marcos de economía planificada, se centre en las necesidades y desarrollo social de los habitantes de este suelo y el cuidado del mismo.

*Trabajador jubilado del SENASA. Responsable técnico de la ex Unidad de Gestión Ambiental de la Regional Santa Fe. Integrante del Grupo de Bienes Comunes de la CTA Autónoma

Fuente: www.ctasantafe.org